Capítulo Diecisiete

6.9K 424 3
                                    

VERA

Habían pasado cuatro días desde que salí del hospital, volví con Christian y él descubrió la verdad. Al principio no lo tomó bien pero luego de varias horas de silencio, juró ayudarme a detener a su madre cosa que agradezco ya que necesito mucho para acabar con esto. No quería perder esta batalla cuando se los debía.
Respecto a su esposa, hoy iría a solicitar el divorcio. Realmente sentía que ella no lo merecía, pero sabía perfectamente que ella junto a Margaret intentaron asesinarme y es algo que no podía pasar por alto.

Estaba terminando de picar unas frutas cuando mi celular sonó reflejando el nombre de Christian en la pantalla.

—Christian —sonreí.

—Hola nena —su voz sonaba abatida, era claro que algo le pasaba.

—¿Te encuentras bien? —pregunté preocupada.

—Sí —soltó un gran suspiro—. Es solo que, se están negando a darme el divorcio.

Sentí una punzada en el pecho. Por supuesto que su esposa no se rendiría tan fácil.

—¿Por qué? —respiré profundo y solté el cuchillo. Necesitaba conservar la calma.

—Al parecer Mila se me adelantó a pedir que, por nada del mundo, me dieran los papeles para solicitar el divorcio.

Mi cuerpo sintió un choque al pensar en Mila y Margaret armando todo un plan para alejarnos a Christian y a mí.

—¡Pero ella no es la que decide por ti! —estallé—. ¡Eres tú el que decide y si a ella no le parece no es tu problema!

Christian suspiró y supe que se sentía tan frustrado como yo. Tragué fuerte y traté de controlar mi furia. Necesitábamos estar juntos y pelear juntos, no contra el otro.

—Lo sé nena, lo sé, pero es algo que se lleva con tiempo. Veré que puedo hacer, pero ahora me tienen atado de manos.

Un gran silencio se formó entre nosotros.

—Ya quiero verte —murmuró con voz ronca, haciéndome estremecer y cerrar mis piernas.

—Y yo a ti —respondí sincera—. Te extraño mucho.

—Te veo esta noche preciosa, cuídate.

—Y tú.


Luego de la llamada de Christian, decidí darme una ducha y recostarme un rato. Ese accidente me había dejado muy débil y ahora lo que más necesitaba era descansar. Sentía que, aunque ya no estaba peleando por mantenerme viva, mi cuerpo no era el mismo, el cansancio podía conmigo.

Me encontraba en la entrada de una habitación de hospital donde se veía desde afuera una familia maravillosa llena de amor, pero había algo más.

Un segundo...

Es mi familia.

—Pa...pá.

—¡Dijo papá! —chilló mi madre feliz.

—Dilo de nuevo pequeña —sonrió el que parecía ser mi padre.

Sonreí, aunque no se notaba de la misma forma en la que lo recuerdo vagamente. Se le veía cansado, y algo demacrado.

Dios, si son sus últimos momentos.

—Papi —susurré a pesar de que sabía que no me escuchaban.

Estaba a punto de morir y no podía hacer nada para detenerlo, o si quiera decirle que lo amaba con todo mi ser.

—Anda, dilo comenzó a hacer cosquillas sobre la bebé. O, mejor dicho, sobre mí.

—¡Pa...pá. —dije sonriendo.

De pronto papá comenzó a toser.

—Cariño, ¿estás bien? —mi madre me tomó en brazos. Papá no dejaba de toser. ¿¡Qué estaba sucediendo!?

En un abrir y cerrar de ojos, de su boca salía sangre. ¿Papá iba a morir?

—¡Alguien ayúdeme, por favor! mi madre gritó desesperada—. ¡AYUDENME!

En ese momento, entró un doctor seguido de una enfermera con máquinas y otros instrumentos.

—Por favor, señora, abandone el área pidió amablemente la enfermera.

—¡No me iré de aquí! —gritó mamá

—¡Señora, tiene una pequeña bebé viendo esto, por favor salga y evite traumas! —pidió nuevamente la mujer.

—¡Elliot! —chilló mi madre antes de que la sacaran de la habitación.

De pronto, los latidos de mi padre comenzaron a decaer y fue como si los míos también decayeran. Dios no, él no podía irse así.

—¡Enfermera, prepare el quirófano! —ordenó—. ¡Debemos remover rápido!

—¡Si señor!

Se estaban llevando a mi padre al quirófano.

Corrí a toda velocidad detrás de los enfermeros. Entramos a una habitación completamente fría donde colocaron a papá para comenzar a operar. Estaban a punto de comenzar, cuando de repente sus latidos ya no se escuchaban.

Papá había muerto.

—¡Papá! —grité mientras me levantaba de golpe.

Acabo de ver a mi padre morir. Dios, ¿por qué?

Mis pensamientos fueron interrumpidos por golpes en la puerta principal.
Totalmente aturdida por mi sueño, me dirigí a la puerta y la abrí encontrándome con nada más y nada menos que Mila Harris, o mejor dicho, Rogers.

—¿Se te ofrece algo? —pregunté sarcástica.

—De hecho, sí —respondió tajante.

—Déjame adivinar, quieres que me aleje de tu esposo —me apoyé en el marco de la puerta.

—No, de hecho, quiero que te vayas de la ciudad.

¿Estaba hablando en serio?

—¿Y si no lo hago qué? —pregunté cruzándome de brazos.

—Eso queda en tus manos, Williams.

Y dicho eso, se fue.

Rompiendo PromesasWhere stories live. Discover now