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Tuvo que conseguir un trabajo. Si quería irse, debía encontrar un método de conseguir recursos. No quería seguir allí, Aaron era un completo idiota. Un día simplemente llenó varias solicitudes de empleo y las llevó a sitios donde creyó que podrían contratarle. Pero nadie se interesaba en él y los McDonald's y Starbucks tenían parámetros de contratación muy altos aun cuando estaba hechos para ayudar a los estudiantes.

Tal vez tuvo un poco de suerte al entrar a un pequeño restaurante italiano que necesitaba un lavaplatos. Estaba algo lejos de casa, sin embargo, a esas alturas se conformaba con cualquier cosa.

Vio a un chico rubio tras una delgada mesa alta, leía el menú y llevaba una camiseta negra que anunciaba el nombre del lugar. Sonrió al verle.

—¿Archie? Eh, no esperaba verte —dijo Jack desde su sitio—. ¿Qué tal está todo? ¿Qué haces aquí?

Le explicó a lo que iba y Grey no dudó ni un segundo en decirle a su padre que había encontrado al nuevo lavaplatos.

El restaurante tenía temática italiana. Lo cual era algo ilógico porque toda su familia era de California, pero al parecer, su padre había estado un tiempo en aquél país y había aprendido lo máximo para poder formar su propio negocio. Tenía unas cuatro o cinco franquicias en todo el estado. Jack trabajaba allí por las mañanas, ya que estaba tomando un año sabático por algún motivo que no quería rebelar, por las tardes solía estar en la casa de Joe y Gilinski.

Intentó indagar un poco sobre Josh, porque ya había pasado un mes entero desde que lo había echado de su casa y no le había visto ni una sola vez.

Mientras lavaba los platos con sobras de lasaña y pasta de petto, le preguntó, porque ya eran las seis de la tarde, habían dejado de recibir clientes y ahora los cinco trabajadores allí (contándolo) se encargaban de arreglar el desastre. Los cocineros estaban limpiando mesas, los meseros fregaban pisos y Archie seguía lavando trastes sucios, Jack le ayudaba a secarlos y colocarlos en las repisas. De alguna forma, el trabajo era muy igualitario y todos eran tratados de la misma manera, algo que fue muy agradable porque conocía muchos sitios donde eso no ocurría.

—¿Qué tal está Joe? —preguntó, sin levantar la vista de un vaso.

Jack dejó de mover el trapo en su mano y se quedó serio.

—No sé —respondió después de algunos segundos en total silencio—. No lo he visto desde hace más de dos semanas.

Le miró con completa curiosidad.

—Lo último que supe fue que su madre le buscó un día, me dijo Gilinsky, porque él les llamó para decirles que no se sentía bien.

—¿Qué tenía?

—No sé, pero las veces que lo vi, se veía realmente diferente, como si hubiera muerto. Siempre estaba pidiendo dinero prestado y se encerraba en el baño durante horas. No hacía nada más que estar allí sentado. Creo que ahora vive con sus padres. Hemos intentado ponernos en contacto con él, pero jamás responde el teléfono.

—Eso es extraño —comentó.

—Sí, lo sé —Se lamentó Jack. Movió otra vez la tela en su mano, secando una enorme olla de aluminio— ¿Qué tal estás tú? Joe dijo que vivías con tu vecino.

Se alzó de hombros, restándole importancia al asunto.

—No podría estar mejor —mintió. 

Crystal LinesWhere stories live. Discover now