Capítulo N° 39

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**La Duquesa y el Diablo** 

Era de noche, cuando Lauren se despertó abrazada a alguien desconocido, pero sin embargo, aquel abrazo era tan reconfortante en ella.
Intentó darse la vuelta, pero gran parte de su vestido estaba atrapado debajo del cuerpo de Camila. Era difícil para ella, creer todo aquello, pero de inmediato salió de su ensueño cuando volvió a intentar acomodarse y sintió que los bultos del desgastado colchón, le atravesaban la espalda, literalmente.

Camila dormía profundamente. Tenía el rostro relajado y la boca un poco abierta; la ojiverde rió cuando esta dejó salir un pequeño ronquido. Pronto se percató que estaba algo atrasada en su viaje hacia el castillo. Suavemente levantó el brazo de la castaña debajo de la delgada y raída sábana y el aire frío le caló la piel recién descubierta.

- Camila - Susurró, agitando suavemente a la chica. La castaña soltó un pequeño bostezo y levantó su cabeza.

- Señorita? - Murmuró - Está todo bien?

- Tengo que irme - Dijo, presionando sus labios ligeramente contra los de Camila. La castaña abrió los ojos un poco aturdida por la sensación que no esperaba.

- Tienes que irte? - Le preguntó, haciendo un irresistible puchero que causó risa en Lauren.

-Sí - Respondió - Me esperan en el castillo desde hace horas - Levantó su vestido y Camila levantó instintivamente su cuerpo para permitir que Lauren tirara de él.

- Te veré pronto? - Le preguntó, bostezando en la oscuridad. Lauren le dio un beso en la mejilla.

- Por supuesto - Le prometió la ojiverde. Camila le sonrió apenas con ojos soñolientos - Estaré de regreso mañana por la tarde.

Camila la tomó del brazo, jalándola hacia ella. No quería que Lauren se fuera, pero la ojiverde se echaba hacia atrás para no hacer la despedida más dolorosa. Sabía que debía partir con el fin de mantener a salvo a Camila, y que tenía cosas que hacer y que solucionar.
La castaña Le soltó el brazo y la vio salir de la habitación.

Lauren, se alejó lentamente de la casa llegando hasta donde estaba su caballo el cual resopló con impaciencia, como exigiendo saber, por qué salía tan tarde en la noche. La ojiverde le dio una pequeña palmada y se subió encima. Antes de alejarse, lanzó una mirada nostálgica hacia la ventana. Camila había abierto la ventana y estaba inclinada, con la cabeza baja. Lauren se marchó con la promesa de que regresaría al día siguiente y volver a estar en sus brazos.


El Duque había ido sólo al castillo, esa iba a ser una larga noche, cuando un golpe suave interrumpió su sueño. Se sentó, frotando su sien para tratar de calmar el dolor de cabeza. Había tenido un día muy largo, porque era el día antes del funeral del Rey y deseaba dormir una noche completa antes de que los invitados empezaran a llegar.

- Qué pasa? – Preguntó Michael. Al ver la puerta abrirse haciendo un crujido y un guardia delgado, asomó la cabeza dentro.

- Su alteza, su hija acaba de llegar - Inmediatamente, el Duque lanzó las cubiertas lejos de su cuerpo y se puso de pie.

- Mi hija? - Volvió a preguntar. Miró el reloj en la habitación para asegurarse de que su mente cansada no le estaba jugando trucos. Arrojó su bata y salió hacia la sala. Sus largas piernas lo llevaban mucho más lejos y más rápido que las del guardia que luchaba por mantener las zancadas de él.

Irrumpió por la puerta de entrada al igual que Lauren hacía su camino hasta llegar a él.

- Lauren! - Exclamó. Una parte de él, quería creer que el guardia había confundido a alguna otra persona con su hija. Pero sus ojos no le metían - En el nombre de Dios ¿qué haces aquí a esta hora?

- Me quedé dormida, padre - Lauren respondió rápidamente, habiendo reflexionado sobre su historia - Era un lindo día y quería montar.

- No viniste en el carruaje? - Con temor, preguntó mirando sobre su hombro.

- No, era un día muy hermoso. Pero a caballo, todo el camino fue mucho más rápido de lo que esperaba. Me detuve a descansar un poco y terminé yendo muy lejos, se me hizo de noche y ya ves...

Michael no disfrutaba el imaginarse a su hija durmiendo debajo de un árbol al lado de la carretera donde cualquier vagabundo o ladrón pudieron haberla atacado. Lauren, abrazándolo, le besó en la mejilla.

- No me regañes padre, o se te pondrá el cabello gris - Dijo. Este giró bruscamente para abrir la boca y exigirle respeto pero negó con la cabeza al ver que su hija avanzaba rápidamente por el pasillo hacia una de las habitaciones no pudiendo ocultar una sonrisa. Verla de tan buen humor lo hizo inhalar el aire fresco, cerrando los ojos para disfrutar de la noche.

Caminó hasta la entrada, abriendo los ojos para contemplar el cielo estrellado. No podría haber pedido más. Cuando vio cómo las estrellas brillaban, recordó como brillaban los ojos de su esposa, y cuán rápido se atenuaban. Exhaló y miró a través del horizonte.

Una figura caminaba a través de la carretera, encapuchada y vestida como la noche. Entrecerró lo ojos y tomando una antorcha, trató de echar un vistazo para percatarse del sospechoso. La figura volvió aparecer en el camino, inclinando de lado a lado su cabeza, estudiando las paredes del castillo. Sin saber por qué, Michael se sentía inquieto. El hombre, rápidamente se alejó y este se quedó observando un momento más, asegurándose de que la figura no volviera aparecer.

- Notifica a un guardia que quiero un informe sobre cualquier figura sospechosa que ronde el castillo - Ordenó.

- Sí, señor - El guardia respondió, aunque su voz estaba llena de escepticismo. El Duque volvió dentro antes de corregirse a sí mismo.

- Que sean dos.

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La mañana de Camila comenzó como cualquier otra, sin embargo, a pesar de no haber dormido toda la noche, se sintió extrañamente fresca. Pensando en Lauren, el día se le haría muy placentero. Su corazón latía a millón de solo recordar esos ojos Verdes.

Después de terminar sus tareas cotidianas en su pequeño cuarto, saludó el día con una sonrisa más brillante que la que alguna vez hubiera tenido al salir a la calle. Había pasado períodos de tristeza y arrepentimiento durante un año. Esta vez, no iba a perder la oportunidad de ser feliz.

- Tu sonrisa podría cegar hasta al propio sol - Señaló el sastre cuando esta entró, saludando más alegre que de costumbre. Era un hombre calvo, fuerte y siempre vestía decente.

Camila simplemente continuó sonriendo y se fue hacer su trabajo, recogiendo una pila de ropa que necesitaban reparación y remiendos, sentándose en su rincón con una aguja e hiló. Ella trabajaba alegremente, incluso así tuviera que caminar tan lejos como cuando vendía flores en la carretera. El hombre, que no le molestaba en absoluto su comportamiento de aquella mañana, intentaba adivinar si aquella sonrisa debía atribuírsela a algún hombre, pero no quería alterarla de ninguna manera.

Sin que se diera cuenta, un costoso y hermoso carruaje blanco se detuvo en la caballeriza del local que se situaba a cuatro casas más allá de su lugar de trabajo. A pesar de la apariencia externa, la mujer que caminaba desde el coche, tenía una expresión que asustaba a todos aquellos que le miraban. Sus labios se fruncían con asco cuando miraba alrededor de la ciudad, especialmente cuando los lugareños echaban un ojo asombrados por su presencia. Pocos habían visto tanta riqueza y menos aún, habían visto, tanta nobleza.

Caminaba con un propósito hacia la puerta donde sólo horas antes, su hija se había dignado a entrar. Ella llamó a la puerta de madera húmeda y escuchó como el propietario caminaba cojeando de su bastón y con sus pies hacía ruidos irregulares en el suelo. Cuando abrió la puerta, los ojos del hombre, se abrieron como platos.

- Estoy aquí porque vengo por una chica - Dijo la Duquesa. Estaba segura de que el viejo no sabía ni siquiera el título apropiado para cómo llamarla – Es Una chica de cabello castaño.

El hombre se extrañó.

- Quiere decir, que busca a Camila? - Preguntó. Clara respingó cuando escuchó el nombre.

- Sí - respondió con frialdad. El viejo se rascó la cabeza tímidamente.

- Señora...

- Su majestad! - Le espetó haciendo que el hombre inclinara la cabeza con respeto y de esta manera, pudo ver y reconocer el anillo en su mano.

Él sólo lo había visto una vez, cuando era más joven. Era el anillo perteneciente a los de la familia Jauregui y de repente se dio cuenta de quién era ella y lo peligroso que se había vuelto la situación.

- Su alteza, perdón... - dijo tímidamente el hombre - Ella no... está cerca de aquí...

- Entonces ve a por ella - Clara solicitó. El propietario miró hacia abajo a su bastón y a su rodilla débil y retrocedió unos cuantos pasos, pero fue fácil predecir que aquella mujer no tendría cuidado si era una persona inválida o no. Él asintió con la cabeza, sonriendo nerviosamente.

- Por supuesto, su alteza –

Cojeando a un ritmo dolorosamente lento caminó hacia el centro de la ciudad.

La duquesa caminó dentro del lugar aunque odiara hacer aquello. El techo era apenas un poco más elevado que su altura y todo el piso estaba cubierto de una capa de suciedad, sin duda alguna, se debía a los muchos inquilinos que ocupaban aquel viejo lugar. Recogió su vestido con disgusto y se sentó a esperar.

Camila acababa de poner un parche en una vieja chaqueta, cuando el casero entró al local, apoyándose pesadamente en su bastón. Al momento en que ella lo vio, rápidamente dejó de hacer su trabajo...

- Señor! - Exclamó.

- Hay... hay... - El hombre suspiraba, sin aliento aunque el viaje había sido corto desde su casa hasta la sastrería - Hay una noble... allá, esperando por ti - Camila se colocó de pie bruscamente. El sastre la miró suspicazmente.

- Nunca hemos tenido visitas de nobles por esta ciudad - Señaló.

Camila no lo escuchó ya que en su rostro se dibujaba poco a poco de nuevo una tonta sonrisa. No esperaba a Lauren hasta por la tarde, pero tal vez su falta era demasiado fuerte como para estar lejos de ella, así como se le hacía difícil a ella misma.

- Me disculpa un minuto? - Preguntó. El sastre se encogió de hombros.

- No hagas esperar demasiado a esos nobles. No les gusta eso - dijo.

Camila salió corriendo de la tienda por la pequeña y estrecha calle de regreso hacia la casa. La puerta estaba abierta. Cuando llegó allí, atravesó la misma con una sonrisa en su rostro, pero esta se le desvaneció instantáneamente cuando vio a la Duquesa delante de ella, con los ojos puestos intensamente sobre ella. 

Estaba sorprendida por la figura que estaba de pie, allí delante. Empezó a temblar cuando Clara dio un paso más cerca.

- Buenas tardes, Camila. Tú y yo debemos charlar.    

OMG de que quedra hablar Clara? ajaja dejo Capitulo por que ayer fue el sorteo  de las 32 selecciones del mundial y a Perú le toco el grupo de la MUERTE ALV asi que ya VALIMOS TRES HECTAREAS DE GAVER DEL TIO TY ajajajajaja asi que estoy de buen humor alv ... y gracias por sus votos girls ... y no se cuando vuelva alv seguro que cuando este happy otra vez 

Una Caja Musical me Llevo a TiWhere stories live. Discover now