Capítulo Cuatro

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CHRISTIAN

Esa voz la reconocía donde fuera.

Era ella, era Vera Williams en mi puerta.

—¿De qué demonios estás hablando?, ¡tú deberías estar muerta! —replicó mi madre asustada.

Exacto.

Vera debía estar muerta, pero no lo estaba. Estaba aquí, frente a mi madre, sin rastro de la bondad que era tan característica de ella. Ahora solo mostraba rabia, odio y determinación en voz; algo que me había descolocado por completo, porque significaba que ella no vino aquí por mí, vino por algo más, algo que solo podría ser visto en una persona llena de rencor...

Venganza.

—Eso es lo que tú quisieras, Margaret —puso un pie dentro de la casa sin pedir permiso.

En otras circunstancias me hubiera reído o me hubiera indignado, pero solo estaba sorprendido y aterrado por ver el cambio en mi ex novia. Sus preciosos ojos azules ahora destellaban determinación, pero nada más. Ninguna expresión pasaba por su rostro y eso me aterraba, pues nunca vi esa faceta de Vera. La magia que tenía en sus ojos había desaparecido, sin embargo, yo aún me sentía atrapado por su hechizo y belleza exótica.

—Lárgate, ¡lárgate ahora mismo de mi casa! —chilló.

—Querrás decir, mi casa —respondió Vera en defensa—. Es por eso que me odiabas, ¿no, Mar?, porque tú y tu esposo engañaron a mi padre para que les diera el maldito terreno y sabías perfectamente que, si yo me llegaba a enterar de tu plan, sacaría las garras como lo estoy haciendo ahora, ¿no? —preguntó Vera muy segura de sí misma.

Todo estaba muy confuso en el ambiente y, sin embargo, tomando todo el valor que jamás tuve en años, salí totalmente del salón, encontrándome con ella. Su cabello largo y oscuro se había vuelto más claro y corto, sus ojos azules llenos de esperanza estaban apagados y solo reflejaban ira, y su cuerpo, su jodido cuerpo era cubierto por la sensualidad característica de la mujer que amaba.

—Vera —murmuré.

Inmediatamente se volteó en su totalidad y me observó detenidamente, luego miró sobre mi hombro encontrándose con Mila. Una sonrisa se formó en sus apetecibles labios, una sonrisa llena de ironía y furia. Estaba claro que me odiaba, no hacía falta decirlo para entenderlo.

—¡Señor Harris! —habló en tono de desprecio—. Y usted debe ser la señora Harris, ¿no?, vi la noticia de su boda en los medios, llamando la atención como siempre —soltó una risa llena de ironía—. Me sorprende que no se la hayan comido viva, señora Harris.

Mila no se quedó callada—. Uno, sí, soy yo, y dos, realmente nos alegramos de que llamáramos tu atención, así supiste y sabes que Christian ya no te pertenece.

—Querida, descuida, nunca lo hizo —sonrió.

—Zorra —masculló.

Vera soltó una carcajada llena de sarcasmo en ese momento. Estaba completamente irreconocible. Nada de lo que fue en un pasado existía en ese momento; todo lo que podía ver en sus preciosos ojos era el ejemplo de la traición experimentada en carne y hueso. Todo rastro de amor y bondad habían desaparecido y fueron reemplazados por odio.

—Vaya, toda una mojigata. Es el tipo perfecto para ti, Christian, bien hecho —se volteó y observó a mi madre quien la miraba detenidamente, pero con el horror reflejado en su mirada.

Se miraron durante varios segundos que se tornaron eternos, hasta que Vera habló nuevamente.

—Deberías buscar un abogado, Margaret —sonrió petulante. ¿Dónde estaba la mujer de la que me había enamorado?

Rompiendo PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora