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Ethan

Giro sobre mis dedos, una margarita que encontré en el pequeño parque. Observo a Liz, que está sentada en el césped leyendo tranquilamente un libro de poesía que encontró en la casa. Aún no entiendo qué es lo que sucedió ayer cuando le dije que la quería, supongo que interpretó que lo decía como amigos y la verdad es que no me refería a eso... pero tampoco tuve el valor para decírselo en cuanto apartó su mano de la mía; en ese momento sentí una punzada en mi corazón.

Le quito un pétalo a la flor y en mi interior pienso "Me quiere", quito otra y vuelvo a pensar "No me quiere", y así hasta llegar al último pétalo; lo miro con detenimiento antes de arrancarlo para decir internamente "Me quiere". Lo que me lleva a preguntarme si será verdad que me quiere, o mejor dicho si no me ve como solo un amigo.

Largo un suspiro y levanto la mirada, para encontrarme con la de ella. Liz me sonríe y yo le devuelvo la sonrisa.

— ¿Está todo en orden? —me pregunta con los ojos fijos en los míos.

—Claro que sí, ¿por qué preguntas? —digo y veo cómo se encoge de hombros.

—Por curiosidad...—comenta distraídamente.

Dejo pasar unos minutos antes de volver a hablar, tomo aire y finalmente pronuncio su nombre.

— ¿Si? —dice ella despegando la vista del libro.

—Yo, eh... —me rasco la nuca con nerviosismo. Tenía planeado preguntarle en qué sentido ella me quiere y confesarle lo que siento, pero solo me limito a decir: —Me gusta como llevas el cabello hoy —es el comentario más estúpido que puedo hacer, ya que lo lleva como todos los días.

Liz frunce el ceño extrañada y luego se echa a reír. Yo la observo y también comienzo a reír para seguirle la corriente, porque la verdad es que no entiendo nada.

Cuando logra calmarse, me sonríe y toma una flor cercana a donde está ella. La gira sobre sus dedos para luego comenzar a sacar pétalo por pétalo. No aparto la vista de Liz ni un momento, y gracias a eso logro distinguir el asomo de una sonrisita cuando quita el último pétalo.

—Ethan —murmura.

— ¿Si?

—Hum...—abre la boca para decir algo y la cierra, para volverla a abrir y decir con una sonrisa: —Carpe diem.

Sus palabras resuenan en mi cabeza y mis ojos se clavan en los de ella, buscando alguna explicación. Pero ella se limita a sonreír y me guiña un ojo.

Tal vez se dio cuenta de que tenía algo importante que decirle y no me animé... claro que se dio cuenta, si lo que dije fue ultra idiota.

"Carpe diem, seize the day" la frase de una de mis películas favoritas.

¿Acaso debo hacerlo? No, no ha leído la nota... no puedo.

Thirty daysWhere stories live. Discover now