VII

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Bajar de la limusina y encontrarme frente a frente con el pequeño cartel de neón que rezaba las palabras "Crimson Bar", fue lo que me permitió sentir por primera vez en siglos un pequeño atisbo de la libertad que había perdido.

Aún no podía creer que Harry me hubiese acompañado hasta ese lugar, precisamente la clase de sitio donde no podía imaginármelo, donde dudaba que encajara. Él era tan elegante, tan "hombre de un millón de dólares", que verlo en una taberna como esa era extraño. Y no importaba si esa noche vestía sencillo e íntegramente de negro, era su rostro el que delataba lo ajeno que era. De cualquier modo, agradecía su esfuerzo, especialmente si consideraba la hora a la que lo había hecho salir de la mansión, siendo que al día siguiente tendría que concentrarse en todos el trabajo y los asuntos que implicaban ser heredero de una cadena de hoteles.

-¿Este es el bar de tu amigo? -preguntó, con un tono de voz neutro, no era como si le emocionara o desagradara la idea. Yo asentí-. No tiene mucho movimiento.

-Si consideras que en esta zona de la ciudad hay un bar en cada esquina, y que a unas cuantas cuadras está el strip club, creo que las razones son bastante obvias -comenté, acercándome hacia la puerta, siendo seguida por el castaño de ojos verdes.

Mas, efectivamente, Harry tenía razón, esa noche en particular el bar parecía estar más vacío de lo normal. Teniendo en cuenta que se trataba de una noche de martes, los pocos que asistían eran los borrachos de siempre.

Mis ojos recorrieron entusiasmados el sitio que se me hacía tan familiar, que ya conocía de memoria. Era de estilo antiguo, con decoraciones rústicas que te daban la sensación de estar viviendo un par de décadas atrás. Tras la impecable barra de madera, un joven de los más amistosos ojos marrones, que vestía una camisa negra con los primeros botones desabrochados, limpiaba unos vasos con un paño distraídamente ante la poca clientela, hasta que se percató del sonido de la campanilla que surgía cada vez que alguien abría la puerta.

Alzó la vista, y de inmediato dejó el vaso de lado, atravesando la barra para venir a abrazarme.

-¡Navah! -exclamó, estrechándome fuertemente entre sus brazos, levantándome levemente del piso. El suave aroma de su perfume se mezclaba con el olor propio de la cantina, entregándome un agradable sentimiento de calidez.

Solté una carcajada, sintiéndome dichosa de felicidad.

-¡¿Dónde estuviste todos estos días?! -preguntó, bajándome, y observándome de arriba abajo, como si no nos viéramos desde hace años-. He ido al local y Bryan no estaba, Zaphiro dijo que ambos habían desaparecido...

-Yo... -ni siquiera había pensado la coartada que usaría, siendo que Harry había sido más que insistente en que no dijera nada-. Estuve reflexionando -dije finalmente, sin nada mejor que se me ocurriera. Como siempre, mis mentiras eran patéticas y absurdas.

-¿Y por eso tenías que ignorar mis llamadas? -cuestionó él, alzando una ceja.

Rodé los ojos, aunque agradecida por su preocupación, mas no podíamos seguir profundizando en ese tema o Harry terminaría sacándome de ahí a rastras.

-Olvídalo, ya estoy aquí -sonreí, y observé de reojo a Harry, haciéndole un gesto para que se nos acercara-. Por cierto, Liam, él es Harry... Un amigo -indiqué, dudosa-. Harry, él es Liam, mi mejor amigo.

Styles se acercó y estiró su mano para estrechar la de Liam.

-Un gusto, Harry.

-Lo mismo digo -correspondió, con un tono que parecía indicar lo contrario a sus palabras. Tuve deseos de darle un codazo o hacerle algún gesto para que se comportara como yo lo estaba haciendo. Él me había pedido que guardara silencio, lo mínimo que podía darme a cambio era una actitud relativamente soportable.

Million Dollar Man » Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora