XV

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Esa mañana, al igual que otras tantas, Trudy me llevó el desayuno a la cama y se quedó ahí conmigo, haciéndome compañía y conversándome mientras yo desayunaba. Cuando le pregunté por Harry, ella respondió diciendo que aún continuaba encerrado en su despacho, aparentemente muy ocupado y con un humor más que horrible. Esto último debido a que se había pasado toda la noche despierto junto con Zayn, trabajando, hasta que solamente recién en la madrugada fue que el pelinegro se marchó de la mansión con intenciones de pausar un poco las responsabilidades de ambos y así poder descansar un par de horas. De cualquier forma, según las palabras de Trudy, esto de nada había servido, ya que Harry de igual manera se había quedado en pie, con una taza de café en su mano, y el teléfono celular en la otra, haciendo llamadas al otro extremo del mundo, soltando fuertes exclamaciones de enojo de tanto en tanto. Todo esto con tal de cuidar sus preciosos y preciados hoteles.

Sin embargo, esa era la vida de Harry, no la mía. Él tenía sus preocupaciones, y yo en cambio me había visto obligada a "perderlas" en cuanto había llegado a la mansión.

-Hace un día precioso, señorita Navah, si quiere, podríamos salir a recorrer los jardines -sugirió la mujer, al tiempo en que abría las cortinas dejando entrar la fuerte luz a la habitación, dejando a la vista parte del bonito paisaje que se exhibía afuera.

Verdaderamente, no tenía siquiera que pensarmelo, la idea era más que perfecta.

En cuanto acabé con mi café, me levanté para ir directo a la ducha y luego buscar así un vestido veraniego que me acompañara a aprovechar parte del día, junto con Trudy y Chester.

Al cabo de una hora, ya nos encontrábamos perdiéndonos entre los montones de árboles y arbustos que se extendían a lo largo del terreno. Esta vez pude permitirme disfrutar más del paisaje, a diferencia de aquella ocasión en que había salido a solas con Chester, y así mismo, pese a divisar aquella reja en donde Harry me había descubierto tratando de escapar, ni siquiera consideré la posibilidad de huir.

Seguimos caminando a la par con Chester, hasta que me di cuenta de que Gertrudy iba poco a poco quedándose atrás.

-¿Estás bien, Tru? -le pregunté, volteándome, divertida, sin contener una tímida carcajada al verla tras nosotros, completamente agotada.

-Señorit-ta Navah, c-creo que yo mejor los esperaré a-aquí -respondió, siendo interrumpida por su propia respiración, la cual estaba demasiado agitada como para permitirle hablar plenamente.

Francamente, sí habíamos caminado bastante y si a eso le sumabamos calor y el incómodo uniforme que Trudy llevaba, eso no la ayudaba mucho para seguirnos el paso

-Dios mío, e-stoy agotada -se quejó, molesta, haciendo más palpable su acento polaco.

-No te preocupes, -negué, indispuesta a seguir sin ella y dejarla sola- volvamos a la mansión. Yo también estoy muriendo de calor -admití-. Y si quieres puedo ayudarte a preparar el almuerzo -sugerí.

-Señorita Navah, el señor Harry se enojará si la ve ayudándome a cocinar -advirtió ella, al tiempo en que comenzábamos a retomar el camino de regreso.

-Eh... No sería la primera vez, Trudy -le recordé, extrañada.

-Es que las veces anteriores el señor Harry no ha estado aquí -recalcó, encogiéndose de hombros.

Si bien no tenía intenciones de provocar a Harry, me parecía más que absurdo el hecho de que Trudy temiera a que nos descubriera preparando el almuerzo. Sí, entendía que me cuidara, que quisiera lo mejor para mí, incluso hasta podía comprender en cierto punto esa obsesión de que permaneciera en casa o que solamente saliera con supervisión, pero el no poder ayudar a Trudy en la cocina me parecía el límite de lo absurdo.

Million Dollar Man » Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora