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Marylise.

Odio que me pase esto. No me había vuelto a pasar desde los doce años, pensé que ya todo estaba bien.

No me gusta despertar y ver agujas en mis muñecas, no quiero tener esta cánula nasal que me ayuda a respirar; odio los hospitales, ya que prácticamente viví en uno por diez años. Maldición, ¿por qué tenía que pasar ahora?

Lo último que recuerdo antes de desmayarme fue que estaba llorando. Estaba tan alterada e inestable cuando llegue a casa. Desde que lo vi en el cine, vigilándome, sentí esa familiar y horrible sensación de ahogamiento, una presión en mi pecho. Los nervios, el temor y la inquietud que sentí fueron lo que me llevó a esto. Siempre me ha dicho el doctor que debo cuidarme, que no debo alterarme ni agitarme más de lo necesario, ya que si lo hacía podría tener una recaída. Y eso pasó.

Sentí cómo me faltaba el aire y mi garganta se cerraba poco a poco, haciendo que produjera silbidos al intentar respirar. Busqué mi inhalador por todas partes, pero de la misma desesperación no pude encontrarlo. Me resigné a sentarme en el piso e intentar los ejercicios que me enseñaron en el hospital, pero no estaban funcionando, cada vez me sentía peor.

Escuché a mi hermano llegar, pero no podía gritarle ya que las palabras no se pronunciaban. Él me llamó un par de veces, pero al no recibir respuesta alguna de mi parte, entró a mi habitación. Se acercó rápidamente a mí al verme y me preguntó no sé cuántas veces sí estaba bien. Yo negaba con la cabeza en respuesta.

Oliver saca su teléfono y le llama a mi mamá. No sé qué le dijo ella, sólo escuché a mi hermano pedirle que se apresurara en llegar y colgó, para después susurrarme que todo estaría bien. Se sentó conmigo e intentó ayudarme con los ejercicios para respirar, pero nada de eso funcionaba, cada segundo me sentía peor que el anterior, cada vez me faltaba más el aire. Comencé a ver puntos negros en las paredes, y estos se movían conforme movía yo mis ojos. Mi vista comenzó a nublarse cada vez más, mi cabeza dolía y mis ojos se volvían pesados. Finalmente, todo terminó, no supe que más pasó ese día ya que perdí el conocimiento.

Desperté al día siguiente en una cama de hospital, un tubo ET estaba en mi garganta y era el que me ayudó a respirar mientras yo estaba inconsciente. Observé a mí alrededor y vi a mi mamá, quien estaba dormida en el pequeño sillón del cuarto. El tubo en mi garganta era demasiado incomodo, para mi suerte, mi mamá despertó segundos después que yo. Ella llamó a la enfermera y ésta entro al cuarto, se acercó a mí y retiró el tubo de mi garganta, colocándome una cánula nasal para que no me esforzara tanto al respirar.

Llegó el doctor y nos dio a mí y a mi mamá algunas indicaciones. Me preguntó sobre lo que hacía mientras esto pasó, yo le inventé que estaba en casa y de repente sucedió. No podía decirle que tiempo antes estuve atada a una cama mientras un hombre mayor que yo me castigaba por portarme mal. No es algo que pudiera decir en ese momento, mucho menos enfrente de mi mamá.

Al final me dijo lo mismo que me han dicho todos los doctores con los que he ido; que no debo agitarme, que me mantenga en reposo por unos días, que evite el polvo o cualquier otra sustancia volátil, que tome mis medicamentos sin falta. Lo mismo de siempre. Me dijo que me mantendría en observación por ese día, y que al día siguiente me daría de alta si no había otra complicación. Por suerte, no la hubo y pude salir del hospital el domingo en la tarde. Odiaba ese lugar.

Mi mamá pidió unos días libres en el trabajo para poder cuidarme, pero sólo le dieron el lunes. Falté a clases ayer y hoy martes también, por recomendación del doctor. Yo ya me siento bien, no me gusta faltar a clases porque me pierdo de mucho. Me siento mucho mejor hoy, no creo que haya sido necesario faltar también ahora, pero mi mamá me obligó a hacerlo.

Teach me math, baby » H.SWhere stories live. Discover now