Capítulo N° 8

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   Dieciséis    

Fue ese escurridizo ratón de nuevo. Ese ratón de alguna manera había evadido su captura durante semanas frustrando las diferentes trampas que habían a la vista. La única evidencia, de hecho, que comprobaban que había un ratón en la despensa, fueron los pequeños agujeros en las bolsas de granos y migajas de pan que estaban por todas partes. Nadie lo había visto, pero todos los criados sabían que estaba ahí.

El jefe de cocina no aprobaba el hecho de que estaban tardando tanto en eliminar las raíces de la plaga. Trajo hasta a un gato para capturar al famoso ratón, compró las trampas más costosas y complejas, el más potente de los venenos hasta una noche, se quedo despierto tratando de escuchar los pequeños ruidos que hacía el animalito contra el mármol. Por desgracia, no había logrado agarrarle aun y día tras día, se ponía furioso y más impaciente.

Cocinero: Le pagaré al hombre o a la mujer que traiga esa criatura vivo o muerto - Gritó, golpeando un saco de monedas una mañana. Los sirvientes estaban apenas acabando el desayuno cuando salió tintineando en su mano, una pequeña bolsa que estaba dentro de la más grande, donde traía algunos granitos de oro.

Había un pequeño agujero en una esquina de la despensa, evidentemente eran la madriguera del ratón, el hombre giró su cabeza de lado a lado esparciendo sobre la mesa, los pequeños granitos de oro que llevaba en la bolsa. Su cara estaba roja como una remolacha por la rabia que tenía hacia el animalito. En momentos, toda la sala estalló en emoción. Los sirvientes comieron su comida lo más rápido posible y se sumergieron en la despensa a buscar pistas que les llevaran a localizar el paradero del roedor.

Hombres y mujeres llenaron la cocina, rastreando huellas y excrementos que parecían desvanecerse en la pared.

Sólo una chica se sentó en silencio y había terminado su desayuno con mucha calma. Camila observó la actividad de lo que acontecía frente a ella y con los ojos puestos en la bolsa de oro. Terminó de comer su avena, sus ojos se dirigieron a un pequeño rincón, oculto detrás de un pedestal. Ella sabía lo que perfectamente había detrás de él, un agujero apenas del ancho de tres dedos que albergaba un animal dormido. Guardó silencio y esperó.

No fue hasta su habitación, solo esperó que todo estuviera mas en calma y despejado. Al cabo de media hora, Camila volvió al comedor de los criados. Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie estuviera mirando, especialmente el Jefe de los cocineros. Todos estaban ocupados con los preparativos para el gran baile de la noche. En una mano, sostenía una pequeña caja de madera, la cual puso sobre la mesa una vez que entró. Se arrodilló en el piso y colocó el pedestal a un lado

Camila: Psst...Psst... ratoncito... - Susurró mientras colocaba sus manos en "V" entre el piso y la pequeña madriguera. Tomó un poco de migajas de pan que llevaba en su delantal para que el animal asomara su cabeza. Éste, reconoció rápidamente su olor y se metió en sus manos. Lo levantó hasta su cara.

Camila: Has sido muy malo. Te dije que no a asaltaras la despensa! Te alimento lo suficiente, ¿no? - dijo. El ratón olfateaba a su alrededor, esperando algo de comida. Camila, colocó una mano en sus caderas y frunció el ceño

Camila: Has sido muy malo. Todo el mundo te está buscando - El ratón chirriaba en respuesta.

Camila: Mira, nunca te entregaría ni por un saco de oro, pero tienes que aprender modales! - dijo mientras caminaba hacia la mesa, se sentaba y abría la caja - No me gusta hacer esto, pero es la única manera en que puedo mantenerte a salvo - abrió la caja y puso el ratón dentro. La parte superior de la tapa estaba llena de agujeros, hechos a mano, utilizando un martillo y un clavo para que el ratón pudiera respirar fácilmente. Cerró la parte superior de la caja y escuchaba al roedor deslizarse en el interior. Más tarde, soltaría al ratón en el jardín, con suerte, él encontraría un nuevo hogar.

Una Caja Musical me Llevo a TiWhere stories live. Discover now