Capítulo Veintiuno

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CHRISTIAN

La había jodido, y la había jodido en grande. En cuanto Vera se marchó sin tan si quiera mirarme, supe que mi reacción la había lastimado. ¿Cómo pude enloquecer por algo así? Se suponía que Mila y yo estábamos en un pésimo momento como para enfurecerme por sus acciones. Había perdido a Vera una vez más y por mis malditos celos.

—¡Maldita sea! —lancé el florero que estaba en la mesa contra la pared.

—Así no la vas a recuperar —la voz de mi hermana resonó en la habitación.

Sus ojos estaban totalmente rojos al igual que su nariz. Ella estaba igual de herida que Vera y yo no pensé en ello, me dejé llevar por la ira. Luego de que lograra calmarme, Gabriela me explicó lo sucedido entre Mila y su amante. De acuerdo con sus acciones, supe que ella no me amaba, ni que me necesitaba más que por mi dinero, tal y como Vera había sospechado días atrás. Durante varias horas reflexioné si de verdad Mila me amó, pero no llegué a ninguna conclusión, todo era muy confuso.

—Debes darle un poco de tiempo, Christian. Tu reacción realmente la lastimó.

—No sé cómo dar la cara luego de cómo me comporté —escondí mi rostro entre mis manos.

Lo único que conseguía al acercarme a Vera era lastimarla.

—¿Disculpándote, quizá? —Gabriela se cruzó de brazos—. Christian, no logro entender por qué te pusiste celoso. ¿No es cierto que Vera es la única mujer en tu vida?

Ni yo lo entendía, y no podía ni si quiera expresarle tal cosa a mi hermana. Me sentía avergonzado de mí mismo. Parecía que estaba jugando en ambos bandos y eso no estaba bien. Vera se abrió a mí luego de todo lo que causé en su vida y aún así yo decidí apuñalarla por la espalda.

¿Cómo podía seguir amándome?


Decidí abandonar la casa de Vera y conducir hasta la casa de Ryan. Algo me decía que Vera se encontraba ahí, y yo realmente tenía que solucionar nuestros problemas. Ya la había humillado y dejado ir una vez, no podía permitirme hacerlo de nuevo.

Conduje por lo que parecía una eternidad, hasta que tuve que estacionar a un lado de la carretera. Javier estaba llamando y claramente no podía hacerlo esperar, él jamás llamaba en son de broma.

—¿Diga? —respondí a secas.

—¿Hice algo para que me contestes de esa manera? —Javier preguntó divertido.

¿Nunca pudo tomarse algo en serio?

—Ahora no estoy de humor, Javier. ¿Qué rayos quieres?

Escuchaba ruido al fondo, pero no podía distinguir de qué se trataba.

—Quiero saber qué demonios le sucede a tu novia. Recién llegaron unos hombres con camiones inmensos y comenzaron a sacar todas las cosas de la casa. Dicen haber sido enviados por Vera Williams.

—Saber qué demonios sucede con tu novia. Recién llegaron unos hombres con camiones sacando todas las cosas de la casa, dicen ser enviados por Vera —mi estómago da un vuelco—. Mamá está perdiendo la cordura, hermano, creo que debes venir.

Sin pensarlo mucho, di la vuelta y conduje directo hacia la mansión. Al llegar, me encontré con la escena que mi hermano había descrito. Todas las cosas que nos pertenecían las sacaron y las metieron a los camiones. ¿Qué demonios había hecho Vera?

—¿Sorprendido? —Javier se colocó a mi lado.

—No puedo creer que lo hiciera —dije mientras miraba a los hombres subir todas nuestras cosas.

—Pues ahí la tienes.

Y como si la hubiera llamado con mi mente, ella misma salió de la mansión siendo perseguida por mi madre. Llevaba su rostro sin maquillaje, pero su belleza exótica no desaparecía. Su cabello se movía al compás del viento y caminaba con decisión. Vera Williams era una mujer totalmente nueva. Me quedé de pie observándola, hasta que mi madre la jaló del brazo y logró voltearla.

—¡Es mi casa, zorra oportunista! —mi madre agitó los brazos desesperada mientras Vera la observaba.

—No, Margaret —ella negó—. Es mi casa y no dejaré que ni tú ni nadie de tu familia manche el nombre de mis padres, ¿te queda claro? —su tono era amenazante.

—¡Ellos solos cavaron su propia tumba! —gritó furiosa.

De repente, la mano de Vera viajó hacia el rostro de mi madre dándole una fuerte bofetada. Mi madre tocó su rostro y sollozó, realmente le había dolido. Javier corrió hacia ella y la socorrió, mientras que yo solamente observé la escena a la distancia.

—Y yo estoy cavando tu tumba, Harris —siseó—. Ahora, si tú o alguien de tu familia se intenta acercar a mi propiedad, te juro que no solo los voy a hundir, haré que deseen jamás haber nacido, incluido Christian.

Dicho eso, abrió la puerta de su auto, se metió y se marchó sin mirar en mi dirección, aunque claramente ella sabía que yo estaba ahí, escuchando su amenaza. Bajé la mirada y suspiré, esa fue su forma de decirme que había llegado el fin.

Había perdido a Vera Williams para siempre.


Una semana después del percance con Vera, Gabriela se encargó de sacar mis maletas de la que ahora era su casa, pues mi exnovia había decidido heredársela al haber ganado la mansión. Mientras tanto, mi madre, Javier, Mila y yo habíamos sido arrojados a la calle. Javier, tratando de mantener a mi madre a raya, decidió hospedarnos en el mejor hotel de la ciudad.

Tratamos de llevar las cosas con calma, pero la amenaza de Vera estaba tan latente que mi madre se hundió en su propia depresión. Yo por mi lado, traté de entender lo que sucedió entre Vera y yo, mientras que a la vez trataba de trazar un plan para mi relación con Mila. Todo estaba saliéndose de control y no supe en qué momento sucedió.

Me encontraba observando las estrellas desde el balcón cuando Javier llegó.

—Te extraña —aseguró, observando el cielo.

Suspiré, solo él pensaba eso—. Dudo que lo haga luego de tanto daño que le causé, Javier.

—No quita que te siga amando, Christian. Nada de lo que hagamos puede impedir que la persona correcta nos ame con profundidad.

—¿Y si yo no soy la persona correcta para ella? Mira todo lo que le hemos hecho, Javier. Yo no podría perdonarme.

Javier dejó salir un suspiro y me miró. Él más que nadie entendía mi profundo dolor por Vera, pues él siempre presenció mis deseos de hacerla mi esposa y la mujer de mi vida. El que me viera de esa forma probablemente lo hacía sentirse muy mal, pero yo sabía que no había nada que hacer o reparar.

De pronto una voz nos interrumpió.

—Christian.

Rompiendo PromesasWhere stories live. Discover now