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No vio otra opción más que entrar por la escalera de emergencias cuando observó el carro de su padre estacionado afuera. Sabía de antemano que el hombre estaba allí; y bueno, tampoco planeaba llevar a Jack y Joe por el pasillo sabiendo que sus vecinos siempre se interesaban en los asuntos de los demás. Probablemente todos estuvieran al tanto de la situación en cuestión de horas.

Los guio al inicio de las largas escaleras metálicas de emergencia que se ubicaban en la parte trasera de la edificación; eran tan empinadas e inseguras que varias veces había estado a punto de caerse, pero sin duda valía cometer ese riesgo que ser descubierto.

Jack se detuvo, sosteniéndose en el pasamano antes de poner un pie en el primer peldaño.

—Yo, uhm, los espero aquí —dijo—. Esta mierda no luce muy segura y no tengo ganas de romperme una jodida pierna el día de hoy.

Archie asintió, alegrándose un poco de solamente llevar una persona a su desastrosa casa.

—Y vivo en el cuarto piso —se lamentó, falsamente—. Trataré de apresurarme.

El rubio asintió, quedándose abajo.

Tomó a Joe del brazo y lo llevó consigo, casi corriendo mientras subían los cientos de peldaños necesarios.

Se detuvo en una ventana entreabierta. Intentó no hacer mucho ruido al deslizarla hacia arriba para no alertar a Aaron, que vivía en el departamento de al lado.

Una vez que logró hacerlo, entró seguido de Joe.

Cerró la puerta con cuidado, pues la ventana daba justo a su habitación. Podía escuchar el sonido de la televisión en la sala. Luego de un rápido vistazo vislumbró la cabeza de su padre en el sofá. Cuando sus ronquidos se hicieron audibles comprendió que había ganado más tiempo del que esperaba.

Volteó de nuevo hacia Joe, él estaba viendo todo. Se sintió demasiado expuesto y avergonzado porque ese lugar era la definición de desorden. La cama seguía sin hacer, tal y como la había dejado; tenía algunas cajas de pizza vacías en sitios visibles y montañas de ropa que había obtenido del hogar de beneficencia y aun no se molestaba en desempaquetar o lavar; también tenía muchos libros, tanto escolares como literarios, y otras porquerías que se asimilaban demasiado a basura.

Al no saber qué comentar sobre eso, se limitó a guiarlo al baño. Hizo que se sentara sobre la taza del retrete y humedeció papel sanitario con agua del grifo.

El sitio era tan pequeño que apenas cabían, no medía más de un metro de anchura por metro y medio de largo; pero no se quejaba, porque siempre podía haber algo peor.

—¿Vas a decirme al menos qué robaste? —preguntó, colocándole una mano bajo la barbilla para tener mejor acceso a la sangre seca.

—Cinco dólares.

Le miró sorprendido, alzando una ceja.

—¿Te dieron un puñetazo por cinco dólares?

—Y también los restos de una rosquilla.

—Es terrible, Joe.

—Estaba rica —El moreno se alzó de hombros, satisfecho.

Archie dejó de pasar el papel sobre su nariz. Sonrió.

—Oh, ¿en serio? —preguntó, fingiendo asombro.

—Sí, sí, era de esas que tienen glaseado rosa encima.

—Bueno... —Evitó reír—. ¿Y qué pasó con los cinco dólares?

—No lo sé —Volvió a levantarse de hombros—, desaparecieron en un santiamén.

No dijo nada, pues intuyó en qué se habían invertido.

—Robar está mal.

—Prácticamente, Gilinski vive en mi casa, así que robé lo que es mío.

—Aun así sigue estando mal.

Joe tomó la mano de Archie que se encargaba de ayudarle con su hemorragia nasal, para hacer que le mirara a los ojos, con sinceridad.

—Ya lo sé, no volveré a hacerlo, lo prometo.

—Está bien —Le sonrió, continuando con la limpieza.

Como todo se negaba a dejar de fluir, atoró un pedazo de papel en su fosa nasal, porque ya se había cansado de esperar que la hemorragia terminara. De pie frente a él, empujó su cabeza hacia atrás mientras le sostenía por la barbilla.

—Lindo techo —dijo Joseph.

—Linda nariz —alagó Archie, apretándola con la punta de los dedos cuando amenazó con inclinar la cabeza—. Haz que deje de moverse.

Lo que siguió fue un rato de silencio, solo escuchaban el sonido del grifo abierto y no hacían nada más que evitar mirarse.

—No sé si está funcionando —dijo, al ver que el papel higiénico comenzaba a teñirse de rojo—. Si soy sincero, nunca había hecho esto antes.

El muchacho le restó importancia, haciendo un sonido que no podía entrar dentro de la categoría de palabra, pero que le hacía deducir eso.

—Me gustas, Archie —confesó poco después, de forma tan imprevista que no pudo hacer nada más que lanzarle una mirada de duda, solo para descubrir que lo decía en serio. Todo sincero y realista.

—Tengo un... estoy saliendo con alguien —confesó en voz baja.

El rizado asintió, bajando la vista a los azulejos verdes, algo decepcionado.

—Pero podemos ser amigos —ofreció, sustituyendo el papel por otro nuevo.

Sus ojos conectaron con los contrarios. Notaba que Joe no estaba conforme con esa sugerencia, mas no había nada que pudiesen hacer. Soltó una exhalación y desvió la vista, mordiéndose el labio inferior.

—Podemos ser amigos —repitió para convencerlos a ambos. 

Crystal LinesWhere stories live. Discover now