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—¿Crees que soy una zorra? —preguntó de repente.

Ambos se habían recostado sobre el suelo. Archie tenía la cabeza encima de un libro y Joe podía sentir un bolígrafo entre sus omóplatos. El silencio en el lugar era sepulcral. Su padre aún seguía durmiendo afuera del edificio y, por las tardes, normalmente todo el mundo seguía cumpliendo pesadas jornadas laborales. No solía haber tanto ruido hasta después de las seis.

El muchacho le miró confundido, emitiendo una risa incómoda que hizo eco en las paredes.

—Lo digo en serio. ¿Crees que actúo como una?

—No.

—Muchas personas dicen lo contrario —explicó, tomando una hoja de sus anotaciones para centrar su atención en algo más que no fuera ese par de ojos observándole con curiosidad.

—Solo debes ignorarlos, no tienen nada mejor que decir.

—A veces creo que sí soy eso —continuó en voz baja, soltando un suspiro. Le dolía decirlo, pero lo aceptaba, y eso era lo importante, ¿no?

—Por supuesto que no.

—Una puta barata —El tono de voz dejaba evidente su autodesprecio—. Lo peor es que no soy mujer y no encuentro la palabra que me describa. Y bueno... si al menos tuviera la decencia de cobrar no me sentiría tan mierda conmigo mismo.

Cubrió su rostro con la fórmula de los trinomios cuadrados perfectos.

—No eres eso si solamente lo haces con una persona.

—Pero te besé.

—Solamente le hiciste un favor a un amigo.

—Pero me gustó besarte y también... ya sabes, lo otro.

—Entonces allí tenemos un problema —dijo, riendo un poco. Su voz sonaba como una cascada, era tranquilizante.

—¿A qué te refieres? ¿Literalmente cuento como una? —gimió, presionando la hoja de papel contra su rostro, ésta se acopló a las curvaturas de su nariz y cuencas oculares.

—No, no —Negó el otro, obligándole a soltarla. Cuando miró de nuevo, descubrió que estaba sentado a su lado, con las piernas flexionadas bajo su cuerpo y una sonrisa que le formaba hoyuelos—. El problema es que a mí también me gustó.

—Pero, entonces técnicamente sí soy...

—Shh —Le acalló—. No cuenta si nadie se entera.

Se acercó hasta inclinarse y le besó.

Archie aún seguía recostado sobre la vieja alfombra. Solamente le vio moverse y evitó alejarse cuando sus labios estuvieron sobre los suyos. Intentó continuar con el beso por algunos segundos, pero de repente se separó, mirándole avergonzado. No dejaba de pensar en la pequeña conversación que tuvo con la mujer de la planta baja.

—Literalmente, todo el edificio lo sabe —murmuró, desviando la vista a sus ojos.

Estaban tan cerca que podía apreciar las enormes ojeras que tenía y unas pequeñas marcas de acné que resultaban imperceptibles de lejos.

—¿Qué sabe?

Archie le miró como si fuera obvio, aunque claro, lo era.

—Todos saben que entras aquí.

—¿Aaron también?

—No todavía.

—Entonces no es tan malo —Se alzó de hombros.

Crystal LinesWhere stories live. Discover now