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Ethan

El eco de nuestros pasos resuena en las calles silenciosas y vacías del pueblo. No suelto la mano de Liz ni por un instante, y me alegra ver que ella tampoco lo hace. Ninguno de los dos habla, solo nos limitamos a caminar en esta noche fría y estrellada. La sonrisa dibujada en mi rostro permanece firme en él y la felicidad que siento es la más grande que haya experimentado en mi vida. No me importa el hecho de que moriremos pronto, porque todo lo que quiero se encuentra a mi lado, y ese todo es Liz.

Mi mente vuelve a los recuerdos del día anterior. En cuanto finalmente tomé el valor de decirle cara a cara mis sentimientos, temí que ella me rechazara, que huyera de mí, que pudiera perderla... en cambio me besó, y creo que ese gesto lo fue todo para mí. La verdad es que nunca antes había besado a una chica, pensé que podría haciendo mal y arruinarlo todo, hasta que me dejé llevar y eso ya no importó.

Nos sentamos en el césped del pequeño parque y nos miramos a los ojos por un momento; llego a notar que tiene un brillo en la mirada, un brillo que me reconforta. Le sonrío y le acomodo un mechón de cabello tras su oreja mientras que ella se limita a observarme, expectante. Mi vista se desvía al cielo, en donde alcanzo a divisar una estrella fugaz.

—Mira, Liz —susurro y se la señalo. Ella la observa y sonríe.

— ¿Pedirás un deseo? —me pregunta con tono burlón.

—Nunca he sido alguien supersticioso —respondo con una sonrisa torcida.

—Yo tampoco —dice —. Sin embargo, voy a hacerlo —añade y cierras los ojos por unos momentos.

— ¿Qué pediste? —le pregunto.

—Si te lo digo, no se hará realidad —responde con una sonrisita — ¿Y tú?

—No he pedido nada.

— ¿Por qué?

—Porque ya se ha hecho realidad —le guiño un ojo.

Ella sonríe y me da un beso en la mejilla, yo solo me sonrojo.

—Eres todo un cursi —comenta y se le escapa una risita.

—Lo sé, a veces puedo llegar a serlo demasiado —confieso —. Otra de las razones por las que era considerado un marica en el instituto —añado poniendo los ojos en blanco.

—Ellos no saben de lo que hablan —susurra y sujeta mi mano con fuerza.

—Supongo que no.

— ¿Sabes? Adoro que seas tan sincero conmigo —dice.

Sonrío, mientras pienso que yo adoro todo de ella.

Pero tal vez eso ya sería ser súper ultra cursi.

Thirty daysWhere stories live. Discover now