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Ethan

Caminamos por las vacías calles de aquel pueblo abandonado. Lo único que se escuchan son nuestras pisadas sobre la fría acera y nuestras respiraciones lentas y constantes. Más de una vez siento cómo Liz me mira de reojo, esperando a que yo haga o diga algo pero la verdad es que no tengo nada para decir. La observo con atención y veo que tiene su cabello perfectamente peinado que cae como cascadas sobre sus hombros, que llevan puestos nada más y nada menos que mi chaqueta; sip, aparentemente se ha adueñado de ella.

Vemos una pequeña plaza a lo lejos y sin dudarlo nos dirigimos hacia allí. Los dos terminamos sentados en una banca muy similar a la de nuestra ciudad.

— ¿Qué pasaría si todo esto fuera un sueño? —inquiere ella mirándome y yo suspiro con una sonrisa pensando en Liz y sus preguntas.

—Si esto fuera un sueño, entonces no querría despertar —respondo y ella frunce el ceño con una sonrisa dibujada en su rostro.

— ¿Por qué no?

—Porque nunca la había pasado tan bien junto a alguien —digo con sinceridad y Liz aparta su vista de mí.

—Pero si fuera un sueño, en algún momento despertarías —susurra.

—Y entonces me llevaría la peor desilusión de mi vida —comento. Noto como sus mejillas se tornan de color rojo, pero esta vez no se molesta en ocultarlas.

—Sí... a pesar de que el hecho de saber que vamos a morir muy pronto, tampoco me gustaría despertar —dice y finalmente sus ojos se clavan en los míos.

Tal vez sean alucinaciones mías, pero creo que el que ha puesto rojo como un tomate esta vez he sido yo.

— ¿Enserio? —pregunto tratando de actuar normal, a pesar de mis ganas de saltar de alegría —Seguro es porque te diste cuenta de lo genial que soy —digo en tono burlón. Liz se ríe y me empuja un poco, pero sin fuerza.

—Claro, es eso —dice ella también en tono burlón.

De repente me incorporo y Liz me observa con sorpresa, pero sin moverse de su lugar. Me dirijo con paso tranquilo y las manos dentro de los bolsillos del pantalón, hacia un arbusto de flores. A pesar de que quedan pocas, tomo una y cuando regreso se la entrego a Liz. Ella la sujeta con una sonrisa, pero la expresión de sorpresa aún no ha desaparecido de su rostro.

— ¿Y esto por qué? —pregunta.

—Porque me hizo acordar a ti.

— ¿Qué? ¿De qué hablas?

—Ambas son hermosas —me atrevo a decir. Liz abre los ojos como platos, apartando su vista de mí y la escucho susurrar un "Gracias".

Lo sé, soy todo un romanticón.

Un romanticón que no se atreve a decir lo que siente y lo hace mediante indirectas, que su amada no capta, pero no la culpo.

Solo espero que lea mi nota.

Thirty daysWhere stories live. Discover now