Posdata: ¿Ya dije que te amo? (Primera Parte - 1/2)

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Manuel tiene siete años y corre y corre. Corre entre la gente que camina sin sobresalto, corre entre las malezas de la calle y hace a un lado a quien se interponga en su ruta contagiosa. Su aliento es pesado y el cabello largo y castaño vuela en el aire, incluso su jardinera azul se enreda entre sus piernecitas demasiado delgadas, haciéndole casi caer. El pequeño chileno espera el impacto con los ojos cerrados, la boca apretada y el pelo en la cara, pero nada de eso llega, porque nunca cae al cemento.

Manuel pestañea, ¿qué está ocurriendo? Estira las manos pero sigue sujeto. No entiende.

- ¡Te atrapé!

De inmediato pega un saltito, recuperando su equilibrio. Hay brazos que le rodean el pecho y Manuel teme, sobre todo cuando ese misterioso frota la zona de arriba hacia abajo y se queda quieto, como estático y las risas tras su espalda se detienen de un momento a otro. El cabello cobrizo, con gatitos en las puntas roza sus mejillas, y alguien pasa sus manos por él también, después de haber acariciado su pecho.

Manuel está temblando.

- Sos un chico.

Y apenas responde:

- Sí.

Aunque no tiene idea de lo que eso significa.

La primera vez que se ven, Manuel tiene siete años y Martín ocho. Manuel está vestido como se vería una niña un poco descuidada y Martín luce como esos chicos de los comerciales, pero ya no porque ha hecho la carrera siguiendo al chileno desde que lo vio solitario sentado en los columpios y se acercó y le dijo ''sos muy linda'', entonces Manuel se puso de pie y no halló nada mejor que correr metros y metros para zafarse del niño tonto que lo había confundido con una mujer.

Es primavera y Santiago tiene una temperatura tan agradable; el sol brilla y el viento mece con suavidad el forraje de los árboles verdes, así que los niños están en un escenario deslumbrante. Manuel mira hacia el cielo, despejado y con nubes pasando; tiene las mejillas sonrojadas y no funciona que Martín le acaricie el cabello separándoselo hebra por hebra.

Pero entonces Manuel no sabe que Martín se llama Martín y no se lo pregunta. El pequeño rubiecito se lo dice, sonriendo ampliamente.

- Me llamo Martín.

Y sólo lleva un pantalón desgastado y zapatillas negras, una polera de manga larga y algodón, azul. Manuel no tiene puesto más que su jardinera y su camiseta blanca, y llevaba zapatos atados hasta los tobillos y baja la cabeza, mirando hacia el piso.

No le interesa realmente saber su nombre. Ni siquiera le ha visto a los ojos totalmente.

- Yo me llamo Manuel.

- Soy argentino, llegué aquí hace dos meses, ¿y vos?

Manuel no responde. Se esconde tras su cabello largo y sus rasgos de niña.

Cuando Martín tiene doce y Manuel once, el chileno ya ha dejado de lado las épocas pasadas y no tiene absolutamente talente alguno del pequeño niño afeminado que Martín alguna vez vio. Su cabello ahora es corto y se viste como lo haría un muchacho de su edad, y camina con una mochila al hombro directo a su escuela. Él no espera encontrarse con Martín, que va un grado delante de él, -tampoco lo desea-, hacen contacto con la mirada por el pasillo del segundo piso y Manuel siente tanta, tanta vergüenza en el momento en que Martín casi salta contra sus brazos para rodearle. Se queda estático, como aquella vez, frunce el ceño y le empuja tan discretamente, que muchos alumnos que caminaban por ahí se detuvieron a mirarles.

Sin embargo, a Martín no le interesa en lo absoluto, porque se ríe y aunque Manuel sigue caminando, sin prestarle atención, Martín alardea, tan fuerte.

Con el Correr del Tiempo || ArgChi || [Múltiples Universos]Where stories live. Discover now