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-Señorita Cox, ¿Usted vió quién fue el que agredió al señor Lank la noche de ayer?- el oficial de policía tiene frente a él una libreta y lapicero en mano, sus ojos me analizan y está atento ante la mínima acción que yo haga.

-No... Sólo pude darme cuenta de que era alto y un poco robusto- no soy capaz, no soy capaz de decir que fue él, de delatarlo.

-Si lo que tiene es miedo, nosotros le daremos prote...-

-No es eso, es que simplemente no vi su rostro, estaba todo oscuro, cuando quise volver a mirar hacia donde había estado parado él ya no estaba, sólo desapareció- las palabras fluyen rápidamente como agua en río caudaloso.

-¿Cómo sabe que es hombre?- insiste.

-Tenía contestara de todo menos de mujer, además su cabello era corto- hablo con total tranquilidad, tratando de no alterarme.

-¿Cómo es que no se dió cuenta que lo habían apuñalado?- parece que sólo tuviese preguntas, trás preguntas, ha escrito algunas cosas en su libreta, no me mira, sólo se queda inmóvil esperando mi respuesta.

-Nos estábamos besando, tenía mis ojos cerrados, sentí que me soltó pero permanecí con los ojos cerrados, pero cuándo me sentí completamente abandonada abrí los ojos y lo vi en el suelo, miré hacia el frente y vi al hombre, lo primero que hice fue gritar porque la música estaba muy alta y todo oscuro, su primo llegó y cuando volví a mirar hacia arriba el hombre ya no estaba, se esfumó- expliqué rápidamente, de verdad que estoy muy tensa e intranquila.

-Bueno, fue un placer señorita, espero que su información nos sirva de algo- acomoda su lapicero en su bolsillo, me da la mano y dándole un vistazo a la habitación de Lank, se va.

Lank está recostado en la camilla con sus ojos cerrados, lo puedo ver a través de este grueso vidrio.

Los doctores dicen que es un milagro que esté vivo, ya que la navaja encajó en el cuello y al retirarla perdió mucha sangre.

Su primo está sentado en una de las sillas de la sala de espera, preocupado, bebiendo café, con ojos rojos al borde del llanto por el miedo que experimenta, se nota que no quiere perder a su primo, Kayla está en las sillas de atrás, con la cabeza apoyada en la pared y los ojos cerrados, no hemos dormido nada desde anoche.

Camino hasta él y me siento a su lado, levanta la cabeza y me sonríe.

-Ya verás que Lank se va a mejorar- tomo su fría mano entre la mía y la acaricio, el llanto que ha estado aguantando fluye.

-Soy lo único que tiene, y él es lo mejor que yo tengo, no lo puedo perder- lo abrazo y acaricio su espalda.

-Ven, mírame- tomo su rostro, seco alguna de sus lágrimas y lo obligo a mirarme -Yo iré a bañarme y a comer algo, y cuando vuela tú te vas a casa a descansar, ¿Te parece?- me mira unos minutos y luego asiente.

-Me parece bien- se separa de mí y seca el restante de sus lágrimas -Yo confío en ti, por favor, si llegas a recordar el rostro de aquel hombre que le hizo daño, por favor dímelo, ya vete- le sonrío y voy hasta donde Kayla.

-¡Kayla!- abre sus ojos con pereza y sin moverse me observa -Vamos a casa, me iré a bañar y cambiar para que el primo de Lank pueda ir a descansar mientras yo lo cuido- ella se levanta y se sostiene de mi mano para no caerse, está rendida.

-¿Y tú?, ¿No tienes sueño?- arrastra las palabras como si estuviese borracha. El sueño la pone tonta.

-Sí, pero tengo que cuidar a Lank- llegamos a fuera y nos montamos en el primer taxi que vemos.

-Te dije que le harías daño a Lank, y mira, así pasó- niega con su cabeza y me observa despectiva.

-Yo no le hice daño Kayla, no digas tonterías- me disgusta que diga este tipo de cosas.

GimeWo Geschichten leben. Entdecke jetzt