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Me abalanzo a sus brazos, el rodea mi cuerpo estupefacto y la lágrimas acuden a mis ojos, mis uñas se entierran en su piel y el asombro aún permanece vivo en mí, enredo mis piernas por su cadera y él me abraza con mayor fuerza. Beso su mejilla varías veces y me aferro más a él.

Bajo mis pies y aterrizo de nuevo en el suelo, él me suelta por completo y me mira incrédulo.

Una puerta suena a lo lejos y regresamos a la oscura esquina.

El hombre que me ha tenido aquí en todo ese tiempo sale de la habitación, aparece en el pasillo con notable afán y yo pongo la mano sobre mi boca.

-Donde quiera que vayas, yo siempre te encontraré- musita y un escalofrío recorre mi cuerpo.

Camina con pasos firmes y al llegar frente a nuestro escondite, estira la mano en dirección a mí, cada uno de mis músculos tiemblan y las lágrimas no tardan en salir, muerdo mis labios para evitar sollozar pero yo sé que él sabe que estoy aquí. Acaricio disimuladamente el abdomen de Yeider pidiéndole que permanezca allí. Tomo la mano del hombre y salgo de la oscuridad.

-Eso es, buena chica- me sonríe y como si fueran su mascota me guía hasta que quedar muy cerca de él.

-Dime, ¿qué te gustaría hacer para sentirte mejor?- pregunta con su inquietante mirada puesta en mí.

-Morirme- respondo seria.

Resopla y cierra sus ojos.

-Yeider, sal de ahí, ahora- ordena de repente, intentando mantener la calma y con sus ojos aún cerrados.

Él sin dudarlo sale y me mira interrogante.

-Cuando abra mis ojos, quiero que estés ya en tu habitación, por favor, no me hagas enojar- demanda.

-1- empieza a contar y Yeider camina de espaldas con su mirada puesta en mí, como pidiéndome perdón.

-2- prosigue y él se detiene, lo miro desesperada querido gritarle que avance, él niega y corre rápidamente en dirección a nosotros.

-3- el hombre suelta mi mano y con un movimiento extremadamente ágil toma a Yeider del cuello y lo levanta del suelo.

Sus ojos se expanden mostrando el pánico que experimenta e intenta apartar las manos del otro.

Mi corazón se acelera locamente al ver el rostro de Yeider tornarse morado y sin pensarlo dos veces me interpongo en medio de ellos y mirando a nuestro secuestrador, hablo.

-Te daré una oportunidad, pero déjalo ir-

Sin mirarme, lo deja caer al suelo y él se retuerce recuperando el aire. Me arrodillo a su lado y trato de calmar su tos con suaves palmadas en su espalda.

-Vámonos, ya vendrán por él- extiende una de sus manos hacia mí y con la otra organiza su ropa, me levanto y este me toma del brazo, unas de las tantas puertas de abre, y mientras me alejo, dos mujeres de acercan a él, y sin dejar de mirarlo a los ojos camino hacia mi encierro.

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