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Cuando Barbie entró a la habitación para checar el flujo de electrolitos, Joe estaba sobre la cama, recostado a su lado. La mujer frunció el ceño al verle, pero aun así no pudo evitar sonreír, porque le parecía lindo ver que había regresado y... Bueno, se debía, mayormente, a que creía que se había marchado con la férula y esa cosa costaba más de veinte dólares.

Se dirigió exactamente a Alice, pues horas antes Archie había obtenido la mayoría de sus tratos médicos inevitables y no necesitaba nada hasta dentro de cuatro horas.

—No puedes estar allí, Joe —dijo la enfermera, entretenida en la venda que cubría el brazo de la muchacha.

El moreno soltó un suspiro, mirando a Archie por última vez antes de cerrar los ojos e ignorarla. Barbie comenzó a atender a su compañera de habitación, ella no dejaba de hacer preguntas sobre los medicamentos, se quejaba acerca del dolor o simplemente hablaba como cada vez que tenía oportunidad.

Al parecer se olvidó de ellos, porque después de acabar con la quemadura, abandonó el lugar. Ambos pudieron volver a respirar con calma después de eso, ya que solamente pensaban que lo echaría.

Joe abrió los ojos cuando no la escuchó hablar. Estaba recostado sobre el pequeño colchón, cerca de la pared y la ventana. Los dos veían al frente y sus hombros se rosaban. Tomó su mano, entrelazando sus dedos con los de Archie. Él no pudo sentir mucho, pues esa parte de su cuerpo estaba completamente entumecida a causa de la inactividad. Solo podía levantarse para ir al baño, y a su sistema circulatorio tal vez le faltaba un poco de movimiento.

A pesar del hormigueo que sentía, lo dejó fluir, permitiendo que apretara su mano.

—Debo irme —dijo el moreno, soltándole y sentándose sobre el colchón.

Archie hizo una mueca.

—¿En serio? —preguntó con tristeza.

Aunque su compañía era demasiado silenciosa, la prefería sobre la soledad. Era interesante tenerlo a su lado, le hacía recordar que le agradaba a alguien.

—Voy a regresar —dijo antes de abandonar la habitación.


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