Capítulo Tres

15K 846 22
                                    

CHRISTIAN

Y aquí estábamos, a unos metros de la lápida de Vera. Realmente me dolía ver ese jodido recuerdo de ella, me dolía saber que, si la hubiera defendido de mi madre y padre, ella estaría aún conmigo y quizá, sería mi esposa. Estaríamos viviendo felices, lejos de todo lo que alguna vez pudo haber sido tóxico para nuestra relación.

Pero ahora estás casado con Mila, estúpido.

Ya lo sé.

—¿Qué dijiste? — preguntó Javier. Demonios, había hablado en voz alta.

—Nada —murmuré mientras esperaba impacientemente a que Vera apareciera. ¿Por qué demonios tardaba tanto?

Pasaron dos jodidas horas y esta misma no aparecía, ¿realmente Javier la había visto? Quizá todo fue una fantasía o simplemente la confundió con alguien más. Pasó mucho tiempo de su muerte, es claro que ella no puede volver, no sin ser un zombie como los que presentan en las películas. Miré a mi hermano y noté lo concentrado y determinado que se encontraba.

—Me parece que estás alucinando, Javier —susurré, decepcionado.

—¿Entonces cómo explicas las fotos? —preguntó en tono molesto.

—¡No lo sé!, pero Vera está muerta, Javier. Ella está muerta —recalqué incluso para mí mismo.

—Tú dijiste que Vera era una mujer de muchas máscaras, incluso muy astuta, ¿qué te asegura que no se esconde de nosotros? —preguntó mi hermano evidentemente fastidiado por mis cuestionamientos.

—¿Cómo demonios entraremos al zoo? —pregunté curioso.

—Solo espera —soltó una risita y sacó unas pinzas, ¿qué rayos cruzaba por su mente?

De repente, el enorme portón se abrió.

—¿Cómo...? —me quedé anonado.

—Soy astuta, cariño —sonrió y tiró de mi brazo para entrar.

—Podrías robar un banco—sonreí, atrayéndola a mí.

—Podría esconderme del mundo entero si así lo quisiera —contestó para luego unir sus labios con los míos.

—No lo hagas —la besé—. Sería imposible para mí encontrarte entonces.

—¿Te rendirías tan fácilmente? —su ceño se frunció.

—Contigo no.

—Quiero vigilancia, por todas partes —dije levantándome del sitio. Si ella intentaba esconderse, simplemente no podría hacerlo de mí.

—¿A dónde vas? —preguntó Javier evidentemente confundido.

—A donde sea, no seguiré aquí, pero tampoco dejaré que Vera escape respondí caminando a la salida. Lo que sea que tuviera planeado no iba a sorprenderme.

—¿Entonces planeas poner cámaras de seguridad por el cementerio? —dijo mi hermano alcanzándome—. Ya los difuntos no tendrán paz —bromeó.

—Ni yo tampoco hasta que pueda dar con ella otra vez —murmuré.

—Christian —puso una mano sobre mi hombro—, sé que fue una parte importante en tu vida y que no es tan sencillo dejarla ir, pero, joder, han pasado dos años y estás casado —las palabras de Javier dolían conforme las estaba escuchando, pero tenía razón.

—No puedo dejarla ir tan fácil, no puedo cerrar una historia que todavía no entendí, Javier, no puedo —contesté frustrado.

Vera fue mi primer todo y aunque sabía que debía soltarla, necesitaba un cierre para lograr hacerlo. Sus ojos aparecían en mi mente todo el tiempo y comenzaba a tornarse en una tortura lenta y muy dolorosa. Sabía que nadie podía entenderlo, o al menos nadie que me rodeara, pues ningún otro perdió al amor de su vida de una forma tan tonta y a la vez tan horrible, solo yo.

Rompiendo PromesasWhere stories live. Discover now