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Los días siguientes ni siquiera se cercioró de cerrar la ventana. Literalmente, el muchacho pasaba más de cinco horas diarias allí.

Era genial porque no había pensado en Aaron y tenía alguien con quien sustituir su falta de amor paternal. Ambos eran completamente distintos, se notaba a simple vista y le gustaba más Joe porque jamás le llamaba zorra, era cuidadoso y tenía una sonrisa hermosa.

Pasaron la mañana entera haciendo absolutamente nada. Archie se limitaba a leer un libro que había robado de la pequeña biblioteca escolar hace más de siete años. Al parecer era algo infantil demasiado corto. No de esas historias de situaciones irreales para enseñar a los niños a leer, trataba de la pérdida de un perro y su búsqueda hacia un nuevo hogar.

Estaba leyéndolo en voz alta, mientras tenía la espalda apoyada contra el muro bajo la ventana, su cabello se veía casi rubio a causa del resplandor solar. Joe estaba a su lado, guardando completo silencio mientras parecía intentar seguir la lectura. A veces reía a causa los graciosos tonos de voces que hacía Archie cada vez que un personaje diferente entraba a escena, parecía que estaba tomándose muy en serio el hecho de leer un libro infantil.

—¿Nunca has pensado que algunas cosas hechas para niños, solamente tienen sentido cuando eres mayor? —preguntó Archie, dejando la oración de "Vamos, papá, llevemos al perrito a casa. Podemos sanarle las heridas y ofrecerle alimentos".

Joe se alzó de hombros, sin aparentar interés por la pregunta.

Soltó un suspiro y continuó leyendo, ahora en voz baja.

Se lo preguntaba porque cuando era pequeño Will solía leerle ese mismo libro. Y no lo había tocado en años ya que, uhm, era un objeto sagrado y sentía mucho pesar al rememorar los momentos que compartió con él y la historia. Recordaba que cuando era un niño, solamente le preocupaba que el perro llegase sano a casa, pero releyendo comprendió que el sitio donde vivía era un jodido desastre y que no valía la pena estar allí un segundo más cuando podía conseguir un lugar mejor.

Levantó los ojos del papel. Comparó su vida con la historia y se sintió demasiado identificado, tanto que se asustó. Repasó su situación real, sintiéndose igual al perro de la historia. Él solamente venía siendo un animal perdido que intentaba regresar al sitio donde se había criado porque era lo único que conocía. Le daba miedo lo que el mundo tenía para ofrecerle porque todo lo que se había llevado hasta el momento fue una completa bazofia.

Le asustó tanto caer en la realidad que cerró el libro de golpe, sin ánimos que continuar la lectura nunca más. Intentó centrar sus pensamientos en otra cosa, porque sabía que si seguía así acabaría suicidándose.

Dejó en paz a Manchas y pensó en Joe.

El chico a su lado había estado raro todo el día, parecía que quería marcharse o que alguna preocupación se había llevado el hilo de sus pensamientos. Ni siquiera le respondía cuando hablaba.

Comenzó a preocuparse un poco, tal vez quería irse, pero él estaba actuando como un poseso que le animaba a quedarse leyéndole historias de animalitos perdidos. Es que los días se sentían un poco menos solos cuando estaba con él, porque estaban solos juntos y eso era mil veces mejor que no hacer absolutamente nada en toda la tarde.

Pero estaba allí, sentado a su lado. Solamente podía escuchar el sonido de sus nudillos al tronar. Por primera vez no era tan gratificante el silencio, pues éste era incómodo y sofocante.

Soltó un suspiro, y preguntó:

—¿Ocurre algo?

Joe dejó de mirar sus dedos y fijó sus ojos castaños en él. Negó con total naturalidad.

—¿Estás seguro? Te ves muy... raro.

Esta vez asintió con otro movimiento de cabeza y una sonrisa forzada. Archie imitó el asentimiento.

Suspiró nuevamente. Allí fue cuando notó que suspiraba tanto que estaba gastando más oxígeno que una persona normal. (Hasta respiraba mal... ¿alguien podía matarlo, por favor?)

Se sentía tan raro sin hacer nada. No podía solo mirar a Joe hasta que este reaccionara de alguna forma, porque sabía que sería muy incómodo para ambos. Así que abrió el libro nuevamente y localizó la página después de una exhaustiva búsqueda que conllevó varios segundos.

Iba a leer e ignorar todo el asunto. Quizá solo estaba teniendo una mala mañana, los sábados él también solía estar de mal humor porque no tenía nada en lo que entretenerse.

La voz de Joe se alzó de repente, emitiendo una ruidosa exhalación que duplicaba el nivel de dióxido de carbono en la habitación. Había colocado la barbilla sobre su hombro izquierdo, intentó ver las letras que rellenaban la hoja y después simplemente exhaló de nuevo, el aire movió un mechón del cabello de Archie e hizo que la piel de su cuello se erizara.

Tembló al sentir el escalofrío. Joe sonrió ante eso, levantándose y caminando hacia el baño. No cerró la puerta después de sí y como Archie era un metiche optimista, se desconcertó bastante al ver su figura a través del reflejo que mostraba el sucio espejo que había limpiado máximo tres veces en el último año.

Estaba allí, inclinándose sobre el lavabo. Se llenó de mala curiosidad, cerrando nuevamente el libro y moviéndose furtivamente hacia un sitio donde pudiese espiar y comprobar sus suposiciones.

Sí las comprobó.

Soltó un suspiro, regresó a su sitio y fingió que no había visto nada, sintiéndose completamente decepcionado por lo que sus ojos acababan de apreciar. Joe estaba usando su baño para drogarse. No podía esperar a que trajera las jeringas y se las inyectara en la piel como si nada. Dios. Poco a poco cayó en la realidad del tipo de problema que esta persona tenía. 

Crystal LinesWhere stories live. Discover now