14.

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-Ese vestido es demasiado escotado.-

-No lo es.- negó, restándole importancia al comentario de su marido.

-Puedo ver mucha piel.-

-Tengo que aprovechar antes de que se me empiece a arrugar.-

-Perrie..-

La mujer le devolvió la mirada acusadora y se cruzó de brazos jugando a enfadarse.
Sabía que a Zayn en verdad no le molestaba que ese vestido fuera tan escotado o que permitiera verse porciones pequeñas de piel alrededor de su cintura o de la propia apertura entre sus senos; si no que por el contrario, disfrutaba del que ella fuera tan confidente y hermosa, ante los ojos de todos. Ella era suya y ninguna mirada más intensa que de lo normal, iba a poder cambiarlo.
Simplemente le gustaba molestarla y jugar a celarla, o bien recordarle que la miraba lo suficiente como para notar lo que buscaba con sus prendas: llamar la atención. Ambos reconocían el que Perrie siempre había gozado de sus cualidades, y nunca había logrado cansarse de enorgullecerse de ellas tanto como para dejar de enseñarlas y ya no divertirse con las reacciones ajenas. Si alguien sabía de juegos de tentaciones, era ella.

-Te gusta, ya no te quejes.-

-¿Champagne?- uno de los numerosos camareros de se acercó con una bandeja repleta de copas, ofreciendo como buen servidor.

-Por supuesto.-

La mujer rubia agradeció con una simple sonrisa y continuó caminando a la par de su marido.

-Voy a saludar a los gerentes, ¿venís?- le susurró al oído.

-Mm.. Creo que voy a ir con Edgar.- respondió -Hace mucho que no lo veo.-

-De acuerdo. Te veo en un rato, cariño.- se despidió besándole sobre el oído.

Sin problema alguno y a paso seguro cada uno tomó su camino. El de Perrie directo a la cabeza de la empresa de su marido.

Edgar Strudwick tenía unos casi veinte años más que su marido, y por eso quizá lo viera con cierto cariño paternal, si bien ambos se consideraban el uno al otro como grandes amigos. Él tenía la mayoría de acciones de la empresa pero no por eso se encargaba de más cosas que Zayn, ambos tomaban las grandes decisiones en conjunto y no se veían ni trataban con algún orden jerárquico de por medio.
Los cincuenta le habían caído con cierto evidente peso, su cabellera oscura se había moteado con espesor en un tono grisáceo y bajo los ojos transparentes permanecían constantemente unas pesadas ojeras.

-¡Perrie!- la ronca y castigada voz bramó al verla acercarse.

-Edgar.-

La rubia no dudó en abrazarlo con cariño y recibió una respuesta sumamente fraternal por parte de aquel hombre.

-Hacía mucho tiempo que no te veía, cielo. ¿Tu marido te tiene encerrada para alejarte de babosos?-

-De hecho, estoy bastante ocupada con mi emprendimiento.- respondió sonriente.

-Oh sí, creo que algo me comentó. Joyas, ¿no es así?-

-Exacto. Todos los días voy al local unas horas y me aseguro que todo esté en orden, aunque si no fuera por mi fiel empleada creo que se caería todo a pedazos. Y cuando logro hacerme mi tiempo, dibujo cuanto más pueda para las nuevas colecciones.-

-Me suena a que estás muy entretenida entonces.-

-Entretenida y ganándome mi propio pan.- habló con satisfacción.

-No es como si a tu marido le molestara alimentarse con el suyo.-

-Por supuesto que no, pero me siento mejor haciendo algo para ganar dinero.-

Enough Room For Three? |ZERRIE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora