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Vivía muy lejos, el viaje en metro dura más de treinta minutos. Había tantas desviaciones y nombres de colonias raros que tal vez necesitaría compañía de regreso, porque no había podido memorizar ni la mitad del recorrido.

En el transcurso le contó que vivía con uno de sus amigos, se dividían la renta y esas cosas. Sus padres le pagaban la manutención.

Por lo que pudo indagar, antes vivía en otro sitio, pero la renta con Jack era más barata y él necesitaba mucho dinero para solventar sus gastos. No quiso preguntar el motivo.

—¿Estás estudiando o algo? —Había preguntado mientras iban en el metro.

—Sí, a veces. Estoy en la universidad.

—¿En qué carrera?

Joe lo pensó un poco, viendo por la ventana.

—Ahm, me matriculé en administración de empresas.

Archie rio porque le parecía ilógico imaginar a alguien como él administrando vidas. De seguro iba a ser un desastre total.

—Oh, no te burles. Soy un buen eslabón para la sociedad —dijo, aunque él también sonreía.

—Siguiendo la teoría de Wislow, me imagino —Se burló, dejando de mirar por la ventana para prestar atención a los hoyuelos que se formaban en sus mejillas—, donde seguramente eres el empleado X.

—Eso es de Douglas Mc. Gregor, Wislow tiene la especialización del trabajo —explicó Cam—. De cualquier modo, ¿cómo rayos sabes eso?

—También estudio.

—Pero eres menor de edad.

—Contar como pedofilia para ti no quiere decir que no preste atención en clases.

—Bueno, es cierto.

Joe había sonreído, él también hizo lo mismo.

La casa no era pequeña ni grande, pero sin duda, duplicaba el tamaño de la suya. Tenía una fachada verde con arcos de piedra, el pasto en el jardín delantero estaba crecido y amarillento, había algunos duendes de arcilla escondidos por allí y varias colillas de cigarros tiradas por todo el tejado que resguardaba la puerta principal.

Entraron. Jack leía un libro de tapas verdes con la imagen de una célula dibujada en él. Nunca le había visto antes y se confundió porque creyó que era el chico rubio que lo había llevado al hospital. Estaba sentado sobre un enorme sofá de esos que pueden desdoblarse y funcionar como una cama.

Tenía cabello castaño y era musculoso; nariz puntiaguda, piel bronceada, ojos cafés y unas frondosas cejas. Era guapo, no podía mentir. Levantó la vista del libro cuando les escuchó hablar. Joe le había preguntado si quería beber algo.

—¿De causalidad te llamas Archie? —preguntó, dándole una calada al cigarrillo que sostenía entre los dedos.

Asintió.

—Sí, el que Joe visitaba al hospital.

—¿Ves? —añadió Joe, apuntándole con el dedo índice—. Te dije que sí existía.

—Sí, me di cuenta de eso cuando Jack me contó que lo vio. Estuvo como treinta minutos hablando sobre la profundidad de sus ojos azules —Rodó los ojos—. No voy a mentir si digo que sentí celos.

—Los ojos azules son un defecto genético —Como si lo hubieran llamado, el rubio apareció saliendo de una habitación.

—Los verdes también lo son —comentó el otro Jack, colocando el libro sobre la mesa.

Crystal LinesWo Geschichten leben. Entdecke jetzt