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 —¿Joseph?

Anelle apareció en la habitación, sosteniendo una bolsa con medicamentos en la mano. Entró mirando a todos lados, como si creyera que encontrarlo sería una tarea difícil, aun cuando el lugar era tan pequeño que sería imposible perderlo de vista en menos de siete metros cuadrados.

El muchacho llevaba más de una hora allí y, en todo ese tiempo, los gritos de las enfermeras no habían bajado sus decibeles, gritaban su nombre por doquier.

—Cariño, ¿no has visto a ese chico afro que te hizo compañía hace un par de días? Probablemente lo recuerdes —Le preguntó, acercándose a la camilla—, llegó por una intoxicación. Es decir... viene cada semana por eso.

—Joe —respondió, con una media sonrisa—. Como olvidarlo.

—Sí, él. Se fracturó un dedo con la puerta de un auto. Me descuidé un segundo para ir por antibióticos para la inflamación y lo perdí completamente de vista. En fin, solo quería verificar. Al parecer le agradaste demasiado, tanto que ayer vino a la supuesta hora de visitas que Barbie inventó —rio, como si fuese una niña relatándole a una amiga sobre un enamoramiento—. Solo, pensé que estaría aquí, pero por lo visto no está. Bárbara vendrá en treinta minutos para cambiar los vendajes.

La mujer le sonrió por última vez antes de irse, checando que la bolsa de suero estuviera fluyendo correctamente.

—Eres un maldito mentiroso —dijo Alice desde la cama de al lado, con el brazo sano sobre su regazo, mirándole con interrogación.

Él la ignoró, desviando la vista en dirección opuesta. Inclinó la cabeza para poder observar las baldosas del suelo y de repente, vio una mano aparecer debajo de la camilla, después otra, luego una cabeza seguida de un torso; por último, un par de piernas.

Después de algunos segundos, tenía a Joe sentado en el suelo, rodeando sus piernas flexionadas con los brazos.

—Creí que ibas a delatarme —dijo mirando a Archie.

—Tengo cosas más importantes que hacer —respondió la chica, seriamente.

—No te decía a ti.

—Eres un idiota. No entiendo qué haces aquí perdiendo el tiempo cuando todos queremos largarnos.

—Déjalo ya —murmuró él en respuesta, refiriéndose a Alice, pues notó que estaba a punto de continuar con la pelea.

Él asintió con un movimiento de cabeza, no muy convencido.

—Si Anelle regresa, se enojará al descubrir que estás aquí.

—No quiero irme —dijo el moreno, acercándose un poco más, hasta estar cerca del hombro del ojiazul.

—Puedes venir en el horario de visitas.

—Ya sé que no existe uno. Aparentemente, todos aquí saben que necesitas un permiso para eso —Añadió con suspicacia.

Archie movió la cabeza desinteresadamente, pasando por alto la acusación.

Joe no estaba portándose tan raro hoy. Su comportamiento era muy diferente en comparación con la primera vez que le había visto. Ya sentía que hablaba con una persona normal y no con un niño con déficit de atención. Aunque bueno, eso de alejarse de la realidad tal vez estaba adherido a él, porque seguía sin dirigirle la mirada.

—¿Por qué regresaste?

—Porque quería verte.

—¿Por qué?

Joe se alzó de hombros.

—Porque sí.

Desenfocó la vista de él, mirando sus piernas. En cuestión de segundos se había ido completamente. Archie intentó ignorarlo, pasándole una mano sobre la cabeza para ver si podía despertarlo de su ensimismamiento.

—Bueno... —titubeó cuando obtuvo su atención—, estás asustándome un poco.

—¿Por qué? —El moreno inclinó la cabeza un poco hacia la izquierda, luciendo confundido.

—Esto... es un poco raro. Ni siquiera nos conocemos.

—Sé que te llamas Archie y tú sabes que me llamo Joe. ¿Qué más necesitas conocer?

—Muchas cosas —confesó. Su cabeza estaba llena de un montón de advertencias señalando que se mantuviera alejado de él; sin embargo, las ignoró, porque se trataba de su única compañía en ese desastroso lugar—. Nunca esperé que regresaras.

—¿Por qué?

—Porque sí —Se rindió después de quedarse sin opciones. No iba a decirle que no quería hablar con él porque era un drogadicto—. Tú me incomodas un poco.

—¿Por qué?

—Comienzo a creer que tienes un fetiche hacia los tipos con narices rotas y que estás aquí solo porque yo...

—¿Por qué? —interrumpió.

—Oh, termina con esto de una vez —Le miró irritado, y Joe soltó una risa tonta.

—Lo siento.

—¿Por qué? —Se burló imitando su tono.

El muchacho comenzó a reír aún más, tanto que tuvo que cubrir su boca para no alertar a las enfermeras.

Alice soltó un gruñido de irritación, diciendo: "Son patéticos" en voz alta. Ambos la ignoraron, como todo lo que decía.

Crystal LinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora