Capítulo Nº 47

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A media mañana, el mensajero de los Jauregui, llegó a la pequeña ciudad. A lo lejos pudo divisar con claridad, que los habitantes eran pobres, pero no dejaban de vestir ropa decente. No era difícil identificar al borracho durmiendo al lado de los barriles de cerveza vacíos. El mensajero tuvo que patear con fuerza al hombre para que este despertara.

- Esto es para ti - Le dijo mientras que el borracho tomaba la carta. Al parecer, la borrachera desapareció en un instante. Miró por un segundo la carta y agradeció de manera fría y apagada al mensajero. Esperó hasta quedar solo nuevamente antes de romper el sello. La carta era simple y no había ningún rastro de mala intención por parte de la Duquesa. Simplemente le daba las gracias por el trabajo que había hecho, y que podía encontrar fortuna y recuperar su estatus en un futuro muy cercano.

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Camila se encontraba sentada en el primer piso de la mansión, en una esquina del estudio, procesando la propuesta repentina de Lauren. No podía creer que le pidiera aquello. Sabía que fuera de la mansión Jauregui, el mundo para la ojiverde iba a ser difícil. Lauren aún no conocía lo difícil que es vivir allí, sin comida ni abrigo.

- Eres una negligente - Se escuchó una voz desde la puerta. Camila se levantó inmediatamente. Clara esperaba con expectación, un derramamiento de disculpas.

- Lo siento su alteza, yo...

- No necesito escuchar tus excusas. Lauren ha estado tocando la campanilla los últimos minutos. ¿No has oído? - Camila agudizó su oído y pudo escuchar el sonido de la campanilla muy distante. Avanzó para salir del estudio, pero su pie quedó atrapado en el borde de la alfombra y casi cayó, pero se sostuvo momentáneamente de la Duquesa - Ten cuidado - Clara advirtió con una sonrisa en su rostro - No queremos que te hagas daño, ¿verdad? - Los ojos de la castaña se entrecerraron sin apartar la mirada de la Duquesa y sintió un escalofrío correr por su espina dorsal. Habían cosas que ocurrían en la cabeza de la Duquesa que Camila conocía mejor que nadie, pero no quería discutir. Corrió escaleras arriba, entrando en la habitación de Lauren, donde le esperaba otra conversación inoportuna.

- ¿Dónde estabas? - Pregunto la ojiverde.

- Fui a buscar agua - Camila mintió. La ojiverde cruzó los brazos.

- Hay agua allí - Ella dijo, señalando a la jarra - Y no volviste con agua limpia. No estoy loca, Camila. Saliste en el momento en el que te sugerí que huyéramos juntas.

- No puedes estar hablando en serio - Camila dijo con brusquedad. Los brazos de Lauren cayeron sobre su estómago y la castaña le dio una mirada de disgusto.

- Por qué no? Pregunto la ojiverde

- Porque es una mala idea - Camila respondió - No sabes lo que es tener que trabajar cada día desde el amanecer hasta el anochecer. No sabes lo que es dormir sobre un piso frío, sin tener nada en el estómago.

- Lo haría por ti - Lauren prometió.

- Y yo diría que estas delirando por la fiebre - La voz de Camila fue más fuerte de lo que pretendía ser. Lauren abrió la boca para responder, pero no encontró palabras que decir. Camila estaba dudando de la magnitud de su amor y le hacía un daño inexplicable. ¿Había olvidado que hace mucho tiempo, ella misma había hecho un trato con Becky, donde arriesgaba fácilmente su relación con el príncipe? ¿Qué tan difícil sería imaginar que ella misma podía regalárselo todo?

La Duquesa llamó a la puerta antes de entrar por primera vez. Vio las caras de las dos niñas oprimidas y sonrió interiormente, habiendo escuchado los gritos unos momentos antes. Tal vez esa relación se rompería más rápido de lo esperado.

- Debes descansar, Lauren. No olvides que el príncipe Julian será coronado mañana y por esa razón, debes estar presente - Clara le recordó. Lauren miró por la ventana. Todavía era de día.

- Sí mamá - Dijo en voz baja. La Duquesa dio la vuelta y salió por la puerta. Lauren no hizo contacto visual con Camila mientras volvía a recostarse en la cama.

- Puedes irte ahora - Le ordenó.

- Señorita...

- Lo discutiremos más adelante – susurro Lauren y le dio la espalda - Ya has oído a mi madre. Debo descansar para mañana poder ir a la coronación del príncipe Julián - Sus palabras estaban teñidas de sarcasmo. Camila bajó la cabeza. No quería hacer enojar a su señorita. Quería en el fondo, vivir una vida junto a Lauren, pero no a costa de la comodidad de ella. Pero al intentar hacerla entrar en razón, no había tenido éxito y solamente logró ofenderla. Silenciosamente se apartó de la ojiverde y apagando la vela fue cerrando las cortinas gruesas, sumiendo la habitación en una oscuridad.



En la oscuridad de la noche, el ex Conde trabajaba incansablemente para ejecutar la orden que le habian dado. Había amarrado sogas contra las ventanas para que no lo abrieran. Amontonó mucha leña delante de la puerta. Cubrió gran parte de las paredes con el aceite de la lámpara para luego tirarlo lejos. Sacó de su bolsillo donde guardaba el pequeño cuchillo que llevaba consigo, un pequeño paquete de madera repleta con cerillos. Con ese paquete caminaba alrededor de la casa, arrojándolos encendidos justo sobre el aceite de la lámpara. Cuando un anillo de fuego quemaba los alrededores de la casa, tiró el paquete contra la pila de leña frente a la puerta y desapareció en las sombras.

La ciudad era demasiado pobre para pagar un guardia de noche y ya habían eliminado al único hombre que solamente estaba despierto por comprar bebidas alcohólicas hasta que caía desmayado de la borrachera. Entre las sombras, veía como las llamas lamían con impaciencia sobre la madera y sintió una sensación extraña, llena de sadismo por lo que hacía.

- ¡ Nooo! - El grito rasgó a través de la noche y apagando momentáneamente su victoria. El ex Conde Se volvió para mirar con horror como el padre de la familia corría hacia su casa ardiendo en llamas rápidamente.

- Cómo...? - Susurró al ver como Alejandro tomaba la madera ardiendo con sus propias manos. Sólo pudo pensar que mientras estuvo juntando sus provisiones, Alejandro Cabello, había salido de la casa por cualquier motivo. Alejandro estaba gritando por ayuda, arruinando su plan. Antes de que supiera lo que estaba haciendo, corrió hacia el agitado hombre empuñando su daga desenfundada. Fue como si hubiera estado poseído por el demonio. Su cuerpo no le respondía. Vio que su mano derecha agarraba a Alejandro por el hombro y vio a su mano izquierda hundir el cuchillo en la espalda del hombre una y otra vez. Un chorro de sangre cubrió su rostro y sus ropas.

Tan pronto como comenzó, así terminó. Alejandro cayó de rodillas y se desplomó. Pronto había gente alrededor de él, recogiéndolo para llevarlo a un lugar seguro. La gente, trataba de apagar el fuego esa noche.



Lauren despertó en la mañana y alcanzó instintivamente la campana que había junto a ella, pero cuando su mano agarró la manija oscura, desgastada, de madera; se detuvo, recordando la pequeña discusión que habían tenido. Ya había disminuido su tos, aunque debía reconocer que el brebaje tuvo algo que ver aunque no sabía que estaba tomando esa vez. Rodó fuera de la cama, estirando los brazos y las piernas después de estar confinada a una cama los últimos días. Prestó atención y escuchó a Camila cambiándose en su habitación.

"No dejaré que ella me atienda hoy". Pensó. "No voy a andar con ella el resto del día, tal vez mañana". Después de haber dormido toda la noche, se había dado cuenta de lo ridículo que fue su idea. Era imposible que las dos vivirían tan cómodamente como se lo imaginaba, pero todavía le dolía que Camila no la apoyara en su alocada decisión. Era algo insignificante, pero su orgullo no le permitía que admitiera que Camila tenía razón y tampoco permitía que la perdonara tan fácilmente. Tenía que castigar a Camila un poco. La puerta se abrió y se asomó la castaña.

-No necesito tu ayuda hoy, Camila - Lauren dijo, girando la cabeza para no verla.

- Señorita...

- Usted, puede ayudar a realizar otros quehaceres. Por favor envíe a otra en su lugar - Agitó su mano mientras la miraba por el rabillo del ojo. Sonrió al ver la mirada angustiada de Camila. Los labios de la castaña se tensaron y frunciendo el ceño, hizo todo lo que Lauren quería. Se marchó, cerrando la puerta.

Lauren tuvo un pequeño problema con la sirvienta que Camila envió. No sabía cómo atar su corsé. Al principio lo hizo demasiado fuerte y luego demasiado flojo. Hizo varios intentos antes de que la chica amarrara los lazos perfectamente. Clara había estado parada en su cuarto viendo cómo se desarrollaba el evento.

- Que incompetente - Se mofó. La sirvienta se disculpó apresuradamente antes de salir. Lauren inhaló profundo. Clara la miraba de arriba hacia abajo de forma escrutadora. Asintió con aprobación, saliendo ambas hacia donde se encontraba el carruaje. Lauren pasó por un lado de la castaña. Camila, sacaba el polvo de los estantes con la ayuda de Katia, lanzándole una mirada anhelante a la ojiverde. Lauren, con fingida ignorancia caminó hacia el carruaje. Camila dejó escapar un suspiro.

- Ese suspiro, suena fuertemente como el de la enfermedad del amor - Katia se burlaba. Camila se sonrojó un poco y negó con la cabeza.

- No es...Yo... - Tropezó sus palabras - No es...

- ¿Quién es él y a quién debo darle una lección? - Katia blandió su plumero como si se tratara de una espada. Camila sonrió débilmente, sabiendo que no le diría a la mujer honestamente quién era.

- No es nadie - Ella mintió. Katia extendió la mano y tocó el brazo de la castaña cómodamente.

- Bueno, quien quiera que sea; debería estar avergonzado de sí mismo.

- Fue más bien, algo que hice - Camila aclaró - O más bien algo que le dije... - Mordió su labio, pensando que Lauren no podía perdonarla por ello. Katia suavemente le golpeó en la cabeza con el mango de madera del plumero.

- Sólo sonríe. Podrías ganar los corazones de los Reyes con esa sonrisa que no deberías pasar por alto - Le castaña le dedicó su mejor sonrisa y Katia le devolvió con gusto.


Al mediodía, ya Camila estaba agotada de todas las tareas. Había crecido acostumbrada a un trabajo tan agotador. La vida de una sirvienta era bastante difícil en comparación con su trabajo como ayudante de sastre o vendiendo flores. Sus músculos dolían y se sentó, limpiando el sudor de su frente mientras Katia chasqueaba con su lengua simulando desaprobación.

- Te has vuelto floja - regañó la mujer.

- Un año - Argumentó - Ha pasado un año desde la última vez que desempolvé tanto!

-Bueno, entonces ven! - Dijo Katia, extendiendo una mano - Es hora que trabajemos duro hasta que estés lista para atender un castillo - Camila gimió, tomando la mano de Katia que la ayudaba a ponerse de pie. Cuando salieron de la habitación donde limpiaban, una sirvienta subió hacia ellas, sin aliento.

- Camila...

- Tranquilícese, Jane, ¿qué pasa? - Katia dijo, colocando una mano sobre el hombro de la joven, algo preocupada. Jane agitó su mano y se puso de pie, Camila la miró fijamente a los ojos.

- Acabo de oír del mensajero, y espero que no sea verdad. Espero que no tenga nada que ver contigo o tu familia.

- ¿Qué pasa? - Camila le exigió. Su sangre corría fríamente cuando escuchó "tu familia". Sintió inmediatamente que algo andaba mal.

- Un mensajero... nuestro mensajero acaba de regresar de una ciudad, del norte del castillo. Fue enviado allí para entregar un mensaje, y cuando regresaba, oyó algo horrible.

- ¿Qué tiene que ver esto con mi familia? - Preguntó la castaña con la voz quebrada. Era cierto, su familia se encontraba al norte del castillo, pero habían docenas de pueblos ubicados al norte del castillo.

- Escuchó... - Se detuvo para jadear un poco - Escuchó que una casa se había incendiado con una familia atrapada dentro, y que un anciano había sido apuñalado. ...su... su apellido era Cabello - Los ojos de Camila se abrieron como platos.

- ¿Qué escuchó? ¿Cuántos habían en la casa? - Gritaba Camila aturdida, agitando a Jane - ¿El viejo, el hombre; está vivo? ¡ Dime!

- No sé - Jane dijo, echándose hacia atrás - Habían... ¿Seis? Tal vez más. No lo sé...Yo solo...He oído el apellido y pensé...- Antes de que pudiera terminar sus palabras, Camila soltó un grito ahogado y corrió por las escaleras hacia el establo.

- Camila, espera! - Katia la persiguió, pero ella ya había corrido lo más rápido que pudo.



Lauren bostezó, aburrida ante la procesión entera. El Príncipe Julian estaba dentro de la iglesia donde se realizaba la ceremonia. El resto de los funcionarios, esperaban pacientemente afuera para la salida triunfal de su nuevo Rey. Cuando Julian caminara hacia fuera, cruzando las puertas, el país tendría un nuevo monarca, y comenzaría de inmediato un nuevo reinado.

Sin embargo, nada de esto le interesaba a Lauren. Sus pensamientos estaban más concentrados en lo que Camila debía estar haciendo en casa, lo que debía haber estado pensando. Se preocuparía, más que probable. Lauren pensaba con una pequeña sonrisa. Su padre hacía su mejor esfuerzo para no inquietarse dentro de su uniforme oficial, pero ella sabía que era muy incómodo, picaba. Pero Michael se mantenía firme, esperando a que el nuevo Rey, saliera.

Fue alrededor del mediodía cuando las puertas se abrieron y el arzobispo caminó hacia afuera de la iglesia, sus ropas brillantes y al igual sus ojos brillaban con emoción. Su voz era clara, enaltecido de la autoridad de Dios cuando él anunció a su Majestad y Rey soberano del país. Lauren no pudo evitar ver a Julian con alegría cuando este salió, con la corona ceremonial descansando sobre su cabeza, todo demasiado artificial. Vio hacia sus ojos primero, viendo que el miedo se reflejaba en sus pupilas por temor a fallar. Lauren sabía que ella nunca podría manejar esa responsabilidad, podía sentir su propio terror de solo pensar de tener que gobernar un país. Cuando el príncipe procedió a bajar por las escaleras, hacia sus funcionarios, algunos le veían con una sonrisa intrigante y otros con auténtica envidia por su nuevo rey. Michael caminó adelante, arrodillándose levemente en el suelo.

- ¡ Larga vida al rey! - Michael gritó y su voz se hizo eco a través de la multitud. El chico miraba a su alrededor a la gente cayendo sobre sus rodillas y pidiendo a gritos su longevidad. La corona en la cabeza, era demasiado pesada y demasiado grande para que el la llevara.

" Mantén la cabeza en alto, hijo mío". La voz de su padre resonaba en su cabeza. "Ahora eres Rey. Un Rey no muestra debilidad". Julian aclaró su garganta, relajó sus hombros y asintió deliberadamente a sus súbditos. Lauren le sonreía y él le ofreció una sonrisa rápida cuando sus miradas se encontraron.

La fiesta fue larga y lujosa. Al final, Lauren estaba dispuesta a quedarse un rato más. Michael, apenas comió. Sus ojos estaban puestos sobre el nuevo Rey viendo como trataba a los funcionarios. Mantenía una estrecha vigilancia en los que consideraba peligrosos para el joven. Una mano grande, palmó su hombro haciéndolo voltear de inmediato.

- Alégrate - El Marqués Watson, saludó con su panza llena de vino y sus mejillas rojas de alegría - Este no es momento para ser cauteloso, este es un momento de celebración.

- Apenas si puedo celebrar cuando la situación merece atención - El Duque contestó con un suspiro.

- Viejo amigo, mira a tu nuevo Rey. Es Joven Fuerte como su padre, y su mente se convertirá en su cuerpo. Él cometerá errores como todos los Reyes, pero no es acaso nuestro deber estar allí para enmendarlos cuando eso suceda? - El Marqués se sentó al lado del Duque, haciendo un chasquido con sus dedos para que un siervo vertiera el vino en la copa de este.

- No discrepo con los errores de un Rey, pero me preocupo por los errores cometidos por algún asesor mal intencionado - Michael respondió, sin tocar su bebida.

- Venga! Que ha sido elegido Rey apenas unas horas. No creerás que cualquier asesor podrá derrocar a un reino en tan poco tiempo.

- No, pero las ruedas para tal caída, pueden comenzar a girar en tan poco tiempo - Michael concluyó. El Marqués miraba con indignación a su amigo por el mal humor que llevaba desde hacía mucho tiempo.

- Te aconsejo que tengas cuidado. Con esta calidad de vida que llevas últimamente, no vivirás lo suficiente para proteger al Rey cuando más lo necesite - Advirtió el Marqués. Palmó a su amigo en el hombro y se puso de pie para encontrar compañía más entretenida.

La fiesta terminó bien entrada la noche y aunque el Rey le ofreció a todos sus huéspedes una habitación para pasar la velada, la familia Jauregui estaba ansiosa por volver a su mansión, sin importarle cuánto tiempo llevara el camino de vuelta. Lauren había sido abordada toda la noche por duras miradas, susurros crueles y las constantes quejas de su madre para que hablara con el Rey. La ojiverde estaba muy interesada en volver a casa, en perdonar a Camila e ir a dormir. Sus pies le dolían y había llovido brevemente durante el día, haciendo que su ropa se pegara a su piel.

Al llegar a la mansión, salió de inmediato del carruaje. Subió las escaleras corriendo tan rápido como podía en su amplio vestido y pidió inmediatamente ver a Camila. Muchos de los siervos estaban ya dormidos pero no le importaba.

- Camila! Camila necesito que me ayudes a sacarme esta ropa - Gritó haciendo eco por el gran pasillo. Cuando Camila no llegó corriendo a su lado, se preguntó si ya se había ido a dormir. Dobló sus brazos y abrió la boca para gritar nuevamente cuando Katia salió de las sombras.

- Señorita, Camila no está aquí - Dijo en voz baja. Lauren ladeó su cabeza y alzó una ceja.

- ¿Dónde está, si no está aquí? - Lauren preguntó. Habría ido a algún lugar para pasar la noche? Habría estado tan angustiada que tal vez necesitaba alejarse por un corto tiempo.

- Se fue... presumiblemente para ir con su familia – dijo la mujer y Lauren se acercó a la mujer.

- Qué?- Preguntó - Con su familia...?

- Señorita... - Katia bajó su mirada hacia el suelo - Alguien intentó... asesinar a su familia - Lauren inhaló agudamente.

- Qué? - Preguntó otra vez - Quién? ¿Cómo? ¿Están bien? - Detrás de ella, escuchaba pasos lentos que venían hacia ella, haciéndola girar de inmediato. Clara avanzó hasta llegar a las dos. Lauren conocía mejor que nadie a su madre, y aunque nadie pudo verlo, ella notó que en las comisuras de la boca de la Duquesa, aparecía ligeramente una sonrisa cuando escuchó la noticia. De repente Lauren supo sin preguntar quién había sido el responsable del intento de asesinato de la familia de Camila. Antes de que pudiera reaccionar, su cuerpo se tensó. Dio dos grandes pasos hacia adelante. Su brazo se echó con bastante fuerza hacia atrás para luego estrellarla contra la cara de su madre. El sonido hizo eco a través de toda la casa.    

** HOLA otra vez bueno creo que estoy siendo buena con ustedes y eso es sorprendente alv mira que dejar 2 capítulos ajaja ... señorita ya no este sad xk también me pone sad soy sensible alv.. quiero que sea happy estos capitulos son con mucho love para Usted y todas esas personitas que aman este fanfic mal hecho LOVE U GUYS **

Una Caja Musical me Llevo a TiWhere stories live. Discover now