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El exquisito olor de la comida se escabulle por mi nariz, mi estómago ruge, pero mi orgullo se niega.

Mi oportunidad de escapar, se ha ido al carajo.

No he comido hace días y siento que agonizo, él está parado frente a la mesa y me incita con la mirada.

Lo observo con recelo, retrocedo un poco para no estar tan cerca a él y estiro mi mano.

Todo es de plástico, inservible. Aparto mi mano de nuevo y no me atrevo a mirarlo.

Lo escucho tomar aire repetidas veces, como si tratara de calmarse.

-Siéntate- me ordena.

Hago lo que me pide y me siento sobre la cama.

Levanta un plato de la mesa rodante con la que ha llegado y un cubierto, introduce este en el plato y su contenido lo pone a la altura de mi boca, la abro y me permito saborear.

-Si no fueses humana, diría que eres perfecta, pero en nosotros, habita la maldad más pura-

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