Capítulo N° 7

676 70 11
                                    

Era difícil, y Camila nunca tenía tiempo libre. Día y noche esperaba a Lauren. Si la señorita quería agua, se levantaba y le servía un vaso. Si ella quería salir a pasear bajo la lluvia torrencial, Camila estaba allí, sosteniendo el paraguas. Pero la joven Lauren nunca abusó o le había gritado a Camila como lo hizo con los anteriores sirvientes.

Le agradaba a Lauren, aunque ella nunca lo dijo. Eran de dos extremos opuestos. Lauren Jauregui, criada para ser la próxima Reina (si su madre buscaba la manera) y Camila Cabello, comprada en las calles por menos de lo que costaba un buen caballo pura sangre. Estaba muy por debajo de ella para que al menos llegara convertirse en amiga de su sirvienta. Amable, era muy distinto a ser amigas; le había advertido su madre en una oportunidad. Esa chica solo recogía los malos hábitos de la gente de clase baja; pero Lauren reconocía que no sentía lo mismo cuando estaba con su amiga Becky que cuando conoció a Camila.

Lauren jamás entendió porque Camila trabajaba tan duramente. Era obvio que no sabía la mentira que Katia le había dicho a la castaña para que su tristeza no volviera.

Lauren: Sabes que no tienes que correr para hacer todo, verdad? - le dijo una vez.

Habían pasado dos semanas de la llegada de Camila a la mansión Jauregui. Aprendió hacer encajes a la ropa de Lauren, sin ningún tipo de error al momento de coser. Ya comía regularmente bien y estaba comenzando a ganar un poco mas de peso. Al menos ya no era la misma niña flaca que había llegado allí.

Camila: Katia me dijo que si trabajo extra, seré elegida por su padre; el Duque y podía tener un día libre. Quiero ir al pueblo a buscar a mi familia. explicó.

Lauren: Día libre? - se mofó - No hay día... - se detuvo justo a tiempo.

Camila, ajena a lo que ella iba a decir, levantó la vista. Lauren mordió su labio. Si le decía a Camila la verdad, de que los sirvientes no tenían el día libre, no podía soportar verla triste de nuevo. Odiaba verla llorar. Pero le parecía tan cruel dejarla que siguiera creyendo eso. Ella no dijo nada, ya que pensaría en un plan.

Lauren: Quiero ir a la ciudad - anunciaba en la mesa - Y quiero traer a mi criada conmigo - Su padre la admiraba muy callado tomando pasivamente su plato de sopa.

Michael: Cariño, apenas tienes tiempo para ir al pueblo, por tus estudios.

Lauren: Sólo será por un día.

Clara: No seas ridícula. Allí no hay nada para ti. Si quieres algo, enviaremos al mensajero por ti para que te traiga lo que quieras. Quién sabe qué personajes indeseables encontrarás allí. - refutó su madre secando sus labios educadamente con una fina servilleta.

Lauren: Quiero ir. Y quiero llevar a mi criada - volvió a insistir la pequeña ojiverde.

Michael: Cariño... - intentó su padre hacerla entrar en razón.

Lauren: Por favor papá - dijo mientras hacía un gracioso puchero y movía sus pestañas rápidamente. Era un truco que sabía perfectamente que su padre no rechazaría por nada en el mundo. Así como sospechaba, su padre suspiró y le regaló una sonrisa de aprobación.

Clara: Michael!! - gritó una molesta Clara - no podemos enviar a nuestra hija a que ande vagando por...ahí!!! Puede ser peligroso.

Michael: Será bueno para ella - intentó razonar el Duque - Ella debe salir de vez en cuando y mezclarse un poco. No podemos tenerla enclaustrada en la casa todo el día, así nunca entenderá cómo se ve el mundo exterior!

Clara: No quiero que mi hija atrape cualquier enfermedad por allí!!!

Michael: Culturízate querida - suspiró - y no he tenido noticias de que algún virus o alguna plaga esté acechando por allí en este momento.

Una Caja Musical me Llevo a TiWhere stories live. Discover now