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Liz

Camino una vez más hacia aquel banco y veo que Ethan ya está sentado allí, leyendo. Acomodo un poco mi cabello con mi mano libre, ya que en la otra llevo el libro que me regaló, y me acerco a él.

—Buenas tardes —saludo con una sonrisa y me siento a su lado.

—Buenas tardes —responde y hace su libro a un lado —Veo que has avanzado bastante —comenta en cuanto ve al mío — ¿Qué te está pareciendo?

—Es... fenomenal —respondo —Nunca había leído algo así.

— ¿Sueles leer mucho?

—No más de lo que escribo —río —Aunque antes sí, vivía leyendo... cuando era pequeña me decían "Nerd" por eso, y ni siquiera tiene sentido porque leía libros que a mí me interesaban, no solo lo del colegio —resoplo.

— La gente puede llegar a ser muy estúpida a veces —dice con seriedad —. A mí me sucedía algo parecido —añade encogiéndose de hombros —. Aunque nunca he escrito nada como tú... no es que redacte mal, solo que no tengo ideas que desarrollar o las pocas que tengo no son nada maravillosas.

—Pero una idea es una idea, a veces las más simples son las más maravillosas —respondo con una sonrisa.

—Guau, es una buena frase —bromea y no puedo evitar reír.

Nos quedamos en silencio, sin saber qué decir. Mantengo la vista clavada en mis manos, que se encuentran apoyadas sobre mi regazo, quietas. Siento cómo Ethan me observa, esperando a que nuestras miradas se crucen, hasta que finalmente volteo y él sonríe; aunque ninguno de los dos habla.

Hay gente a la que este tipo de silencio le incomoda, pero a mí siempre me ha gustado. A veces las cosas no se transmiten mediante palabras, un silencio tranquilo como este puede llegar a ser todo lo que necesitamos para disfrutar la compañía del otro.

—Oye Liz, ¿puedo contarte un secreto? —murmura Ethan sin siquiera mirarme.

—Claro, dime —respondo encogiéndome de hombros. Él se toma su tiempo para contestar, parece algo nervioso.

—Creo que eres hermosa —finalmente suelta.

¿Qué? No me esperaba eso... creí que tal vez sería algo familiar o alguna anécdota vergonzosa que le hubiera pasado en el instituto, ¿pero eso?

— ¿Por qué lo crees? —digo casi en un susurro. Mis mejillas se han puesto más rojas que un tomate y trato esconderlas con mi cabello.

—Joder Liz, no es algo que yo crea... es un hecho —dice y por fin clava su vista en mí.

Yo niego con la cabeza y siento cómo una ola de calor recorre mi cuerpo.

Nunca había experimentado algo así ¿qué rayos significaba todo eso?

Thirty daysWhere stories live. Discover now