Capítulo 12. Parte 4.

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«Te agrada, en verdad, Harry. Toma mi polla en tu boca. Pronto me rogarás por ella. Ponte de rodillas y ruega, ruega como debe hacerla un esclavo».

Harry se despertó con una blasfemia y se encontró en el suelo. Intentó no tener náuseas. El sabor asqueroso de su vieja pesadilla perduraba en su boca. Sangre, sexo y dolor. Nunca olvidaría esa combinación única de olores y sensacio­nes. El débil placer y la anticipación en la voz de Yusef Alia­bad cerca del oído de Harry (demasiado cerca, demasiado cerca, maldición).

Días interminables de permanecer excitado y estar en vilo, de sentirse desesperado por encontrar alivio, odiando su falta de control. También temor y humillación por no haber podido evitar que su cuerpo reaccionara y deseara, incluso cuando su mente gritaba de horror. Tocó la cicatriz en relieve escondida debajo de su largo cabello, en su nuca. Una serie de iniciales, grabadas a fuego para siempre en su carne.

No le había importado brindarles servicios a las muje­res. Por lo general, eran fáciles de complacer y le habían ense­ñado mucho sobre el placer. Pero después del primer hombre, había intentado huir. Fue entonces cuando la señora Tezoli le presentó a Yusef. Le había dicho a Harry que debía apren­der una dolorosa lección y que Yusef estaría más que feliz de enseñársela.

Los dedos de Harry se cerraron alrededor de la bote­lla que estaba tirada, y tomó un trago de brandy. No había visto a Yusef en persona desde hacía doce largos años, aunque el bastardo a menudo visitaba sus pesadillas. Durante los dos años que le habían obligado a soportar que Yusef le tocara, había estado cerca de quebrarse. Solo la vigilancia constante de Nick había salvado su cordura y su vida.

Se estremecía. En el nombre de Dios. ¿Cómo lo había encontrado Yusef? Y algo más importante, ¿para qué? Des­pués del primer segundo de incredulidad, Harry había lu­chado contra un instinto imperioso de estrangular al hombre con sus propias manos.

Con otra maldición, se sentó. Estaba en el estudio. Al­guien había entrado, había vuelto a encender el fuego y había ordenado algunos de sus excesos. Un dolor de cabeza de di­mensiones monstruosas latía detrás de sus sienes. Con caute­la alargó la mano y encontró un pequeño bulto en su sien. Colocó la botella vacía de brandy con cuidado sobre la chime­nea alicatada. Era probable que el personal imaginara que ____ y él habían tenido su primera batalla marital y que él ha­bía perdido.

Maldición. ____ había estado allí. Le había arrojado un libro, y él había estado demasiado ebrio como para esquivado.

Se quitó el cabello de los ojos. Cuando ella se enfrentó a él, había comenzado a herirla de manera deliberada. Sabía que había conseguido lo que se había propuesto. La mirada en sus ojos al contar los cotilleos de su vieja amante le habían he­cho sentir mal.

Había intentado hacer que confiara en ella y, como de costumbre, él respondió con otro golpe. Gruñó. El sonido re­sonaba en su cabeza. No dejaba que nadie insinuara que el gran Harry Styles había abierto su corazón a una mujer y había expuesto sus más profundos temores. Sin embargo, ella se había recuperado y se había alejado de él, con la barbilla en alto. Su serenidad continuaba asombrándolo.

Su débil sonrisa desapareció. Debería contarle que el ridículo listado que había confeccionado con sus compañeros había desaparecido de su cabeza al conocerla. Aún más impor­tante, debía saber que Ashley ya no era su amante.

El reloj del vestíbulo tronó nueve veces. Harry se puso de pie tambaleando y buscó en vano la chaqueta. Volvió a atar su pañuelo de cuello y se alisó hacia atrás el cabello. Era hora de hacer algo que hubiera sido impensado algunos meses atrás. Debía subir, ponerse presentable y disculparse con ____.

No estaba en su habitación. No lo esperaba en la sala de desayuno. Negándose a sucumbir ante la ansiedad, Harry llamó a su criada.

-Milady salió esta mañana temprano a desayunar en un evento al aire libre en Strawberry Hill, milord.

-Gracias, Sally.

Harry asintió con la cabeza para que la mujer se re­tirara. Parecía que ____ no lo evitaba después de todo. ¿Quién podía culparla por asistir a sus obligaciones sociales sin él? Terminó el desayuno y arrugó el entrecejo hacia la silla vacía. De repente, se sintió incómodo en el silencio. ¡Maldición! Aún estaba intranquilo. No era propio de ____ retroceder ante un desafío. Había esperado encontrarla en el desayuno, agi­tando banderas y con el mosquete preparado para continuar con la batalla.

Se puso de pie con la intención de ponerse su vesti­menta de montar y seguirla. Antes de llegar a su habitación, dudó en las escaleras. Había arreglado una reunión con Nick y su banquero sobre la pérdida constante de ingresos de su negocio, una reunión que no podía esperar. El hurto y la falta de honradez tenían la facilidad de salirse de control a menos que se los erradicara con eficiencia implacable.
Después de cambiarse de ropas, regresó al vestíbulo y tomó el sombrero y el abrigo de montar de manos de su ma­yordomo. Subió al coche de viaje, asió las riendas, y de mane­ra intencionada le dio la espalda al camino hacia ____. ¡Maldi­ción! Estaría en casa para la cena. Se disculparía entonces

Esclavos del sexo. [Harry Styles] {MUY HOT} |TERMINADA|Where stories live. Discover now