Capítulo Veinte

6.8K 403 10
                                    

VERA

Mi corazón pareció detenerse.

—¿Mila? —Christian preguntó totalmente pálido.

Su mirada reflejaba ira y algo más, pero no quise decirlo ni en mi propia mente. No quise aceptarlo antes, aún manteniendo mi esperanza, pero lo que mis ojos estaban presenciando me estaban echando todo abajo. Estaba furioso, no hacía falta conocerlo bien para saber que la noticia le afectó. En silencio, di un paso atrás y presencié el acto que rompería mi corazón una vez más.

—¿Qué acaso estás sordo? —la voz de Gabriela reflejaba dolor.

Ella en serio amaba a su novio.

—¿MI esposa? —el tono de voz de Christian era cortante.

Mi corazón se rompió en mil pedazos y sentí que me desmayaría. El aún la amaba y yo llegué a derrumbar su relación desde los cimientos. Él a mí realmente no me amaba, solo era un fantasma atormentando su vida debido a la culpa. Me perdí en cuanto lo vi simplemente por querer vivir en un engaño, pero lo cierto era que yo ya no significaba nada, solo culpa, dolor y miedo a enfrentar los obstáculos. Hasta ese momento quise entender que ya él y yo no volveríamos a funcionar ni regresando el tiempo.

Tenía que dejarlo ir por las buenas.

—Discúlpenme —susurré y retrocedí.

Necesitaba salir, necesitaba una salida urgente, estaba ahogándome.

—¿Vera? —Christian me llamó, pero lo ignoré por completo.

Corrí hacia mi auto sin detenerme a escuchar sus gritos y arranqué, dirigiéndome a cualquier sitio lejos de él. Mientras conducía, las lágrimas bajaban cuál catarata, destrozándome por completo. La imagen de Mila saliendo de un restaurante tomando a Christian de la mano terminó por desarmarme, pues solo me terminé de convencer que ignoré mil señales. ¿Cómo pude ser tan tonta y tan igualada para arruinar su matrimonio? Esa mujer solo se sintió amenazada por perder a su esposo.

De repente, el sonido de mi celular interrumpió mis pensamientos. Lo tomé y vi su nombre en la pantalla. Dudé unos segundos antes de tomar el valor para contestar.

—Christian —dije ahogando un sollozo.

Debía dejarlo ir.

—Vera, te juro que no es lo que tú crees —se apresuró a decir.

—¿Qué cosa Christian? —fingí desentendimiento—. Lo único que no puedo creer aquí es que estes dividido entre dos mujeres.

—¡No estoy dividido! —su tono es de total desesperación.

—Sí lo estás Christian, y mientras estés así, te quiero lejos de mí —me estacioné y cerré mis ojos —. No es justo para Mila que hagas esto, y no es justo para mí tampoco. Sé que soy culpable de aparecerme en tu vida de nuevo, pero ya no podemos seguir mintiéndonos.

Dicho eso, corté la llamada decidiendo marcarle a Ryan, necesitaba su consuelo o terminaría lanzándome a un lago. Mi amigo contestó al segundo tono con voz ronca.

—¿Hola? —preguntó.

—¿Dónde estás? —reprimí un sollozo.

—En casa —escuché como se reincorporaba en su cama—. Nena, ¿qué sucede?

—Por favor alójame y no respondas a nadie que te llamé —colgué y me dirigí a casa de Ryan.

En el trayecto, repasé cada cosa que había sucedido con respecto a mi relación con Christian y entre más lo analizaba, más sabía con certeza que debía abandonarlo. No tuve más razones para quedarme a su lado y tenía que haberlo mantenido así. No estábamos hechos para estar juntos y debía aceptarlo.

Debía olvidar a Christian Harris.


Al llegar a casa de Ryan, este abrió la puerta y en cuestión de segundos estaba abrazándolo mientras lloraba desconsoladamente. Aún conociendo la historia de la familia de Christian, él jamás juzgó mis sentimientos y me apoyó en cada pasó que di. En ese momento, Ryan era lo más cercano que tenía a un hermano, padre y madre.

—¿Qué ha pasado? —susurró luego de unos minutos.

—Él aún la ama —murmuré mientras sentía dagas atravesar mi corazón.

—¿De qué estás hablando? —las manos de Ryan sujetaron mi rostro firmemente.

Y como si tuviera la llave de mis palabras, comencé a decirle todo sin censura alguna. Al final de hablar, mi llanto volvió a aparecer. Ryan tenía sus manos formadas en puños.

—Si ese gilipollas se acerca aquí, no dudes en que le mataré, Vera —por su tono de voz sabía que no mentía.

—No creo que lo haga —mi voz sonaba cansada— Su corazón le pertenece a Mila.

—Nena —volvió a envolver sus brazos a mi alrededor—, ven, esto ha sido mucho para ti, necesitas descansar.

—Claro —murmuré mientras deseaba no despertar más.

Rompiendo PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora