Capítulo Ocho

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VERA

—Entonces, ¿salimos el viernes? —preguntó Ryan, un viejo amigo o, mejor dicho, el héroe que me sacó del acantilado antes de que muriera desangrada el día en que Margaret Harris trató de matarme.

—Claro —sonreí—. Te llevo a la salida.

Me levanté junto a él y salimos, iba tan concentrada riendo por las estupideces que Ryan murmuraba que no noté que Christian estaba esperándonos hasta que volteé a mi izquierda y lo vi sosteniendo una carpeta con el semblante totalmente petrificado. Fruncí el ceño y lo miré durante varios segundos, pero él parecía estar totalmente fuera de sí.

—¿Christian? —llamé al ver que no se movía.

Él inmediatamente dirigió su mirada hacia mí, reflejando el desconcierto por medio de sus ojos.

—Yo solo venía a traerte esto —caminó hacia mí y me entregó la carpeta que traía consigo.

La abrí y la leí detenidamente. Una carcajada se me escapó al ver que se trataba de una contrademanda por parte de su madre. Lo miré con la incredulidad dibujada en mi rostro y sonreí. ¿Qué clase de cobarde era esa mujer? Tenía que estar muy asustada para haber enviado a su hijo a enfrentarme.

—¿Por qué no vino ella personalmente a entregarla? ¿eh? —pregunté furiosa, pero a la vez con la burla danzando en mi tono de voz—. ¿Tan asustada está tu madre, Christian?

—No lo sé —respondió tajante mientras miraba detrás de mi hombro. Volteé recordando a Ryan.

¿Es por él que su semblante cambió? No podía ser.

—¡Oh! Ryan, él es Christian, mi ex novio —lo señalé—. Christian él es Ryan mi... —Christian me cortó de inmediato.

—Tu novio —le tendió la mano a Ryan—, es un placer, Ryan.

¿De verdad Christian Harris creía que Ryan era mi novio? ¿y de verdad se atrevía a sentir celos aún cuando llevaba un anillo de matrimonio en su mano? ¡Su mente estaba demasiado jodida! Lo miré durante un instante, hasta que interrumpió mis pensamientos con su voz. La tristeza era bien reconocida en sus ojos, pero trató de ocultarlo al apartar la mirada.

—Ya debo irme —me miró rápidamente—. En la carpeta está la fecha en la que debes presentarte ante un juez con tu abogado —se dio la vuelta y sin más se marchó.

Observé como abrió la puerta del auto de su hermano y subió sin si quiera mirarme, sin embargo, pude sentir que él y Javier discutían sobre mí, pues el joven rubio volteó a verme a través del parabrisas. Me crucé de brazos y negué con la cabeza.

Menudo imbécil había sido.

—Así que ahora soy tu novio —Ryan rompió la tensión con una risita.

—Eso parece —sonreí y volteé a verlo.

—Lastima no eres hombre, bonita —me abrazó y caminamos hasta la salida.

Pasé el resto del día con mis abogados, discutiendo sobre la contrademanda de Margaret Harris. Finalmente, decidimos que me presentaría ante la corte y resolvería el asunto de una vez por todas frente a un juez. Al llegar a casa, me quité los zapatos y me lancé al sofá, suspirando por el cansancio. Acaricié a Bruno mientras miraba la carpeta nuevamente con detenimiento y a la vez recordaba la imagen de Christian llena de dolor y confusión al verme con Ryan. Suspiré y comencé a pensar en si de verdad continuaba amándome. Si era así, ¿por qué se casó con otra?

Lo abandonaste, ridícula.

Mi subconsciente tenía razón, yo fui quien lo abandonó, pero tenía mis jodidas razones. El quedarme con los Harris hubiese acabado conmigo tarde o temprano y no podía permitir eso. Además, él no me buscó cuando me fui. En su lugar, terminé en el bajo de un acantilado a punto de morir gracias a que mi auto tenía una bomba, una jodida bomba que no sabía de dónde o de quién había salido. Tenía mis sospechas contra la familia de Christian en su momento, pero no había encontrado nada.

Rompiendo PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora