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Ethan

A decir verdad, llevaba tiempo imaginándome cómo sería hablarle y preguntándome si a ella le pasaría lo mismo. Había ideado miles de conversaciones en mi cabeza, pero ninguna se asemejaba a la que tuvimos. Ayer, por primera vez, había escuchado su dulce y melodiosa voz, aunque tengo que admitir que al principio me pareció un poco chillona. Supongo que lo que me dio valor para hablarle fue el hecho de que nuestro mundo desaparecerá en tan poco tiempo y eso me molestó, porque lo único que necesito es eso... tiempo.

Ahora la veo caminar hacia aquí con la cabeza gacha. En un principio temí que no volviera o que se fuera a sentar en otro banco más alejado, pero todas esas preocupaciones ya se desvanecieron. Por mi parte, esta vez no estoy en el extremo del banco sino que estoy más cerca de su lugar, dispuesto a hablarle una vez más. Al llegar, ella levanta la cabeza y me escudriña con su mirada sin entender nada y decide sentarse donde siempre sin decir una palabra.

—Hola —digo con una sonrisa. Liz tarda en contestar, solo se me queda mirando por un buen rato.

—Hola —responde finalmente y aparta su vista de mí.

Ahora sí que no sé qué decir.

—Hum... ¿puedo hacerte una pregunta? —digo tras pensar unos minutos.

—Claro que sí —responde y eso me sorprende —Pero yo decidiré si quiero contestar —añade.

— ¿Qué piensas de lo que se viene?

— ¿Hablas del fin del mundo?

—Sí.

—Pues, no podía importarme menos —dice y algo en ella hace que me dé cuenta de que miente. Tal vez el cambio de su expresión o que no pare de mover sus dedos pulgares.

— ¿Y qué piensas de que finalmente hablemos?

—Tú eres el que me habla —responde —. Y con eso ya serían dos preguntas, tú me dijiste si podías hacerme una.

— ¿Entonces no me contestarás?

—Eso es otra pregunta —canturrea y por primera vez la veo sonreír, no puedo evitar hacerlo también.

Otra vez el silencio nos invade. Liz comienza a escribir en su cuaderno, como suele hacerlo todas las tardes, y yo decido volver al extremo del banco para leer. Pero la realidad es que no le presto ni la más mínima atención al libro; mi cabeza vuelve una y otra vez a lo que hablamos hace unos momentos y no paro de preguntarme si a ella le afecta saber que morirá en menos de un mes.

—Adiós, Ethan —dice interrumpiendo mis pensamientos.

—Adiós —murmuro y la veo alejarse.

Que ella me hablara sin que yo lo hiciera primero me resulta extraño pero a la vez me pone feliz.

Aunque lo que más me alegra es que recuerde mi nombre.

Thirty daysWhere stories live. Discover now