Capítulo N° 26

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Monja te dejo otro cap.. mas .. cada vez se pone mas interesante ... y mas doloroso .. pero... tu ya estas acostumbrada a sufrir ... entonces ps ni modo ... ahhh y me dueles ... si no veo tus votos los dejo aqui... laura sad

Camila despertó temprano a la mañana siguiente. Su madre acababa de terminar de preparar el desayuno cuando bajó a lo que era la pequeña salita. Su madre estaba luchando con una olla demasiado grande y Camila corrió ayudarla.


- Gracias, querida - Haciendo un gran esfuerzo, colocaron la misma sobre la mesa. Sinu se llevó una mano a la espalda.

- Estoy demasiado vieja para hacer esto.

- Eres joven, madre - Camila le picó un hombro con el dedo.

- Tus hermanos están revoloteando por la ciudad y vuelven cuando les da hambre - Ella dijo - ¿Por qué no te vas a la ciudad hoy? Búscate algo bonito.

- Voy a comprar un regalo para papá - Camila respondió - Si él no quiere aceptar el dinero, yo les daré otra cosa - Sinu sonrió con sus grandes ojos castaños un poco húmedos. Se acercó y de puntillas, besó a su hija en la frente.

- Dios debe haber cometido un error y nos mandó a un ángel en lugar de una persona - Dijo con cariño. Camila le sonrió a su madre. Ella podía sentir como pronto llegarían lágrimas a sus ojos y antes de que pudiera llorar delante de su madre, salió de la casa - No tardaré, madre! - Gritó y huyó.

- Si encuentras a alguno de tus hermanos, decidles que vengan a casa! - Sinu gritó tras ella. Camila asintió y salió corriendo hacia el mercado.

Ella nunca había ido a comprar nada para ella ni para nadie. Los vendedores percibían el tintineo de las monedas en su bolsa o su semblante un poco alegre porque sabían que tenía dinero para gastar. Miró alrededor, tentada por la ropa o joyas. Pasó cerca de un comerciante que vendía herramientas para zapateros y recordó el martillo desgastado, los clavos oxidados que empleaba Alejandro.

- Quiero comprar el mejor equipo de herramientas que tenga - Dijo hacia el comerciante de las herramientas. Este trajo varias piezas de aspecto sólidos y Camila señaló los que quería. Él las envolvió y se las dio de vuelta. Camila sacó unas monedas de su bolso y se las entregó al hombre.

Se sentía bien pagando con su propio dinero. Y eso era algo que su padre de seguro iba aceptar.

Caminó más allá entre muchas filas de cintas coloridas y paños importados de Oriente. Nada de eso le interesaba, estaba demasiado enfocada en cosas prácticas, pero al pasar por la vidriera de otro joyero, algo rojo en la misma llamó su atención. Se detuvo y lo miró con incredulidad.

Era una caja de música.

Entró rápidamente donde el joyero que estaba fumando una pipa larga y este al verla entrar, colocó la misma sobre el estante.

- ¿Puedo ayudarle, señorita? - Preguntó. Camila entró directamente y se dirigió hacia la ventana y miró hacia abajo a la caja de música. Después de estudiarla, pudo ver que no era exactamente la misma que había visto en la casa de subastas, pero era muy parecida. No era tan extravagante y estaba aun más desgastada que la que vio hace años, pero su memoria estaba clara y ésta se asemejaba a la original.

- Ahhh! sabe he adquirido esa pieza hace algunos años. Es muy bonita - dijo, El joyero- Si usted está interesada, yo puedo darle un buen precio por ella.

- Me gustaría comprarla –dijo Camila sorprendiendo al joyero que pestañeó un poco. Su comentario anterior había sido en broma, no esperaba que Camila llevaría esa oferta.

- Es muy cara - Él respondió.

- Puedo pagarla - Camila le indicó y le mostró su cartera. Los ojos del joyero se abrieron como platos. No podía creer que una plebeya tuviera tanto dinero. Pensó que nunca la vendería y mucho menos había imaginado que esta chica, no mayor de 16 años, podía comprar la caja Musical. Él la veía con recelo, pensando que tal vez ella había robado, pero Camila miraba con asombro inocente la caja de música. Su expresión tan pura, que le hizo deshacer ese pensamiento inmediatamente.

-¿Cuánto? - Preguntó ella, para luego abrirla e inspeccionar su interior. Un disco de metal grueso residía dentro. Una manija de cobre amarillo y largo, estaba fuera de la caja, ya que era el mecanismo que le hacía girar. Cerró la parte superior y volvió hacia el encargado de la tienda que contaba con impaciencia el dinero.

- Todo lo que le quedó, está en el bolso - Camila le quitó la bolsa ahora significativamente más ligera. La meneó, y pudo escuchar lo escaso de lo que quedaba. Pero cuando se dio la vuelta y miró esa caja de música, decidió que valía la pena.

Lauren siempre había hablado acerca de la caja de música por la que había renunciado para salvar a Camila. ¿Qué mejor manera de demostrarle a la ojiverde cuánto la amaba que comprándole una caja de música para ella? Era grande y muy pesada, pero Camila se la llevó a casa con el corazón alegre. Quería ver la cara de Lauren cuando se la diera.

Cuando la castaña regresó a su casa, le presentó los regalos a su madre. A Sinu le había comprado un collar. Su madre siempre miraba joyas cuando caminaban por la ciudad, y a su padre le regalo herramientas. Besó a ambos. Ellos, vieron el tercer presente con cierto escepticismo.

- Para quién es? - Sinu preguntó.

- Para un amigo - Camila mintió.

- Debe ser un buen amigo - Sinu dijo, mirando fijamente el regalo caro. Camila sonrió. Su madre no sabía.

El resto de la estancia con su familia se pasó volando. Amaba a sus hermanos, a su madre y a su padre pero la ansiedad, hicieron el resto del día, difícil de soportar. Todo lo que podía imaginar era la cara de asombro de Lauren regalándole una hermosa sonrisa. Odiaba admitirlo, pero ella quería volver a la finca Watson tan pronto como fuera posible.

Cuando llegó el día siguiente, se sintió un poco culpable por despertar temprano en la mañana, pero debía subir al caballo y partir. Toda su familia estaba reunida fuera para despedirse de ella.

- Debes irte tan pronto? - Sinu preguntó.

- Tengo que volver - Camila respondió - La señorita Watson espera por mí.

-Vamos!! Regresa pronto, Camila! - Vladimir gritó, casi saltando sobre el caballo con ella. Camila los saludó a todos y se fue alejando. Su familia no se movió hasta que ella estuvo fuera de vista.


Austin se paró fuera de la finca Watson. Estaba seguro de que había llegado allí por un solo interés. Lo que comenzó como un paseo, de alguna manera terminó yendo hasta la casa de Becky. Se maldijo a sí mismo y miró a su alrededor, preguntándose en voz alta cómo se las arregló para caminar por lo menos una hora y no observar dónde se dirigía. Miró a su alrededor, esperando que nadie lo notara y dio vuelta sobre sus talones. Pateó el camino de tierra, enviando una nube de polvo sobre su rostro. Tosió y agitó su mano para limpiar el polvo en el aire. Notó que algo venía hacia él. Cuando despejó su visión, su sangre drenaba por su rostro.

- ¿Qué haces aquí? - La boca de Austin se volvió más seca que el camino de tierra que estaba debajo de él cuando Becky Watson caminó hacia él.

Al mismo tiempo, Camila metía al establo el caballo, quitando la silla y las riendas. Acarició a la pobre bestia, susurrando una disculpa por haberlo montado tanto como lo había hecho ese día.

Sostuvo la caja de música con las manos. Mientras caminaba por la colina hacia la puerta de atrás, fue allí cuando se dio cuenta de dos figuras que estaban de pie en el camino. Reconoció a ambos. Becky estaba vestida con un vestido de encaje blanco y el otro que podría haber reconocido a kilómetros de distancia - Austin? - Susurró en voz alta.
Se colocó en puntillas para observar la escena desde detrás de un conjunto de arbustos.

- Contéstame, ¿has venido a visitar a Camila? Si es así No ha regresado aún, y no creo que vuelva hasta esta tarde - Becky dijo.

Austin había metido sus manos en los bolsillos y se negó a hacer contacto visual con ella. Becky esperó un momento más por una respuesta antes de caminar delante de él. Austin caminó a su alrededor.

- Te amo - dijo de manera abrupta.

Camila audiblemente jadeó y tapó su boca con su mano esperando que nadie la hubiese escuchado. Así que Becky era la chica que amaba Austin.

- La chica giró para enfrentarlo. ¿Qué dijiste?

- Le dije que la amo - Austin repitió - Sé que mis sentimientos no son más que una carga para ti pero tenía que decírtelo.

- Si sabías que iban a ser una carga, ¿por qué te molestaste?- preguntó.

Se encogió de hombros, seguro porque de repente pudo sacar sus sentimientos. Ella dio la vuelta y caminó hacia él. Sus ojos seguían estando abatidos como los de ella cuando se le acercó. Podía oler su perfume y en su cabeza habían pensamientos llenos de deseo.

- ¿Por qué crees que podría incluso considerar a alguien tan humilde como tú? - Becky preguntó. Austin apretó los dientes cuando se rió de lo absurdo de su confesión.

- Yo voy a casarme con un príncipe.

- Un príncipe? - Austin preguntó - Pero pensé que estaba ya seguro que el príncipe Julian se casaría con la Señorita Lauren?

- Becky se mofó al escucharlo. Camila ladeó sus orejas. Becky sonaba tan segura de sí misma.

- Y, ¿qué sabes tú de política? - Ella exigió - Tal vez la señorita Lauren cambio de opinión. Tal vez yo tenga algo que ella quiere, y que más bien podría ser yo la que ocupe el trono - Fue el turno de Austin para reír y rodar sus ojos.

- Sabes que a ella no le importa la corona para nada en este mundo - Becky levantó una ceja y volvió a la casa. Antes de ingresar volteo y le dirigió unas palabras más.
- Además si se da o no, nunca caería tan bajo como para entregarme a ti - respondió y se fue adentro. Austin pateó la tierra nuevamente, esta vez cuando la suciedad lo cegó, se convenció a sí mismo de que no podría alcanzar a alguien como Becky mientras que lágrimas iban rodando por sus mejillas.

Entre los arbustos, Camila no podía sacar de su mente, las palabras de Becky. Quizás Becky estaba mintiendo. No recordaba haber visto algo alrededor de la finca que podría despertar el interés de Lauren. Habría dado cualquier cosa para que volviera a estar a su lado.

El corazón de la castaña se detuvo de pronto recordando aquellas palabras de Becky. De repente supo que lo único por lo cual Lauren había luchado desde que la conoció: ERA ELLA.


Lauren estaba en su habitación cuando entró su madre. La ojiverde consideraba a Clara con desprecio, sabiendo que esta sólo la buscaba cuando quería reprenderla por algo que había hecho o a veces hasta por las que no hacía.

- ¿Sí, mamá? - Preguntó adelantándose a su madre. Clara se sentó a su lado mientras le cepillaba su cabello hacia atrás. Lauren odiaba cuando esta hacía eso. Era un gesto maternal tan falso y sólo lo hacía cuando quería algo de ella.

- ¿Cuál es tu plan para la próxima cena? - Preguntó.

- Quiero ser feliz, madre - Lauren dijo simplemente - Y haré lo que sea necesario para conseguirlo - Clara frunció el ceño y colocó sus manos sobre los hombros de Lauren.

- La felicidad es temporal, querida, especialmente para alguien tan joven. Los nobles y las mujeres a menudo encontramos obstáculos donde tampoco podemos hacer lo que queramos o decir lo que se espera que digamos. Lo que te hace feliz ahora puede representar un desastre en el camino.

- Hablas del príncipe Julian? - Lauren preguntó zafándose del agarre empleado por su madre. Clara, no contestó la pregunta directamente.

- No podrás amar al príncipe Julian ahora pero si te casas con él, tendrá a muy pocas personas a la que pueda corresponderle. Puedes concentrarte en tu felicidad, Lauren, cuando tengas a todos los medios a tu disposición. Las Cosas que antes eran imposibles ahora podrán ser posibles con su poder e influencia - dijo esto y levantó su imponente figura que amenazaba a Lauren silenciosamente con la mirada. Dio la vuelta y se dirigió con gracia hacia la puerta de la habitación de Lauren dejándola con la intriga sembrada.

- Piensa en eso cuando estés conversando con el príncipe - Dijo y cerró la puerta, dejando a Lauren con la pregunta de qué tal vez su madre sospechaba.

Una Caja Musical me Llevo a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora