xviii

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Llegó a casa. Su padre estaba en la acera del edificio, a un lado de la puerta, completamente dormido bajo la sombra de un árbol. Tenía la boca abierta y la chaqueta militar desabotonada, estaba usando una camiseta con el eslogan "Las chicas salen esta noche" que le quedaba apretada del estómago; sus manos colgaban a ambos lados de su cuerpo. No era ni un poco bonito verlo en ese estado.

Rodeó la acera para poder seguir su camino. Una mujer que barría le miró. La conocía, era la vecina con la que su padre solía meterse cuando recibía el pago quincenal de su jubilación. Era vieja y horrenda, pero estaba divorciada y necesitaba alguien que se la follara. No le agradaba, siempre intentaba hacer que le llamara mamá.

Archie recordó algo. Si la estaba visitando, era obvio que ya había llegado el cheque. Se acercó a él, metiendo una de sus manos a los bolsillos del pantalón que vestía. La mujer solamente le miró y comenzó a reír.

—¿Estás buscando esto? —preguntó, extendiendo entre sus dedos índice y pulgar la billetera de cuero negra que claramente pertenecía a Chad.

—¿Por qué tienes eso?

—Acaba de darle a mami su manutención semanal por adelantado, ¿necesita mi hijo algo de dinero? —dijo la vieja, sonriendo horriblemente.

Usaba cantidades excesivas de maquillaje, la piel de su cuello colgaba como si fuese una iguana humana, era gorda y se vestía como una puta, con blusas mostrando sus estirados pechos y faldas cortas presumiendo sus varices.

—Por favor —Rodó los ojos, sin sonar necesitado, solamente mostrándole un poco de la repulsión que sentía hacia su ser.

La mujer sonrió, abriendo la billetera y extrayendo un par de billetes.

—Esto es para ti, cariño —Se los extendió—. A ver si así dejas de meter hombres por tu ventana. Eres demasiado joven y guapo como para ser un marica, ¿no crees? Quiero creer que lo haces solo por dinero y no porque te gusta que te den por el culo. Ambos sabemos que a tu padre no le gustará sabes eso —Sonrió, sin flexionar la mano.

—Esas son mentiras —dijo, sintiendo que todos los colores abandonaban su rostro.

—La gente aquí se entera de todo. ¿En serio creíste que nadie iba a saber sobre el chico que entra directo a la casa de tu padre todas las mañanas? Espero que Chad lo sepa, ya sabes lo que se rumorea de la guerra, ¿o debo contártelo?

—¿Qué pasó en la guerra? —Una tercera voz se alzó. Cuando miró a su padre, descubrió que éste había abierto los ojos y les miraba a ambos, entre confundido y adormilado.

—Nada —negó Archie, dirigiéndose hacia la entrada del edificio.

—Olvidaste tu dinero, cariño —gritó la mujer, riendo un poco y recobrando su tono de voz inicial.

Cerró la ventana e intentó ponerse al corriente con todo lo que había perdido en su semana de ausencia. Era más de lo imaginado, tenía tanto trabajo que ni siquiera podía pensar con claridad. Había mezclado muchas materias, joder, era como si en quince días hubiesen hecho lo que normalmente se trabajaba en un año. Odiaba tanto faltar a clases.

Escuchó un toqueteo en el cristal después de un rato. Miró directo a la ventana soltando un bufido, sabía quién estaba allí. Se molestó porque ya estaba entendiendo un tema de matemáticas y al distraerse lo olvidó.

Estaba sobre el suelo, con cientos de hojas desperdigadas en todas direcciones. Habían pasado unas tres horas desde que comenzó. Sentía los brazos entumecidos y le dolía la cabeza. Estaba seguro de que moriría antes de terminar todo.

Crystal LinesWhere stories live. Discover now