58

1.1K 138 18
                                    

Me siento fuera de sí, quiero moverme pero es como si no tuviese fuerzas, Evan ha estado a mi lado desde que desperté, sinceramente no sé cuánto tiempo llevo así, parece que sólo hubiera sido una larga noche, pero me noto más delgada y algo pálida, no he comido nada desde que desperté y aunque prácticamente acabé de abrir mis ojos sigo sintiendo cansada, mis párpados pesados y mi espalda duele un poco.

Él sólo me observa como si no existiera nada más, como si fuese su prioridad en estos momentos.

No sé qué piensa o pasa por su mente, pero lo que pasó por la mía, fue algo fuertemente extraño, una total locura, una pesadilla, de mi persona siendo algo totalmente contrario a lo que siento.

Experimenté cierta atracción hacia la sangre y todos los asesinatos que rozaron mi conciencia, es que como si puertas y ventanas allí se abrieran y todo se pusiera en su lugar, como si yo estuviera engañada de mí misma, que todo lo que siento y pienso que soy en realidad es una farsa, soy alguien más y no me pertenezco.

Necesito encontrarme, pero creo que sola no puedo, alguien más me acompañaba allí, cuando era yo, parece ser que solía ser despiadado, sin sentimientos y algo psicópata, junto a alguien que complementaba mi desquiciada forma de vivir. Alguien que aunque estuviera enferma me hacía probar la gloria y no gloria mi vecina, no, la gloria que llamamos paraíso.

Debería tomar las cosas con calma porque tal vez todo es producto de estar en coma, porque notablemente eso fue lo que sucedió.

Fijo mi mirada en sus grises ojos y él me enseña su perfecta dentadura con timidez, sus mejillas se ruborizan y eso me hace reír un poco.

-¿Cómo te sientes?- asiento levemente porque no tengo ánimos ni siquiera para hablar.

Toma mi mano derecha entre la suya y con la otra acaricia mis mejillas, se acerca con lentitud pegando su frente contra la mía, un cariño silencio, nuestras respiraciones chocando con constancia.

-Te necesito- suelta por fin, sus ojos se cierran por escasos segundos y aprieta sus labios.

Duele sólo pensar en intentarlo, pero quiero hacerlo y no le pediré permiso a mi cuerpo porque yo soy la dueña de él.

Levanto mi delgado brazo con moral y la posiciono en su suave rostro, libre de imperfecciones como si estuviese sacado de una película de romance.

-¿También me necesitas?- sonrío ampliamente aunque siento que mi rostro se caerá por pedazos de lo tieso que se encontraba.

Sonríe santisfecho y besa todo mi rostro repetidamente.

-¿Quieres levantarte?- gritaría un sí infinito si mis labios no estuvieran tan agrietados y con un poco de sangre por hacer la mueca anterior.

Toma aire y como si se tratase de lo más delicado que ha tenido, mete una de sus manos por debajo de mi espalda y la otra debajo de mi cabeza, y contando en voz alta para que yo esté preparada, me impulsa hacia delante quedando sentada en la camilla.

Luego corre mis pies y me pide que intente sostener mi cuerpo mientras él pone las sandalias en mis pies, pero apenas me suelta pierdo el control y mi cuerpo se va hacia atrás como un muñeco de trapo, él reacciona de inmediato impidiendo que me golpee la cabeza.

Me observa aterrado, como si se hubiera dado cuenta de algo horrible, me devuelve a mi posición anterior y sale de la habitación a toda prisa.

Pasados varía minutos ingresa de nuevo y me sonríe preocupado.

-Necesito que intentes hablar, por favor, di “Hola”- pide intranquilo.

Tomo aire e intento abrir mi boca pero de inmediato siento un hormigueo por todo mi rostro, está rígido, mis labios agrietados arden un poco cuando los muevo.

-Evan- es lo único que digo y él parece descansar, soltar una carga inmensa, se acerca y me abraza escondido su rostro en mi cuello.

Me deja verlo de nuevo con esa bella sonrisa, toma un envase cerca, saca un poco de su contenido y con ella comienza a hacerme masajes en el rostro.

Una hora más tarde entra un hombre acompañado de dos mujeres bajitas con mejillas rosadas y piel muy blanca.

-Señor- estira su mano en dirección a Evan y este la toma, los dos se sonríen y las mujeres hacen una reverencia que es devuelta por él.

-Me alegra mucho que hayas despertado, dime, ¿Qué sientes?- las mujeres de atrás atentas a mis palabras y él sólo me observa tranquilo.

-No puedo levantarme, siento un cosquilleo en varias partes de mi cuerpo, puedo levantar mis brazos hasta cierto punto, porque luego los siento muy rígidos- pronuncio lento pero fuerte, mi rostro no ha descansado del todo pero con los masajes ya no está tan duro, además puso algo sobre mis labios lo cual los hidrató.

-Vale, ¿has comido algo?- interroga y las mujeres escriben y asienten absortas.

Niego repetidamente y trago saliva.

-Perfecto, entonces te haremos unos exámenes y luego te tendremos que dejar algunas cosas para que las tomes, además te daremos una dieta que debes seguir al pie de la letra para que te mejores pronto y saber con exactitud qué es lo que tienes para así tu esposo esté más tranquilo- miro a mi “esposo” y este ríe por lo bajo, sonrío agraciada y asiento para que lo que supongo es un excelente médico sepa que sí escuché todo lo que dijo.

Una de las mujeres levanta la mirada y le pasa un maletín y este lo pone sobre la mesa que está al lado, lo abre, no veo pero puedo escuchar, se pasa a mi lado derecho con algunas cosas en una bandeja.

-Cierra el puño con todas las fuerzas que tengas a la cuenta de tres, ¿Vale?- afirmo, levanta mi brazo y pone algo debajo de este.

-Uno- comienza la cuenta- dos- prosigue- tres- aprieto con las únicas fuerzas que me quedan y él ata algo al rededor de mi brazo en la parte del medio.

Sé lo que va a hacer, así que giro a ver a Evan, él me sonríe y yo hago lo mismo, siento como la aguja se clava en mi piel y la extracción de sangre comienza.

Después de llenar dos tubos de esta me da a beber un líquido espeso de un color rosa pálido, pasada una hora más vuelve a sacarme sangre y pasados unos minutos, guarda todo sus implementos usados, una de las mujeres me entrega la dieta escrita en una hoja gruesa de buen color y totalmente impecable, mientras la otra le explica a Evan el uso de los médicamentos que le entrega en una bolsa.

-Nos veremos luego, espero volver con buenas noticias y tú Evan, no dejes de hacerle masajes en el rostro, brazos y piernas, sentarla de vez en cuando para que descanse la espalda, intenta no moverla tanto para que no la lastimes o le quiebres un hueso, que se tome por favor todo el calcio como te lo indicó Najira, fue un placer- se estrechan las manos y de despide de mí con un ademán.

Salen de la habitación y sobre la mesa que el hombre había puesto su maletín, él organiza la diferente droga, sueros y demás líquidos.

Luego una pregunta surge y lo más impresionante es que no me avergüenza, por eso preguntaré.

-Evan, mientras estaba en coma, ¿Nunca necesité ir al baño?- aparta su atención de lo que hacía y se vuelve a verme.

-Orinabas demasiado por todo el líquido conectado a tu cuerpo, pero nunca llegaste a defecar- silencio total.

-¿Estaba conectada a alguna sonda?- vuelvo a preguntar.

-No, utilizabas pañales, como cuando eras una niña- ríe por lo bajo.

-¿Y quién me los ponía?- con su expresión me hace sentir estúpida, como si la respuesta fuese obvia y yo fuese la única que no la supiera.

-Yo, ¿Crees que dejaría que alguien más viera tu cuerpo?-

GimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora