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—¿Archie? ¿Qué mierda haces allí? Sal en este mismo momento o juro que voy a sacarte los intestinos —Un grito furioso atravesó el apartamento, resonando en las paredes solitarias. Era tan potente y sonaba tan aterrador que incluso Bark corrió a ocultarse debajo del sofá, hecho un ovillo.

—No —Archie negó en un susurro, cubriéndose los oídos con las palmas de las manos.

—¡Archie! Abre la maldita puerta, lo digo en serio.

La puerta se movía estruendosamente, siendo girada por la perilla sin ningún ápice de cuidado. Podía jurar que estaba a punto de resquebrajarse. Aaron se lanzaba contra ella para intentar derribarla.

Se había metido a la habitación de rara luz neón cuando comenzó a golpearle como si fuera un saco de boxeo, apenas eran las siete de la mañana.

Se levantó a vestirse para el trabajo y notó que aún seguía allí, bebiendo café mientras le miraba entrar a la cocina. Simplemente enloqueció y le pidió que le hiciera el desayuno, él negó porque hacía un mes que la despensa estaba vacía, A. comía fuera de casa y él a veces robaba algunas sobras del restaurante italiano para no malgastar su dinero.

No le importaba estar reducido a huesos. Había perdido unos seis kilos en menos de un mes, pero no le preocupaba, a esas alturas consideraba como un gasto innecesario nutrirse adecuadamente.

Aaron enloqueció y comenzó a golpearlo, argumentando que al menos merecía un desayuno por todas las molestias que causaba. Archie aprovechó la primera oportunidad que encontró y corrió a la habitación, asegurando la puerta, porque sabía que allí escondía las drogas y en ese momento no era capaz de pensar con claridad. Creía que con un poco de incentivo extra tal vez recordaría como alegrarlo, pero se había equivocado.

—Voy a matarte, hijo de puta. Abre la maldita puerta —La voz se notaba tan cercana que comenzó a temblar e intentó meterse debajo de la cama una vez que tuvo la caja entre sus manos.

—Lo digo en serio, Archie. Si algo falta de esa puta bolsa, voy a molerte a puñetazos. Sabes que siempre hablo en serio.

Él negó con un movimiento de cabeza, sin ser consciente de que no podía verlo. Simplemente vació todo en una cuchara y encendió la vela de cebo para ponerla debajo, esperando que los cristales se mezclaran con el agua. Estaba casi muriendo por consumirlo, centrando toda su atención en evitar el temblor de su mano.

Aaron lo iba a matar, dios, claro que sí.

Justamente había terminado de inyectárselo cuando la puerta se abrió, resquebrajándose cerca de la perilla. Archie sintió como todas las extremidades de su cuerpo se estiraban y tardaban en encajarse con las demás.

Tenía la vieja jeringa encajada en su muslo izquierdo un poco inclinada, logró sacarla de su piel antes de que los gritos se convirtieran en golpes.

Parpadeó.

Aaron estaba sobre él, gritándole palabras que no entendía. Lo sentía tan cerca que podía percibir el aroma a café y mariguana que emanaba su boca.

Parpadeó.

Le veía moverse, sus puños encajándose a sus costados. No sentía nada. Era como si fuera un costal con ojos que contemplaba a su agresor.

Parpadeó.

—Eres un maldito estúpido, Archie. ¿Toda la puta bolsa, es en serio? ¿Sabes lo que cuesta esto?

Parpadeó.

—Te voy a matar, hijo de puta.

Le arrastró hasta la sala, jalándolo del cabello. Eso sí dolió. Lo tendió en el piso. No sentía nada pero algo líquido escurría por su barbilla.

Caminaba de un lado a otro, sin dejar de moverse y maldecirlo. Archie se quedó callado, viendo como la silueta desenfocada se movía, sintiendo que las maldiciones eran como una vieja canción de VHS, interrumpiéndose cada cinco segundos para soltar un graznido.

Te voy a... zhhh... mataaaaaar... aarr... hijo de pzhhh... ta.

Parpadeó.

Le pateó el rostro, su vista se nubló otra vez porque algo estaba escurriendo de su frente. Dolió tanto que no pudo evitar soltar un fuerte gemido, llevando las manos a la zona dañada.

Se alejó, fue hacia la cocina y regresó con algo colgando de su mano. Algo alargado y plano, color gris. Conocía esa cosa, pero de repente olvidó el nombre, porque nada encajaba en su sitio y todo se sentía como estar bajo el agua.

—Voy a matarte, Archie. Esta vez va en serio —Le señalaba con la punta de ese algo, podía ver su expresión de furia.

Aaron se acercó, levantando el objeto y dejándolo caer en su estómago. Esta vez dolió tanto que creyó que estaba a punto de morir. El dolor era intenso, se extendió por todas las extremidades, inundó su boca con sabor a óxido. De repente, todo terminó. Cerró los ojos... y no los volvió a abrir.

No había canciones viejas, siluetas desenfocadas ni gritos que sonaban como el infierno. No estaba Aaron. No, no, no.

꼏q~






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