Capítulo 1: Encuentro Inesperado

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NARRA DANA

Iba caminando de regreso a casa, había salido tarde de la universidad y no pude conseguir un bendito taxi, así que me tocó caminar hasta mi casa la cual quedaba bastante lejos.

Estaba una calle antes de uno de los puentes de la ciudad, me aterrorizaba pasar por ahí, siempre le he tenido miedo a las alturas. Las calles estaban desiertas a esta hora. A lo lejos pude ver una persona en el borde del puente y estaba... ¡¿A punto de suicidarse?!

Sin pensarlo dos veces corrí hasta llegar a donde se encontraba esa persona.

—¡ESPERA! por favor espera, no lo hagas!—dije desesperada al parecer era una chica la que se encontraba ahí.

—No me detengas —dijo ella con un hilo de voz y mirándome fijamente.

—Lo siento mucho, pero ya soy parte de esto—dije con seguridad y acercándome un poco, no quería asustarla.

—No, no lo eres, solo déjame —contestó ella con voz fría.

—¿Sabes?, no importa cuales sean tus problemas Dios puede ayudarte a resolverlos todos, yo también puedo ayudarte —dije

—Nadie puede ayudarme —contestó ella.

—Dios puede ayudarte —dije de nuevo con sinceridad.

—Si Dios existiera, no hubiera permitido todo lo que me pasó para que mi vida fuera un asco—comentó

—Pues el siempre está dispuesto a ayudarte, no es él quien te desea el mal, en el mundo siempre habrán situaciones que nos hacen sufrir, es por eso que es necesario que busques a Dios.

—No —replicó con voz fría.

—Créeme, no me iré de aquí hasta que te bajes de ahí —insistí señalando el borde del puente en el que se encontraba.

NARRA TAMARA 

Justo cuando estaba a punto de acabar con este estúpido tormento llamado vida llegaba esta chica interrumpiendo mis momentos finales, se notaba que estaba preocupada por mí, ¿pero si apenas me conocía? nadie se había preocupado por mí en mucho tiempo.

—Bien, dime que quieres—pregunté dándome por vencida a la vez que me bajaba del puente, sinceramente ya me hubiera lanzado sin importarme si alguien me veía o no, después de todo no valgo nada, pero algo me impedía hacerlo y no sabía que era.

—Quiero que me permitas ayudarte.... A por cierto soy Dana —dijo.

—No quiero tu ayuda por algo me quiero matar —dije con un tono poco amigable.

—Entonces, me quedare aquí, para evitar que intentes acabar con tu vida—dijo ella a lo que yo le lancé una mirada curiosa.

—Mira...—hizo una pausa esperando a que dijera mi nombre.

—Tamara —respondí seria

—Mira Tamara, puede que consideres que no vales nada, que no mereces vivir, no sé, tal vez has tenido una vida Difícil, todos tenemos problemas pero esa no es la forma de solucionarlos —dijo ella señalando el vacío.

—Tu eres valiosa, cada persona lo es, cada persona tiene algo único y especial y eso es importante, tu eres importante para Dios aunque no lo creas, si no mira, porque crees que estoy aquí, si Dios no existiera como tú dices nada te hubiera impedido saltar, pero no lo hiciste, puedo ver que él te llama y te quiere restaurar —añadió 

Tenía unas inmensas ganas de llorar, nadie sabe por lo que pase toda mi vida, y la manera en la que viví, jamás me habían dicho una palabra que me hiciera sentir bien, estaba acostumbrada a que me trataran como una basura, pero ahora no quiero recordar eso.

—Yo... no sé — pero antes de que pudiera decir algo más ya estaba llorando. La chica Dana no sabía qué hacer, pero se acercó lentamente y me dio un leve abrazo, como si fuera a romperme.

—¿Puedo ser tu amiga?-preguntó mientras se separaba de mi a lo que yo inconscientemente asentí.

—¿Puedo quedarme en tu casa? solo por esta noche, no quiero regresar a la mía —dije.

—Sí, si, no hay problema, llamaré a mi madre para avisarle —respondió ella.

Que afortunada al menos ella tenía madre.

No sé por qué o como llegué a estar en esta situación, a cambiar de parecer tan rápido, pero de algo estaba segura, tenía una amiga. Y al parecer a Dios que se interesaba en mi vida.


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¡Bendiciones!

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