Capítulo Nº 36

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**Cuando una puerta se cierra**

Era de mañana y el sol salía por encima de las copas de los árboles cuando Becky al fin despertó. Los primeros rayos de luz le hacían cosquillas en sus mejillas. El día estaba fresco debido a los rastros que dejó la brisa de la noche. 

No fue hasta que el sol le dio directamente a los ojos, cuando perezosamente los abrió. No estaba acostumbrada a despertarse tan temprano y soñolienta aún, se preguntaba qué era esa luz que le daba directamente a la cara. Generalmente, siempre corría las cortinas para evitar que el sol perturbara su descanso, pero cuando al fin pudo captar que nada de aquello era familiar, comprendió rápidamente que no estaba en su casa ni en su cama. Miraba hacia arriba y veía el techo de madera de un antiguo granero descolorido. Las ventanas estaban abiertas y los pájaros cantaban, posados en la parte superior del mismo, trinando a todo pulmón.
No sintió que había despertado en una cama, bajo su cuerpo había heno, demasiado suave y más cómodo que incluso su cama de algodón refinada.

Se incorporó rápidamente y miró a su alrededor preguntándose si de alguna manera había llegado hasta allí caminando dormida, pero los caballos que veía en ese momento, no estaban familiarizados con ella. 

Un ronquido fuerte le alertó de la presencia de que alguien estaba muy cercano a ella. Austin descansaba boca abajo sobre el heno. La sangre de la chica se congeló cuando recordó lo que había pasado la noche anterior.

Becky: No, no, no, no, no. Le rogó a Dios para que no fuera cierto. No pudo haberse entregado a un sirviente como él.

Recordó los ásperos labios del campesino recorriendo su cuello, sus dedos acariciando sus muslos. Este recuerdo le hizo estremecerse involuntariamente al traer a su mente los detalles. Le había quitado el dolor, la vergüenza y el enojo que la embargaban, y en una noche, hizo que desaparecieran.

Becky: Noooooo! - gritó y se puso de pie. Austin soltó un bufido y se despertó, parpadeando varias veces hasta que estuvo completamente despierto.

Becky solo pensaba lo que dirían sus padres, seguro que se estarían preguntando donde estaba esta, sin duda preguntarían porque tenía rastros de heno sobre su castaño cabello. Preguntarían porque olía a sudor y animales y ahí estaba la posibilidad de que podéis indagar que había perdido lo único que hacía que valiera la pena en una mujer para casarse.

No podía soportar estar allí ni un minuto más y comenzó a caminar hacia la puerta. De repente, algo duro pisaron sus pies y miró hacia abajo. Era el cuchillo que había traído con ella, el único recuerdo de que había llegado allí para hacerle daño a Austin, pero esos pensamientos asesinos habían salido de su mente al momento en que él la besó.

Austin: Becky - se puso de pie. Ella ignoró el cuchillo y se dirigió hacia la carretera. Austin tropezó en su esfuerzo frenético por seguirla 

Austin: Becky!

Becky:  No me llames así! Soy la señorita Watson para alguien de clase tan baja como tú - La castaña reprochó siguiendo su camino sin molestarse en girar la cabeza para decírselo a la cara. Austin sabía que Becky estaba asustada, pero sin embargo, se sentía frustrado por las palabras que le dedicaba la chica.


Austin: No me llamaste "campesino" ayer por la noche - Gritó, deteniendo sus pasos. Becky giró sobre sus pies y abrió su boca para degradarlo. Esperaba que éste se enojara o se sintiera herido, pero lo que encontró fue sólo adoración y simpatía en sus ojos.

Había tratado con gente que la odiaba, con mujeres que toda su vida habían despreciado su belleza, con hombres que solo la querían para una sola cosa, pero jamás podrían tenerla, incluso con su propia hermana que la miraba con desdén después de conocerse que ya no perseguía al príncipe. Aparte de sus padres, nunca había visto ese tipo de amor incondicional.

Austin no la siguió por mucho tiempo. Caminó unos pasos detrás de ella en silencio, como un perro faldero que seguía a su amo, pero cuando llegaron a la carretera, detuvo su andar. Becky volvió la cabeza para mirarlo de una forma intensa, pero bajó la misma y siguió el camino que la conduciría a casa.

Sabía cómo lucía esa mañana. Su hermoso y costoso vestido estaba todo manchado y rasgado. Sabía que su madre se preocuparía mucho al verla llegar así. Su cabello, que tardaba horas en arreglar, ahora se veían bastante desarreglados.

Pasó su lengua sobre sus labios agrietados y probó la sangre seca donde la habían mordido para acallar sus gritos en la noche. Secó el sudor y lágrimas que comenzaban a formase en sus ojos. No sabía cómo había caído tan bajo como hasta ahora lo había hecho.

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Julian estaba sentado en la mesa dispuesto a desayunar cuando Lauren entró en el gran comedor. Verduras, frutas y variedad de carnes adornaban el área, algo que jamás la ojiverde había visto antes. La mesa estaba a todo su esplendor.

Julian: Señorita Lauren - El príncipe se puso de pie, colocando su servilleta en la mesa -¿Dormiste bien?.

Lauren: Sí, Alteza. Mi estancia ha sido muy agradable - mintió. En verdad, apenas si había dormido un poco. Había estado toda la noche pensando en Camila. 

Una Caja Musical me Llevo a TiWhere stories live. Discover now