Capítulo Veintiocho

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VERA

Me dirigía a la cárcel en el auto de Gabriela. Pasaron cuatro meses más de terapia intensiva que me ayudaron luego del coma, pero no había terminado. De acuerdo a los médicos, tendría que continuar recibiendo atenciones para una mejoría completa. Era una pesadilla que nunca creí que viviría, pero así fue. Durante ese tiempo, la hermana de Christian me mantuvo al tanto de la situación legal en la que se encontraba él, así como lo que estaba sucediendo en tiempo real en otras áreas de mi vida.

En ese momento, no sabía si lo que estaba haciendo era correcto, pero sentía que debía hacerlo. No se suponía que acabara así y tenía que externarlo. Posiblemente los demás podrían creer que estoy demente o que estoy todavía sedada, pero es lo que mi cerebro y corazón estaban dictándome.

—¿Por qué quieres ir? —la voz de Gabriela me sacó de mis pensamientos.

Suspiré y miré la carretera. Todavía no podía decirlo en voz alta, no sabía con certeza si era la decisión correcta, si alguien más iba a entenderlo. Creo que solo aquella mujer que viviera mí misma situación podría hacerlo. ¿Otra persona? Probablemente me juzgaría y señalaría con el dedo.

—No creo que deba ser juzgado tan premeditadamente —murmuré.

—¡¿Qué?! —chilló— ¡Pero si él te golpeó hasta casi matarte, Vera!

Ella detuvo el auto y me miró como si me hubiese salido otra cabeza. Su expresión era de total confusión y sentí que mis emociones me consumían. Podía entenderla a ella, pero era claro que ella a mí no.

—Sé lo que hizo —respondí con sinceridad—, pero creo que necesito hablar con él, Gabriela. Además, sé que tu madre fue la que le llenó la cabeza de ideas. Christian no está estable desde que llegué, era claro que Margaret se aprovecharía de eso. Lamentablemente tu hermano sufre de muchos problemas emocionales que lo han llevado a extremos como estos.

—¿Cómo lo sabes? —el ceño de mi acompañante se frunció.

—¿Quién más aparte de tu madre está desesperado por recuperar su casa? —la miré con obviedad.

Gabriela parpadeó dos veces y bufó.

—Solo ella, por supuesto —soltó una risa sarcástica—. Claro, ella quería que Christian hiciera el trabajo sucio para poder recuperar la mansión.

—Y por eso hizo lo que hizo —cerré mis ojos—. Sé que Christian me golpeó y no hay excusa para lo que hizo, pero debo perdonarlo y luchar esta guerra de otra forma, Gabriela, y no voy a condenar solamente a Christian por algo que su propia madre le metió en la cabeza. Si alguien debe pagar por todo lo que ha pasado, es su madre, no solo él.

Ella me miró por lo que pareció una eternidad y finalmente volvió a encender el auto. Sabía lo que pensaba, pero no quería que lo dijera en voz alta y agradecí que se contuviera. Las personas solían y suelen juzgar fácilmente a las personas cuando no han pasado por situaciones difíciles donde el miedo y el amor se mezclan y te encierran en una gran jaula. Siempre ha sido fácil señalar, pero jamás ha sido fácil para nadie sentarse a analizar que sienten aquellas personas que están divididas entre lo correcto, el miedo y el deseo de que alguien cambie aun después de mucho daño.

¿Nadie ha guardado la esperanza por alguien más acaso?

—Tienes un corazón muy grande, Williams —ella susurró y yo cerré mis ojos.

Finalmente, las dos llegamos a nuestro destino. Gabriela estacionó y ambas nos dirigimos a la entrada. Una vez ahí, pregunté por Christian y los guardias me ayudaron con el proceso para visitas. Gabriela tomó mi mano y sonrió, sabía que estaba totalmente en contra de mi decisión, pero aun así me apoyaba. Ambas caminamos despacio debido a mi condición y agradecí que me acompañara, no solamente por mi salud, sino por todo lo que sentía.

Rompiendo PromesasWhere stories live. Discover now