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Era maravilloso ver sus cuerpos escabullirse entre la oscuridad de la noche, sus sombras perdidas, sin dejar rastro ni evidencia, menuda locura habitando en pequeñas cabezas con pensamientos retorcidos, con placeres diferentes a los de cualquiera.

Con montañas de dolor escaladas, clavando en la espalda de sus miedos la bandera de victoria, penumbra, eso era luz para ellos, porque nunca habían visto el sol sonreír como en las caricaturas, sólo la luna, a medio salir, confidente de las maldades de dos diminutas almas con amor distorsionado, confundiendo a la vida y corriendo junto a la muerte.

Amigos del peligro, sin miedos y prejuicios, libres del camino que según tenían trazado, escogieron hacer lo que querían porque hasta el propio diablo les temía.

Dos corazones fríos desatados, desenfrenados, latiendo porque así era debido, su mente sucia, con telerañas, cabezotas huecas, ya no era necesario utilizar la razón, eran feliz siendo estúpidos.

Esos eran ellos dos, jugando a matarse, amándose infinitamente en el fondo de sus mares de diferentes tonos de dolor.

-¿Qué haces?- pregunta Evan entrando a mi habitación, ya ha pasado un mes, puedo caminar con ayuda de muletas, escribir y comer yo sola, sólo falta que mis piernas recuperen totalmente la fuerza para lo cual no falta mucho.

-Sólo escribía algo- respondo tranquila, dejo el lápiz que estaba utilizando a un lado, él se sienta sobre la mesa mirando mi escrito.

-Léelo- pide con una sonrisa mientras me observa.

Cuando lo escucha sus grises ojos parecen brillar.

-Eso me recuerda a dos personas- dice de repente con la mirada perdida.

-¿A quiénes?- interrogo.

-A nosotros dos- se baja de la mesa y se arrodilla frente a la silla en la que me encuentro sentada.

-¿Nosotros?, ¿Por qué?- suena extraño la palabra “Nosotros” salir de sus labios.

-¿En qué pensaste cuando escribiste eso?- su ceño se frunce pero no borra su sonrisa.

-En nosotros- me sorprendo de mi respuesta, porque es verdad, pensé en nosotros al escribir, nos imaginé en la oscuridad de la noche, a él y a mí.

-Siempre hemos sido sólo nosotros- aclara mientras toma una de mis manos y la abraza con las suyas.

-¿Y Yeider?- su rostro pierde color y se vuelve inexpresiva.

-Yeider no existe en esto- lo dice más que seguro.

-Él era el amor de mi vida- le recuerdo.

-Él nunca fue nada para tí- mi corazón se acelera, me desespero al no entender lo que quiere decir.

-Lo amaba- insisto.

-¡No lo amabas!, No lo amas y nunca lo amarás- exclama.

-Pero...-

-¿Me amas a mí?- su pregunta perfora mi cráneo y mi cerebro deja de funcionar correctamente.

-No está bien amarte- se levanta obligándome a levantar la cara para poder verlo.

-No está bien matar, no está bien robar, no está bien odiar, no están bien muchas cosas pero sin embargo lo hacemos, así que, ahora dime, ¿Me amas?- insiste.

-Si nos amamos... ¿Nos causamos dolor?- es lo único que puedo preguntar.

-Claramente, pero intentaré sanarte luego- sonreímos como dos niños que parecen tener una vida feliz.

Sus labios buscan los míos, encontrándonos a mitad de camino, dejando un pequeño toque en ellos, que significa “suicidio”, dónde asesinamos la razón, para que luego no sea el amor el que nos asesine a nosotros.
















Perdón por andar perdida y salir con este capítulo re corto, pero estoy en la universidad y apenas me queda tiempo para respirar.

Creo que mañana temprano les tendré otro capítulo ♥️💘






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