Capítulo N° 6

694 58 12
                                    


Cuando Camila se despertó, se sintió mareada y le dolía todo el cuerpo. No estaba acostumbrada a dormir en una cama, casi toda su vida, estuvo durmiendo en el suelo junto a sus hermanos. Cuando recordaba dónde estaba y que no estaba cerca de su familia, ella se acurrucó como un ovillo y metió su manita bajo la almohada para agarrar la cinta que aquella noche le había regalado Lauren. Era una mañana nublada y fresca. El sol no había salido aún, pero el resplandor gris en el horizonte señalaron que era tiempo para los criados, que debían levantarse y así comenzar sus tareas matutinas.

Camila, fue la primera en despertar, observó que estaba en un lugar desconocido y se sentó en la cama. Era la primera mañana, la primera vez que se despertaba sola. Uno por uno, los sirvientes se iban levantando, algunos, salían debajo de sus cobijas con algo de pereza, otros; se estiraban completamente haciendo sonar sus huesos con aquel acto desperezador; otro se revolvían en su cama... En fin. Camila, juntó sus manitas con la cinta aun en sus puños y recorrió la habitación con sus chocolates pupilas, tratando de encontrar alguna cara conocida y amigable. Cuando su vista dio con Katia, saltó de la cama, aun vestida con la misma ropa que llevaba la noche anterior y fue al lado de la mujer.

Katia: Es tu primer día de trabajo - bostezó delicadamente al poner una mano sobre su boca.
Camila: Quiero a mi madre - susurró. Katia miró hacia abajo donde estaba la niña. Recordó la anterior noche, cómo el mensajero regresó de la ciudad con un rostro bastante sombrío. Le había susurrado algo al oído de Camila y antes de que ella pudiera reaccionar, Camila se había ido corriendo. Ella habría tenido tiempo para cogerla pero un invitado la llamó en ese momento.

Katia: Nos queda mucho por hacer.


Camila: Quiero volver a casa - comenzó a llorar tomando firmemente la mano de Katia.

Katia se agachó, tratando de consolarla. Trató de recordar lo que otra mujer había hecho cuando ella había estado en el mismo lugar de Camila hace tantos años. Se recordó a ella misma llorando, aunque con mucho mas control que Camila. La mujer se bajó de la cama y se arrodilló para quedar a la misma altura de la pequeña Castaña.

Katia: Escúchame!! - dijo severamente. La autoridad en su voz resonó en la pequeña habitación. Camila dejó de llorar - Ahora somos tu familia, entiendes?


Camila: Pero quiero a mi padre! Y a mi madre! - sollozó.

Katia: Entiendo. Pero debes escucharme, tus padres ya no están contigo, entiendes? Se han ido ahora y tienes que crecer y aceptar esa realidad - Le explicaba la mujer. Trató de recordar lo que a ella le habían dicho hace mucho tiempo para que también dejara de llorar. Al hacerlo, su voz se opacó un poco.

Katia: El Duque... - Se sintió mal al decir aquellas palabras, sabía que iba a darle falsas esperanzas a la pequeña, pero debía hacerlo - Alguna veces, el Duque, selecciona a algunos sirvientes y les da el día libre. Muchos de nosotros vamos al pueblo para comprar artículos, para caminar y entretenernos. Es un merecido descanso. El Duque siempre dice que si los criados estamos felices, significa que habrá un hogar feliz. Si trabajas duro, y si dejas de estar triste, te elegirá a ti. Podemos ir a la ciudad y luego puedes buscar a tus padres.

Camila se limpió los ojos.


Camila: ¿Te refieres a que sí puedo ir a buscar a mis padres? - Preguntó.
Katia: Sí. Pero primero debemos completar nuestras tareas. El Duque no deja ir al pueblo a aquellos criados que no hagan su trabajo.

Los ojos de Camila se iluminaron alegremente poniéndose derecha sobre sus pies. Su carita había cambiado rotundamente con aquella noticia.

Camila: Está bien, vamos - dijo la niña totalmente emocionada.

Katia sonrió, pero a su vez se sentía mal por las palabras que le dijo. Le había dicho lo mismo que a ella que le dijeron cuando era joven. También había trabajado duro. Pero sabía que todo era una mentira. Una mentira piadosa que ella misma le había dicho a aquella pequeña para que fuera feliz. Una vez, Katia se enteró de que sus padres habían muerto no mucho después de que la habían mandado a trabajar. Miró hacia la niña que comenzaba a saltar de alegría. Sería lo mismo con ella. Camila trabajaría duramente cada día, colocando una sonrisa en su cara sin importar lo que pasara. Era por su propio bien, para que no se dejara invadir por la tristeza.

Merecía la pena, valía la pena darle un poco de esperanza a la niña.

Katia: Sí - dijo tranquilamente - Vamos a comenzar.


Ambas tomaron sus implementos de limpieza, paños, plumero, un cepillo y comenzaron a trabajar en la biblioteca. Todas las mañanas limpiaban las superficies visibles para que aquellas visitas no anunciadas, notaran la pulcritud en la casa. Cuando terminaron con las superficies visibles, fueron pasando hacia las lámparas, limpiándolas y llenándolas de aceite nuevo, entre otras cosas. Camila, cuyas manos estaban llenas de callos por ayudar a su madre a hacer las tareas cuando tenía tiempo, se sentó un rato en el piso. Era bastante rápida y enérgica y había superado a Katia en las labores de limpieza. Katia veía con una sonrisa en su rostro a la niña que ya había quitado el polvo y pulido las superficies de los muebles y otros enseres.

Camila comenzó a tararear para sí misma una melodía que Katia había reconocido. Era una canción que todos los niños cantaban a esa edad. Camila escuchó como Katia se unió a tararear la misma canción y se dirigió hacer la limpieza a otra habitación. Era mucho más fácil hacer el oficio con alegría en sus semblantes.

El Duque Jauregui, fue el primero de la familia en despertar. Caminaba hacia las escaleras para dirigirse a la parte baja de la mansión. Veía como sus sirvientes se ocupaban con las tareas de limpieza aquella mañana. A medida que bajaba los escalones, estos con una pequeña inclinación en sus cuerpos, saludaban al Duque.

Sirviente: Buenos días Duque Jauregui.

El Duque asentía con su cabeza en señal de saludo.
Pero había algo diferente de lo habitual. Escuchó música procedente de la biblioteca y se dirigió tranquilamente hacia el lugar. Camila y Katia estaban tomadas de las manos, bailando y cantando alrededor de la habitación descuidando un poco sus deberes. Pero se veían felices y el Duque no pudo evitar sonreír al ver aquellas tonterías. Ellas seguían tomadas de las manos, mientras bailaban haciendo círculos; hasta que Katia fijó su vista y se percató que el Duque las estaba mirando.
Inmediatamente él cambió la expresión a una más pesada, aunque cualquiera que mirase con más atención al momento, podría decir que él estaba forzando por mantener el ceño fruncido.

Katia: Duque - se inclinó lo más que pudo. Ya las habían sorprendido torpemente dos veces en menos de un día.
Camila, se inclinó demasiado y su plumero se cayó al piso, doblándose para poder alcanzarlo. El Duque estaba conteniendo la risa al ver aquella escena. Katia estaba aterrorizada. Éste esperó a que la chica tomara el utensilio mirándolas con los ojos entre cerrados y conteniendo aún su risa.

Michael: Adelante - dijo el Ojiverde hombre viendo cómo se trasladaban a la habitación de al lado.

Los ojos de la mujer se abrieron como plato sintiendo su vergüenza acumularse en sus mejillas. Camila, con su plumero; siguió limpiando delicadamente las esquinas de cada estante en la habitación contigua.
El Duque finalmente sonrió en cuanto las dos mujeres estuvieron fuera de su vista. Sin duda, aquella chiquilla hacía más animada la mansión.

Cuando realizaron las tareas de la mañana, Katia y Camila decidieron pasear por los jardines. Era una mañana cálida y las flores estaban floreciendo. Camila miraba con asombro el magnífico jardín, perfectamente trabajado con una brillante variedad de flores. Ella sólo había estado allí durante la noche, pero durante el día, cuando todo estaba literalmente libre de alguna actividad, parecía que se encontraba en uno de los cuentos de hadas de su madre.
Ella miraba a su alrededor, esperando ver a un príncipe al galope por aquel jardín yendo hacia ella. En cambio, se dio cuenta de un muchacho pequeño que llevaba un pony blanco alrededor de la cerca. El chico llevaba el ceño fruncido y una mejilla cortada. Dirigía el caballo por todo el alrededor mientras su otra mano estaba en su bolsillo del pantalón. Katia se agachó y le susurró a la Castaña.

Katia: Harías bien si no te acercas a aquél chico.
Camila: ¿Por qué? - interrogó aun con la mirada fija sobre el chico. Parecía algo amargado, pero a Camila le recordó muchísimo a sus hermanos y era el único niño que había visto que parecía de su edad por esos alrededores, además de Lauren.

Katia: Escuché que la semana pasada, recibió tres latigazos por robar comida de la despensa del Duque. El Duque es un santo, Dios bendiga su alma, es la única razón por la que creo que Austin no ha sido tirado a las calles.

Camila seguía viéndolo. El pony parecía tan amargado como el niño, tal vez era porque el chico lo llevaba de las riendas muy fuerte. Pero en un abrir y cerrar de ojos, se escuchó un pequeño relinche y el animal arremetió contra el chico, pateándolo en el brazo. Austin cayó al suelo, gritando de dolor. El pony, asustado y enojado, comenzó a huir. Austin agarró su brazo y gemía en voz alta. Su brazo se había roto por la patada.

Katia jadeó y llevó una mano sobre su boca. Ella volteó a ver hacia abajo a Camila, pero se sorprendió al ver que la chiquilla corría hacia la cerca. El hombre que cuidaba el establo, también había corrido al escuchar los gritos del chico. Camila se detuvo al ver al animal a los ojos mientras caminaba lentamente hacia el pony, pero cuando éste se percató de la presencia de la niña, intentó escapar de nuevo. Camila, tomó sus riendas y saltó encima del caballo. No era muy diestra en montar a caballo así que una vez que el animal sintió el peso de Camila, salió corriendo.

Camila: Por favor detente! - le suplicó al caballo muy cerca de su oreja.

Austin y Boris, se quedaron de pie viendo con fascinación como la chica había permanecido sobre el caballo, más tiempo del que nadie hubiera pensado posible. No era un animal grande, pero era tan fuerte como uno de un tamaño normal.

Una Caja Musical me Llevo a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora