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Ethan

Recuerdo los días en el instituto. No me gusta decir malas palabras, pero no hay ninguna mejor para describir cómo eran... una completa mierda. El principio no fue tan malo, creí tener amigos; aunque supongo que nunca supe bien cómo es tener verdaderos amigos, ya que creo que éstos no hablan mal de ti a tus espaldas, ni te dejan de lado o hacen planes de salir en tu cara, sin siquiera invitarte.

Sacudo mi cabeza y dejo de pensar en mí. En cambio, pienso en la situación de ayer con Liz; ella, al igual que yo, es una persona dañada y por eso desconfía tanto en los demás, aunque no tengo idea de qué le habrán hecho para haber llegado a ese extremo.

Escucho el crujir de las hojas caídas de los árboles con su paso. Una leve brisa despeina su cabello y ella intenta arreglárselo sin mucho éxito. Me ve sentado aquí pero no revolea los ojos o hace algún gesto de fastidio, solo permanece neutral.

—Hola —decimos los dos al unísono y sonrío.

—Hoy sí parece un día de otoño —comenta mirando el cielo mientras toma asiento junto a mí —Ya no soportaba más el calor.

—Yo tampoco —río —¿Estación favorita? —le pregunto.

—Invierno ¿y la tuya?

—Primavera.

Un viento frío comienza a soplar y hace que me estremezca. Observo a Liz que no lleva nada más que un vestido sin mangas de color bordó, y se le ha puesto la piel de gallina. Entonces se me ocurre hacer lo más cliché que hay: me quito mi chaqueta y se la coloco sobre los hombros. Sí, soy todo un romántico poco original.

Ella me mira extrañada.

—Gracias —me dice suavemente y se la acomoda mejor.

Genial, ahora soy yo el que tiene frío, ojalá no coja un resfriado.

—De nada —en el fondo me esperaba una reacción más suya y que me la devolviera, pero no lo hizo.

—¿Qué música escuchas? —pregunta aferrándose un poco a mi chaqueta.

—Rock clásico ¿y tú?

—También —y me sonríe ampliamente.

Estaría mintiendo si no dijera que siento mariposas en el estómago y que una ola de calor invade mi cuerpo.

—Y tú... ¿qué escribes? —pregunto muerto de curiosidad. Ella me mira y larga un suspiro antes de responder.

—Son tan solo ideas que se me vienen a la cabeza y que decido plasmarlas en el cuaderno, elijo las que más me gustan y comienzo a desarrollarlas —me cuenta algo avergonzada, pero sin dar muchos detalles.

—¿Escribes algún género en especial?

—Nop —responde.

—¿Crees que me dejarás leer tus historias? —dije con mi más grande sonrisa. Para mi sorpresa ella también sonrió y respondió casi susurrando:

—Algún día las leerás, Ethan... pero aún no.

En cuanto la oigo decir eso, me dan ganas de saltar de alegría, pero no lo hago.

Solo le sonrío, como siempre.

Thirty daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora