Parte I - Carta 18

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 2 de diciembre de 1991

Querida amiga:

Mi hermano llamó por fin ayer, y dijo que no puede volver a casa en ningún momento de las vacaciones de Acción de Gracias porque va atrasado en los estudios a causa del fútbol. Mi madre
estaba tan enfadada que me llevó a comprar ropa nueva. Sé que te parecerá que lo que estoy a punto de escribir es una exageración, pero te prometo que no lo es. Desde que entramos en el coche hasta que volvimos a casa, mi madre, literalmente, no paró de hablar. Ni un solo momento. Ni siquiera
cuando me metí en el probador para probarme pantalones «de vestir». Se quedó fuera y expresó en voz bien alta sus preocupaciones. Las cosas que dijo se oyeron por todas partes. Primero, que mi padre debería haber insistido en que mi hermano volviera a casa aunque fuera solo una tarde.

Después, que mi hermana haría bien en empezar a pensar más en su futuro y enviar solicitudes a
universidades «de reserva», por si acaso en las buenas no la aceptan. Y luego empezó a decir que el gris me sentaba bien.

Entiendo la forma de pensar de mi madre.

En serio.

Es como cuando éramos pequeños e íbamos al supermercado. Mis hermanos se peleaban por las cosas por las que solían pelearse siempre, y yo iba sentado en la parte de abajo del carrito de la compra. Y mi madre acababa tan enfadada que empujaba el carrito cada vez más rápido, y yo me sentía como si estuviera en un submarino. Ayer ocurrió igual, salvo porque ahora voy en el asiento delantero. 

Cuando vi a Sam y Patrick hoy en el instituto, ambos coincidieron en que mi madre tiene muy buen gusto con la ropa. Se lo conté a mi madre cuando volví a casa y sonrió. Me preguntó si quería invitar a Sam, Patrick y a ti a cenar algún día después de las fiestas, porque mi madre con las fiestas ya se pone bastante nerviosa. Llamé a Sam y a Patrick y dijeron que sí. Sam también me dijo que tu y ella ya no están peleadas; así que podrías ir sin sentirte incomoda.

¡Estoy muy emocionado!

La última vez que vino un amigo a cenar por Acción de Gracias fue Michael el año pasado. Tomamos tacos. Lo más genial de todo fue que Michael se quedó a dormir. Acabamos durmiendo muy poco. Casi todo el rato estuvimos hablando de chicas y películas y música. La parte que recuerdo con más claridad fue cuando paseamos por el vecindario de noche. Mis padres estaban dormidos, igual que la gente del resto de las casas. Michael miró por todas las ventanas. Estaba oscuro y silencioso.

Dijo:
—¿Crees que son buena gente?
Dije:
—¿Los Anderson? Sí. Son mayores.
—¿Y esos de allí?
—Bueno, a la señora Lambert no le hace gracia que entren en su jardín las pelotas de béisbol.
—¿Y aquellos de allí?
—La señora Tanner ha estado en casa de su madre durante tres meses. El señor Tanner pasa los fines de semana sentado en el porche de atrás escuchando partidos de béisbol. La verdad es que no sé si son buena gente o no porque no tienen niños.
—¿Está enferma?
—¿Quién?
—La madre de la señora Tanner.
—No creo. Mi madre lo sabría, y no ha dicho nada.
Michael asintió.
—Se están divorciando.
—¿Tú crees?
—Ajá.

Seguimos andando.

A Michael a veces le daba por caminar en silencio.

Supongo que debería mencionar que mi madre había oído que los padres de Michael ahora están divorciados. Dijo que solo el setenta por ciento de los matrimonios permanecen juntos cuando
pierden un hijo.

Creo que lo ha leído en una revista en alguna parte.

Con mucho cariño,

Charlie  






Las Ventajas de ser Invisible [Charlie y Tu] -Actualizaciones Lentas-Where stories live. Discover now