epílogo

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Allí estaba Joe, en la camilla de al lado, mirándole fijamente con una sonrisa que se ensanchó cuando parpadeó un par de veces, intentando ver a través de una mascarilla de oxígeno que cubría su boca y nariz. Intentó alzar las cejas o decirle algo, pero su frente dolió y no podía hablar.

Movió una mano. Quería ver si estaba muerto, porque todo se sentía tan difuso en su mente que creyó estarlo.

El muchacho se levantó, sentándose sobre la cama mientras su sonrisa seguía igual de deslumbrante a las que podía recordar.

—Hola —Saludó, inclinándose un poco hacia adelante para poder quedar cerca de su rostro.

Archie intentó decir algo, pero cuando abrió la boca, una maquina emitió un pitido a su derecha.

Los ojos de Joe viajaron hacia allí e hizo un gesto para que se quedara quieto. Archie cerró los ojos otra vez, se sentía realmente cansado, su estómago, cabeza, espalda y piernas dolían. Abrió los ojos cuando sintió la mano de Joe tocar la suya.

Se obligó a mirarle, porque se sentía muy real y él creía que estaba teniendo una visión.

Lucía completamente diferente. Sus pómulos estaban más llenitos, su cabello parecía sedoso y sus ojos se veían vivos, tanto que él mismo concluyó que aún estaba vivo. Llevaba una camiseta blanca que dejaba a la vista unos pequeños bíceps que la última vez no estaban allí. Lucía muy saludable, como todo un modelo de campañas publicitarias sin Photoshop.

Todo en él era tan distinto que por un instante dudó, tal vez se trataba de otra persona, pero pudo confirmarlo al escucharle preguntar:

—¿Duele? —Archie le miró confuso, intentando fruncir el ceño.

El castaño soltó una risa corta y sonrió.

—Solo bromeaba, ya sé que sí. Ahora duerme un poco, por favor —pidió, dejando su mano en paz—. Tienes algunas visitas que se alegrarán al saber que despertaste.

Le hizo caso, cerrando los ojos. No fue tan difícil, en menos de diez minutos ya había conciliado el sueño.

Tuvo un sueño. Él estaba escondido debajo de una cama. Aaron estaba golpeándolo. Sentía que se ahogaba, que iba a morir, que, que, que...

Todo a su alrededor estaba encendido en llamas y sentía que estaba sofocado, tanto que su pecho dolía, crujiendo como un globo siendo pinchado por una aguja. Intentaba gritar, pero nada salía de su garganta, solo podía escuchar al muchacho gritando "Voy a matarte, maldita perra" mientras algo se rompía en su interior.

Despertó.

Joe continuaba allí, sentado en el mismo sitio. Había un hombre a su lado. Se sorprendió demasiado al verle que casi sintió ganas de vomitar. Chad usaba una camiseta color lavanda formal y pantalones limpios, su barba había desaparecido, reduciéndose a una pequeña mata de pelos de menos de cinco centímetros. No apestaba. Le sonrió tristemente cuando se fijó en él.

—Dormiste demasiado —dijo Joseph desde su sitio. Su voz era como un ligero susurro que colocaba todo el caos en orden.

Archie tomó una bocanada de aire, llenándose los pulmones con un potente aroma a fármacos y alcohol. Ya no tenía la mascarilla de oxígeno, ahora podía hablar de nuevo, sin embargo, sentía que había perdido su voz.

Miró su regazo, algo le apretaba el estómago, colocó una mano sobre este y pudo sentir una venda cubriéndolo.

—¿Qué me...? ¿Qué pasó? —preguntó, con voz tan baja que solo uno de ellos logró escuchar.

Crystal LinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora