Capítulo Veintidos

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CHRISTIAN

Volteé para ver de dónde provenía la voz, cuando de pronto los brazos de Mila se envolvieron a mi alrededor. Rápidamente me arrepentí de haber tenido la puerta abierta. Llevábamos días sin estar a solas y así lo prefería, pues no tenía las fuerzas suficientes para enfrentarla por su infidelidad.

—¡Oh, Christian! —besó mis labios con delicadeza.

Rápidamente la aparté.

—¿Qué demonios haces aquí, Mila? —cuestioné fríamente.

—Tu madre me dijo que estabas aquí y quise hablar contigo. Hasta ahora me contó con detalles lo que hizo esa mujer —siseó—. Te dije que ella no cambiaría por ti, Christian, solo te utilizó —la corté de inmediato.

—Tú —la miré fijamente—, no tienes ningún jodido derecho para hablar así sobre Vera.

Mila me observó estupefacta. Sus grandes y preciosos ojos me miraron con desconcierto y yo suspiré. Ella de pronto estalló como una niña malcriada.

—¿¡Estás defendiéndola luego de todo lo que nos hizo!? —justo antes de que yo pudiera hablar, Javier se adelantó.

—¿Nos hizo? —él entrecerró sus ojos—. ¿De veras tienes el descaro de venir aquí luego de engañar a mi hermano? —la señaló—. Joder, Mila, ten un poco de dignidad.

Su semblante de repente cambió por completo y su gesto cambió a preocupado en cuestión de segundos. Ella realmente no esperaba que la descubriéramos.

—¿Engañarlo? —su voz tembló—. Yo no...

—No te hagas la desentendida, Mila —gruñí—. Gabriela me lo contó todo.

—¡Christian! —jadeó.

—No puedo creer todo el jodido tiempo que perdí a tu lado.

Mila intentó acercarse, pero la detuve.

—¡Ellos te han llenado la cabeza de cosas, Christian! —sollozó—. ¡Tú sabes que te amo!

La miré fijamente y sentí mi corazón detenerse por una fracción de segundo. Realmente sentí algo por ella, pero no podía ser. Ella había decidido engañarme y yo seguía enamorado de Vera. No podíamos hacernos más daño.

—Por favor, Mila —suspiré—. No te humilles más y vete. Tú nunca serás como la mujer que amo.

Como si le hubiera dado una bofetada, Mila colocó sus manos cubriendo su rostro y corrió hacia el pasillo, no sin antes dar un portazo. Dejé salir un suspiro y me apoyé contra el balcón, realmente lo que dije fue muy doloroso.

—Se ha cabreado mucho —Javier caminó hacia mi lado—. ¿Crees que haga algo contra ti?

—Sinceramente no lo sé, y tampoco me importa —me encogí de hombros.

Luego de un largo silencio él decidió continuar con la conversación.

—Pero sí te importa lo que le haga a Vera.

Su comentario encendió mis alarmas de inmediato. ¿Realmente Mila podía ser capaz de dañar a Vera?

—¿Crees que le haga algo a Vera?

—No lo sé, hermano. Mila es capaz de todo, tú más que nadie lo sabes.


Luego de que Javier se marchara a su habitación, me quedé meditando sobre sus palabras.

¿Realmente le haría daño a Vera?

Un segundo después la puerta de mi habitación sonó. Me levanté aún con la imagen de Vera en mi mente y abrí encontrándome con mi madre y su rostro demacrado. Para ser honesto, luego de que Vera la dejara sin nada, ella decayó lentamente, como si el dinero significara todo en su vida, como si nosotros realmente no fuéramos suficiente.

—¿Necesitas algo? —pregunté.

—¿Por qué le has dicho a Mila que jamás será como Vera? —fruncí el ceño mientras ella se abría paso hacia mi habitación—. ¡Ella no se compara con esa cualquiera!

Por supuesto que Mila había hablado con mi madre.

—Mamá, si vienes a hablar mal de Vera por favor retírate. No creeré ni una palabra de lo que digas, no luego de todo lo que le has hecho —intenté sacarla y cerrar la puerta, pero me detuvo.

—¡Es que ella no te ha dicho la verdad! —gritó entre lágrimas.

¿Verdad?

—¿De qué hablas? —apreté los puños.

—Vera Williams fue quien asesinó a tu padre, Christian.

—¿Qué? —pregunté incrédulo.

¿Vera había asesinado a mi padre?

—El medicamento de tu padre. Ella lo alteró causándole la muerte. Nadie me creía, pues todos la daban por muerta, pero yo —se señaló a sí misma—, yo tenía pruebas de lo contrario, pero ella se encargó de eliminarlas.

—No puede ser —susurré—, no puede ser.

—Vera Williams fue y es la ruina en nuestras vidas, hijo.

No, no más.

Rompiendo PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora