IV

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Tras nuestra breve y extrañamente íntima conversación, Harry cerró la noche con la promesa de que al día siguiente me llevaría a una cita absolutamente normal, solo si es que yo se lo permitía. En otras palabras, sería la primera vez que estaríamos juntos e intentando hacer esfuerzos sobrehumanos para no discutir ni pelear, y así intentar "conocernos" un poco más a fondo. Y mierda... Cuando acepté, la verdad, no supe si fiarme o no de su palabra, mas la curiosidad pudo conmigo y terminé accediendo después de todo.

Esa noche, la incertidumbre e interés se encargaron de revolver mis pensamientos durante un buen rato. A fin de cuentas, ¿Qué diablos era un cita para alguien como él?, ¿Qué clase de ideas se suponía que pasaran por mi mente?, ¿Y cómo diablos era que podía prepararme para lo que se me venía encima? Oh, y lo más inquietante: al final de la noche, ¿Esperaría recibir algo a cambio de mi parte? Porque de ser así, eso no iba a suceder de ningún modo.

Dios mío, la ansiedad y los nervios me carcomían por dentro.

Así fue que cerré mis ojos, rodeada de un montón de preguntas persistentes de las cuales solamente surgían más y más dudas, entorpeciéndome, aunque permitiéndome así caer con toda plenitud en los tentadores brazos de Morfeo.

A la mañana siguiente, al igual como había sucedido en cada una de las anteriores, Trudy irrumpió en mi habitación para despertarme e iniciar mi día. No obstante, esta vez lo hizo con la pequeña diferencia de no tener intenciones de preguntarme si bajaría a desayunar con Styles o no. Muy por el contrario, la mujer simplemente me había traído directamente la bandeja del desayuno, sin darme espacio para responder a la pregunta jamás formulada.

Somnolienta, me integré a la escena, así también un tanto confundida por el repentino quiebre de rutina.

-Buenos días, señorita Navah -me sonrió, al tiempo en que yo tomaba asiento en la cama y ella colocaba la bandeja en frente mío, como siempre, rebosante de comida al punto de ser exagerado-. ¿Qué tal amaneció?

-Trudy... -murmuré, aún un tanto extrañada. Mi voz era áspera y rasposa-. ¿Qué pasó con Harry?, ¿Qué no va a desayunar conmigo? -no era como si me preocupara, tan solo me extrañaba un tanto el hecho.

Pude ver como la ama de llaves esbozaba una amplia sonrisa en su rostro. Podría haber asegurado de que mi pregunta, en el fondo, le había emocionado.

-El señor Harry tuvo que salir por una emergencia de trabajo -me informó, siempre tan eficaz.

-¿Qué hay de nuestra cita? -quise saber, frunciendo el ceño, al tiempo en que guiaba un pequeño muffin de chocolate hacia mis labios- ¿Va a cancelarla?

No era como si me emocionara verlo o no, después de todo, el tipo me había obligado a vivir con él, así que de todas formas estaba forzada a tener que encontrármelo tarde o temprano, contra o a favor de mi voluntad. Mas, debía de admitir que efectivamente me molestaba la facilidad que había tenido para hacerme y hacerme promesas con tal de convencerme de salir con él y así terminar dándole una oportunidad, para que luego, frente al primer imprevisto, él la desechara como si nada.

-¡Oh, no, por supuesto que no, señorita Navah! -negó de inmediato, con su remarcado acento poláco-. Créame que lo último que haría el joven Styles sería dejarla plantada. De todas formas, dijo que no sabía cuánto se demoraría, pero prometió estar aquí a eso de las siete a más tardar.

Asentí en silencio, sin saber muy bien qué decir ante esas palabras.

-¡Oh, por cierto, casi lo olvidaba! -exclamó, antes de salir corriendo de la habitación y regresar a los pocos segundos con una elegante caja negra entre sus manos, decorada con una bonito y brillante listón blanco. Era un regalo. Un regalo para mí.

Million Dollar Man » Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora