VII.

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Resumen: "Soy Chloe. Estoy estudiando Bellas Artes, último año ya, y, bueno, hasta hace un par de meses o así no tenía ni puñetera idea de qué hacer como proyecto final. Sé que te estás preguntando qué tiene que ver eso contigo, la cosa es que, sin saberlo, me diste una idea para el trabajo."

Rating: K+

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Chloe sale del despacho ligeramente mareada.

Echa un vistazo fugaz al reloj en su muñeca y ve que apenas son las ocho de la mañana y su cabeza ya palpita con la inmensa cantidad de información que su profesora ha metido a presión dentro de ella.

Había pedido una tutoría para aclararse, sin embargo, está incluso más perdida que antes. Es su último año para terminar el grado en Bellas Artes. Y Chloe, siendo como es, había escuchado a sus profesores repetir e insistir y taladrarles la cabeza con el trabajo de final de grado desde el primer segundo que pisaron la clase a principios del curso; pero no se lo había tomado en serio porque, bah, hasta que tuviera que entregarlo en mayo había tiempo de sobra.

Solo que, está a 23 de marzo y todavía no tiene ni puñetera idea de qué hacer.

De ahí la reunión con su tutora. De ahí el mareo. Porque la mujer básicamente se ha dedicado a hacerle un repaso de todas las opciones disponibles y presionarla para que escogiera pronto porque se le acaba el tiempo para presentar un trabajo digno de una buena nota.

"Y no querrás que tu estupendo expediente quede manchado por un pequeño error de cálculo, ¿me equivoco, Chloe?"

Así que la pelirroja le da vueltas y vueltas a la tonelada de posibilidades que le ha presentado su profesora en busca de aquella que encienda una chispa en su interior. La que haga que sus dedos se crispen en torno al aire por el ansia de empezar a trabajar en ello. La que consiga que esté tan inmersa en ello que se olvide de comer, de beber, de dormir, hasta que Aubrey se dé cuenta y la fuerce a tomarse un descanso y cuidarse.

Sus pies se mueven de forma automática por un camino ya memorizado. Abre la puerta de una pequeña cafetería que hace esquina con el campus de Barden, ignorada por la mayoría de los estudiantes que preferían las largas colas y excesivo precio de Starbucks porque creen que llevar una taza de cartón con la sirena verde impresa en un lateral les hace más guays.

Chloe ha de admitir que ella era así antes. Dándole más importancia al logo que a todo lo demás. Hasta que un día levantó la mirada del móvil y coincidió con la estrecha entrada de la cafetería See You Latte. El juego de palabras logró arrancarle una sonrisa, picó su insaciable curiosidad, provocó que se desviase del camino al Starbucks para entrar en ese pequeño rincón. Nada más entrar, el olor a café tostado asaltó su nariz y le trajo recuerdos de mañanas de fin de semana pasadas escondida bajo las sábanas con su madre mientras su padre les preparaba el desayuno en el piso de abajo. Y, además, por lo que le costaba un café en Starbucks, aquí se compraba uno grande acompañado de un delicioso muffin de vainilla con pepitas de chocolate.

Desde entonces ha sido una fiel cliente de See You Latte. Allí va a menudo a pasar el tiempo libre cuando no le apetecía estar rodeada de gente. Allí va a pensar mientras da vueltas a su café. Allí va a pintar cuando se queda atascada y necesita que le dé el aire.

Los dueños, un matrimonio de mediana edad, ya la conocen y se saben su pedido de memoria. En cuanto la ven entrar, ya se giran a prepararlo. Solo necesitan una señal para saber si Chloe lo quiere para llevar o para tomar allí sentada en la mesa de la esquina del fondo junto al cristal, desde donde puede ver a todo aquel que pase por la calle.

SnapshotsWhere stories live. Discover now