iv

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El miércoles (su tercer día allí), Joe entró a la habitación. Llevaba un aparato metálico cubriendo su dedo índice. Cuando notó que la chica ocupaba la cama de al lado, clavó sus ojos en ella, interesándose tanto que creyó que iba a despertarla a golpes para que despejara el lugar.

—¿Qué haces aquí, Joe? —preguntó en un susurro.

Eso fue suficiente para atraer su atención y hacer que se olvidara enteramente de la muchacha. Se veía feliz de verle, lo cual fue confuso; pero se limitó a verle caminar entre el reducido espacio que formaban las camillas y la pared, hasta tenerlo a su lado, cerca de la ventana.

Se arrodilló y le mostró su mano.

Le tomó por la muñeca. Su palma tenía algunos cortes superficiales, sus nudillos tenían costras y estaban enrojecidos. Pasó un dedo sobre el relieve del pequeño aparato que envolvía la falange por arriba de la delgada venda.

—¿Qué pasó? —preguntó, mirándole.

—Me lo fracturé.

—¿En dónde?

El muchacho se limitó a alzarse de hombros. Miró otra vez la mano que Archie sostenía y sonrió, como si se sintiera agradecido por la herida. Él le soltó incómodo, cubriendo sus manos con la sábana.

El castaño recargó la barbilla en el filo del colchón, mirándole desde abajo.

—¿Duele? —preguntó, tamborileando su dedo dañado contra los azulejos del suelo.

No supo a qué se refería porque no le estaba mirando, pero supuso que todo seguía tratándose de su rostro.

—¿Mi nariz?

Asintió con un movimiento de cabeza. Un despeinado mechón de su cabello cayó por su frente, quedándose allí.

Llevó una de sus manos a la cabeza de Joseph, intentando ordenar un poco el desastre que estaba hecho. Parecía que no había obtenido una ducha en varios días y ni hablar de usado un cepillo; el cabello rizado parecía un nido de mimbre, haciéndole lucir demasiado desmarañado. Se rindió después de un par de intentos.

Realmente colocó toda su atención en lo que estaba haciendo; cuando bajó la vista, descubrió que había cerrado los ojos. Era como si siempre estuviera cansado, aunque algunas veces solamente veía a la nada, sin articular palabra. No sabía si imaginaba algo o sólo se perdía en cuestión de segundos.

Observó las enormes ojeras en su rostro. Tenía la piel reseca y parecía que algo estaba comiéndose el interior de su cara, deformándole las mejillas. Al verlo a tan corta distancia, reparó en el grave problema que sufría. Podía notarse a simple vista en qué estaba metido. O bueno, quizá él lo reconocía porque ya había convivido con personas drogadictas y casi siempre compartían los síntomas. Su actitud desinteresada y su falta de preocupación hacia la imagen corporal eran algunos.

—¿Por qué no lo dejas? —preguntó después de un rato.

Las enfermeras aun no hacían su chequeo matutino, Alice ya había despertado, pero al verle dio media vuelta en la cama y siguió durmiendo. Así que estaban solos, porque dudaba que su conversación le interesara.

—¿Dejar qué? —inquirió Joe.

Estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada contra la pared, mantenía los ojos cerrados.

Ya habían comenzado a hablar sobre el tema, Archie preguntó qué se metía y él le había obsequiado la respuesta en un murmullo, mientras su vista estaba fija en las sábanas azules.

—El cristal —dijo, ajeno a la importancia del tema—. Quizá luego pueda ser demasiado tarde.

El muchacho abrió los ojos de golpe, como si su mayor secreto hubiera sido revelado. Le dirigió una mirada molesta un par de segundos, que él sostuvo. Poco tiempo después, soltó un suspiro, rendido.

Comenzó a hablar, pero su voz no era más que un tartamudeo y varias palabras sin orden. Tuvo que exhalar y pensar demasiado para poder decir la frase completa sin perderse a la mitad.

—Creo que ya es demasiado tarde.

—Nunca lo es.

—Las necesito para sentirme normal —Suspiró—. El día que no hay jeringas, polvos ni pipas, siento que muero. Ya no se siente tan bien como antes, pero es peor si intento detenerme. ¿Te ha pasado alguna vez?

—Uhm... no.

Negó con un movimiento de cabeza, sintiéndose estúpido por haber formulado la pregunta inicial. Sabía que era difícil salir de ese tipo de situaciones y aun así le había preguntado, como si solamente bastara con mirarse en un espejo y decirse a uno mismo: Hoy no lo haré. Se podía hacer, pero el organismo atraía El malestar. Eso provocaba que fuese difícil abstenerse, podías sentir que morías de ansiedad si no añadías la dosis diaria a tu sistema.

Ahora Joe dependía de eso para sentirse normal. Podía intuir que era cuestión de tiempo para que más tejidos celulares de su cerebro se extinguieran, y allí sería cuando las cosas se pondrían feas.

Había presenciado como Will dejó de ser Will, cuando comenzó a caminar de un lado a otro sin decir nada, cuando sus ojos perdieron brillo y su sonrisa desapareció. Sabía que si seguía así, le ocurriría lo mismo.

—Creo que podrías buscar ayu...

Antes de que pudiera formular la frase, el otro cortó la conversación, alegando que no la necesitaba.

—Bien, no necesitas ayuda. ¿Ahora qué? —Se imaginó rodando los ojos (aunque en realidad no lo hizo, porque no le gustaba ser borde con nadie), pero sí endureció su tono de voz.

El muchacho en el suelo se llevó una mano al rostro, colocándola bajo su barbilla mientras su mirada estaba perdida en el suelo.

—Háblame sobre ti —dijo después de varios segundos en silencio.

Archie se quedó callado, mirando al frente. Soltó un suspiro y pensó largo rato. Siempre había sido un asco hablando de él, nunca sabía qué decir.

—No hay nada interesante que contar.

—¿Nada?

—Nada.

—Oh, uhm, ya sé —dijo, con la mirada aun fija en el mismo lugar—. Tu nombre.

—¿Mi nombre? —preguntó confuso. La enfermera se lo había dicho. Aunque era bueno tener un punto donde comenzar—. Archie. ¿Tu nombre?

—Joseph Frederick Dallas, sin seis... seis...

—¿Banderas?

—Banderas —asintió, con una inclinación—. Joe Dallas, no Texas.

Archie quizá pudo evitar reír, pero no se resistió ante una sonrisa, porque tenía años sin escuchar a alguien hablar acerca de las seis naciones que alguna vez habían tenido poder sobre ese estado. Texas. No tenía nada que ver, sin embargo, le alegraba que al menos supiera algo de historia, porque eso podía indicar que aún no estaba tan mal.

Crystal LinesWhere stories live. Discover now