XXIV

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El delicioso aroma de la tarta de calabaza que se horneaba en el horno llegó hasta nuestras narices, siendo esta la señal que nos indicaba que ya estaba listo para retirarlo. De modo que, rápidamente, Trudy se apresuró a sacar la fuente que lo contenía mientras que yo permanecía con la espalda apoyada en una de las encimeras, en silencio, aún reflexionando respecto a la invitación que Harry me acababa de hacer para viajar con él a Francia la semana siguiente.

-¿Qué se supone que haga? -acabé por preguntarle a la ama de llaves, a quien tan solo minutos atrás le había contado sobre la gran noticia, mas todavía no le había dado ningún pronóstico de lo que sería mi respuesta, pues honestamente yo tampoco sabía cuál sería.

Trudy, quien volvía a centrar su atención a una de las ollas que se encontraba a fuego lento, desvió su mirada hacía mí un segundo, para luego regresarla hacia la salsa boloñesa que estaba preparando.

-Señorita Navah, yo adoro al señor Harry, pero no sé si usted pueda decir lo mismo -señaló, con su marcado acento polaco.

Solté un suspiro, sabiendo bien a lo que se referían sus palabras.

-No lo sé. Me gusta estar con él, Tru. Ese es el problema -farfullé, frustrada con mi indecisión-. Antes no lo soportaba, por lo que habría sido fácil rechazarlo y librarme de él unos días. La cosa es que... Todo es diferente ahora, parece casi surrealista -hice una pausa-. Y la verdad es que la última conversación con Liam hizo que me cuestionara mucho sobre todo esto que está sucediendo con Harry.

-Si me permite decirlo, señorita, yo creo que si usted verdaderamente quiere ir, no veo porqué se complica tanto -comentó, confundida. Tan confundida como yo.

Y tenía razón. Era absurdo que me limitara de esa forma, ¿No? Sin embargo, creía tener mis razones -las que en realidad eran tan absurdas como mi dilema-. A fin de cuentas, estaba segura de que con un chico como Harry, y una ciudad como París, ninguna mujer en su sano juicio se hubiese negado a ir con él.

-¿Puedo preguntarle algo? -murmuró, confidencialmente. Yo solo asentí-, ¿A qué le teme?

Antes de responder, acomodé uno de los mechones de mi cabello tras mi oreja, sintiéndome como una completa estúpida por la respuesta tan idiota que le iba a dar.

-A que me guste, a encariñarme con él y este particular cuento de hadas en el que me ha tratando de crear y que muchas veces siento que no me corresponde.


(...)

Con cuidado y en el más absoluto silencio, abrí lentamente la enorme puerta de madera que daba al despacho de Harry. Y sin entrar del todo, asomé mi cabeza por esta, verificando si el rizado se encontraba ahí o no. Muy para mi suerte, efectivamente ahí estaba, sentado tras su enorme, elegante e imponente escritorio de madera, con un vaso de whisky en una mano, y el teléfono en la otra.

Alzó su mirada hacia la mía, observándome como extrañado de verme ahí. No pude evitar sonreír como una boba.

-¿Estás ocupado? -pregunté, a lo que él solo negó con la cabeza, siendo esta la autorización suficiente para permitirme entrar.

Y pese a que prácticamente podía palpar la densidad en el ambiente, me atreví a caminar hacia él, hasta quedar parada frente a su escritorio, siendo seguida en todo momento por sus inexpresivos pero atentos ojos. Sabía bien que su orgullo se había visto herido al momento en que no accedí de inmediato a la invitación que me había realizado horas atrás, pero estaba ahí para enmendarlo.

-¿Whisky? Y yo que creía que había sido suficiente con lo que bebimos en el lago -dije, solo por hacer un comentario.

Bien, mi intento por remediar las cosas había sido absolutamente desastroso, demostrándome lo torpe que podía ser en algunas ocasiones.

Million Dollar Man » Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora