10

4.1K 457 40
                                    

Liz

Encontramos un viejo toca discos en un armario, pero no funcionaba. Ethan no tuvo problemas en arreglarlo y en cuanto terminó, puso un disco de Beach Boys que encontramos también en ese mismo armario. La música invade toda la casa y no puedo evitar sentirme realmente feliz; él parece estar experimentando el mismo sentimiento que yo.

De repente se pone de pie y me sonríe, a la vez que extiende su mano hacia mí con una leve reverencia.

— ¿Me concede esta pieza, madame? —pregunta y yo no puedo evitar reír.

—No sé cómo bailar —digo meneando la cabeza con una amplia sonrisa dibujada en mi rostro.

—Como en las películas viejas —dice y me sujeta la mano, haciendo que también quede de pie. Apoya su mano sobre mi cintura y con la otra toma mi mano, mientras que yo apoyo la que me queda libre en su hombro. Comenzamos a imitar desastrosamente esos bailes de los 60's. Accidentalmente termino pisando sus pies durante toda la canción, sin embargo a él no parece importarle eso ni mis disculpas. Veo un brillo en sus ojos, que están firmemente clavados en los míos. No sé por qué ambos reímos, supongo que de los nervios.

Entonces a sonar una canción más lenta y Ethan me sonríe.

—Un lento —dice con tono burlón y asiento nerviosamente. Veo su rostro acercarse a tal punto en que nuestras narices se rozan y entonces...

— ¡Liz! —me llama Ethan chasqueando sus dedos en frente de mi rostro. Mi mirada se clava en él y sonrío — ¿Estás bien? —pregunta.

—Sí, claro que sí —respondo un poco avergonzada.

Se escucha la música sonando de fondo como una melodía lejana. Sacudo la cabeza, pensando en la estupidez que se me había venido a la cabeza momentos antes. Nunca antes había tenido este tipo de pensamientos, por lo tanto me resulta terriblemente extraño.

—Adoro esta canción —comenta Ethan con una sonrisa, yo solo me limito a asentir. Él no se incorpora, ni me invita a bailar... solo se queda sentado frente a mí, disfrutando de la música; nada se asemeja a esas tontas ilusiones, aunque noto que tiene ese mismo brillo en los ojos.

— ¿Bailamos? —digo y me pongo de pie, ofreciéndole mi mano. Él la mira sin poder creer lo que está sucediendo en este momento.

— ¿Hablas en serio? —dice con una sonrisa.

—Siempre hablo en serio —respondo.

—Sí, claro señorita alérgica al maní —se burla, provocando risas de mi parte, y toma mi mano.

Somos un completo desastre que no para de reír y el que termina pisando los pies del otro es él, pero no me preocupa... hasta incluso me causa gracia.

Todo esto me hace sentir bien.

Thirty daysWhere stories live. Discover now