11.

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-Llama y ordena lo necesario para una línea de rubíes y zafiros. Ya tengo todo en camino, solo necesito que le digas que..-

Ambas giraron al sonido de la puerta.
Ver a Dustin pasar por ésta le recordó que debía arreglarla para que ya no sonara cada vez que alguien se atrevía a si quiera intentar abrirla unos centímetros.
Pero en su momento se ordenó concentrarse en lo más importante, o más bien lo más preocupante. Dustin estaba su tienda, con un extremadamente visible ramo de flores.

-Señoritas.- les sonrió a ambas mujeres antes de dejar el ramo de flores blancas frente a la rubia.

¿Eran para ella? Maldición. No podía aceptaras, estaba mal. Terriblemente mal. Ella estaba casada, con un hombre al que amaba y que sabía que probablemente no tomaría tan a la ligera que su tercero en la cama le llevara algo tan romántico como podían ser las flores; nadie en su sociedad lo vería exactamente con ojos inocentes.

-¿Flores? ¿Por qué?-

-¿No te gustan? Creí que te iban a parecer bonitas. En cuanto las vi me recordaron a vos.-

-Bueno. Sí son bonitas.. y supongo.. que gracias.- sonrió tenuemente.

-Entonces las aceptas.-

Mierda.

-Missy, ¿podes buscar uno de los jarrones de cristal que están en la parte trasera y llenarlo de agua? Hay que poner las flores en el recibidor.-

No era como si fuera a llevarlas a su casa, con su marido.

La mujer de cabello corto y alisado asintió, moviendo ligeramente la cortina chocolate que le rodeaba el redondo rostro. Era el primer movimiento que ejercía desde que aquel hombre había entrado a la tienda, ya que prácticamente todo él había logrado quitarle el aire de los pulmones y la noción.
No era el primer hombre atractivo que se le plantaba un metro frente a ella, por supuesto que no, pero.. Ese hombre tan elegante y serio llevaba un ramo excepcional, un ramo para su jefa, su jefa casada.
Conocía a Perrie desde hacía años y sabía lo fuerte que era su relación con su esposo, pero.. ¿Cómo interpretar la actitud de ese hombre? Sobre todo cuando la rubia lucía tan incómoda con su presencia y ahora la enviaba lejos para quedar ambos solos.

Dios, debía dejar de juzgar y obedecer.

-Entonces.. ¿Listo para ver los potenciales regalos para tu hermana?-

-Claro.-

La mujer lo dirigió hasta el mostrador de cristal bajo el cual guardaba una caja especialmente seleccionada, en ella cinco anillos distintos.

-Vamos a empezar con los que yo creo pueden encajar bien con la chica que me describiste. Y luego puedo mostrarte alguno más.- explicó, poniendo ante él las joyas brillantes.

Los ojos verdes masculinos recorrieron de lado a lado todas las elegantes piezas de metal precioso, examinando algún que otro detalle hasta no poder dejar de fijarse específicamente en uno de los anillos.

-Ese es hermoso, ¿cierto?-

-Lo es.- asintió, acariciando con la punta de los dedos la piedra preciosa cruzada por unas tiras plata de brillantes que la engarzaban.

-Es un rubí.- explicó, señalando la piedra imponente. -Creo que es de mis favoritos, es realmente bonito, y no lo digo por puro narcisismo.-

-Estoy de acuerdo. Si bien.. Creo que este anillo se vería mejor en una mujer, no en una chiquilla como mi hermana Molly.-

-Dijiste que cumplía veintitres años.-

-Así es.- asintió -Pero aún le falta crecer un poco para portar un anillo como ese.-

Enough Room For Three? |ZERRIE|Où les histoires vivent. Découvrez maintenant